Tras el impacto del terremoto ocurrido el pasado mes de febrero que dejó miles de muertos, el país se recupera… y vuelven los turistas a llenar sus calles.
TEXTO Y FOTOS PEDRO GRIFOL
Donde el Mediterráneo parece que se da la vuelta, se encuentra un gran país transcontinental -Turquía- que, por su ubicación estratégica, ha sido encrucijada histórica entre las culturas orientales y occidentales. Su vasto territorio fue el hogar de civilizaciones artífices de algunas maravillas arquitectónicas que aún conserva el país y, que paulatinamente, se van incorporando a la lista de sitios Patrimonio de la Humanidad.
Los lugares arqueológicos del sureste de Anatolia, a pesar de la proximidad al epicentro del seísmo ocurrido este mismo año, afortunadamente, ninguno de ellos ha sufrido daños irremediables y, en la actualidad, vuelven a motivar interés turístico.
Algunos pertenecen ya al catálogo de la Unesco, como la Colina del León; otros figuran como propuestas para añadir al listado, como el Castillo de la Leche; y el más famoso: las cabezas gigantes del Monte Nemrut, ya está vinculado al Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1987.
La Colina del León
La ciudad de Malatya será nuestro primer destino. Allí se encuentra el yacimiento arqueológico La Colina del León (Arslantepe Höyüğü, en turco), situado en una llanura a 5 kilómetros del centro de la ciudad -y a 15 km. del mítico río Éufrates-.
El sitio, inscrito en la lista del Patrimonio Cultural Mundial de la Unesco en 2021, es un museo al aire libre ubicado sobre en un montículo y rodeado por huertos donde se cultiva el albaricoque. El área donde está enclavada Malatya es famosa por este fruto, que se exporta a todo el mundo.
El área arqueológica está protegida de las inclemencias ambientales por un entoldado que custodia los útiles de las excavaciones que todavía se están practicando.
Hasta el momento, se ha descubierto un complejo palaciego que data de finales del IV milenio a. C., único en su género y caracterizado por las ruinas de dos templos… rodeados de tiendas y viviendas. Los hallazgos arqueológicos, susceptibles de colocarse en vitrina, se exhiben bajo el techo del museo Arqueológico de la ciudad, que custodia objetos de vidrio y cerámica, puntas de flecha de la Edad de Bronce y unas peculiares figuritas neolíticas que datan del 8000 a.C. También podemos ver lo que se consideran las espadas más antiguas que se han encontrado en el mundo.
Pero para que nos hagamos la idea de cómo era aquel asentamiento, a ambos lados del camino de subida a la Colina del León se hallan colocadas las reproducciones de los leones de piedra que formaban parte de un sistema de puertas y que dieron nombre al lugar -Arslantepe significa ‘cerro del león’ en turco antiguo-. El camino también está flanqueado por relieves murales que representan escenas costumbristas y, en la entrada principal nos recibe la estatua de Tarhunza, el rey más importante del período hitita.
La ciudad de Malatya tiene otros dos museos repletos de curiosidades, como una colección privada de carteles y proyectores de cine; y el museo de Cámaras Fotográficas, que cuenta con más de 3.000 máquinas en perfecto estado de revista… ¡Sorpresas que te regalan los viajes excepcionales!
El Castillo de la Leche
A cien kilómetros de la ciudad de Malatya hay otra ciudad, Elâzığ. Allí se encuentra el Castillo de la Leche (Harput Kalesi, en turco), llamado así por una leyenda que cuenta que, debido a una pertinaz sequía que sufrió este árido lugar, la leche de los animales que merodeaban por la zona fue utilizada en la construcción del castillo para la preparar el mortero.
El castillo fue construido por el Reino de Urartu en el siglo VIII a.C. Estuvo bajo dominio persa en el siglo VI a.C. para, en sucesivos períodos, pasar a dominio bizantino y otomano. Algunas partes de la muralla fueron en parte afectadas por el terremoto de febrero 2023, pero sus magníficos bastiones, envueltos en mitos, han llegado invictos hasta nuestros días. Su planta sigue impertérrita a los terremotos… No es la primera vez que sufre sacudidas telúricas en su estructura.
Cerca del castillo tenemos otras visitas culturales recomendable, como la mezquita de Ulu, famosa por su minarete inclinado ‘a lo Torre de Pisa’; la Casa Şefik Gül, una vivienda-museo que sigue en pie desde 1830; y el Harput Musiki Müzesi, un museo de instrumentos musicales que nos muestra la importancia de la música en el folclore tradicional turco.
Las cabezas de Nemrut Camino a la joya del viaje: los tronos del Monte Nemrut (Nemrut Dağı, en turco), tenemos que hacer parada obligada en el puente Cendere (Cendere Köprüsü, en turco), magnífica obra pública romana erigida en el año 200 d.C. en honor del emperador Septimio Severo (193-211). Proseguimos viaje…
En lo alto de una montaña, a 2.200 metros sobre el nivel del mar, permanecen esparcidas en su cima las ruinas de lo que fue el yacimiento funerario de Antíoco I, un rey que creyó ser Dios, y cuyos delirios de grandeza nos han legado una obra propia de faraones, que representa hoy en día una de las atracciones turísticas más importantes del país. Es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1987.
El punto de partida es la ciudad de Adiyaman, enclavada en el corazón de la meseta de Anatolia, desde donde iniciaremos la ruta que nos conduce al sitio arqueológico por una carretera de montaña que nos ofrece panorámicas sorprendentes de la zona.
Una vez estacionado el vehículo, caminamos 2 kilómetros por una pista empedrada para llegar a los pies de los tronos divinos. No tiene ninguna dificultad… aunque es cuesta arriba.
La historia de Antíoco I, rey de Comagene, se resume de la siguiente manera: Cuando el megalómano monarca accedió al trono (en el año 64 a.C.) firmó un pacto de no agresión con los romanos que, a la sazón, eran los verdaderos ocupas del territorio. Así, el llamado Reino de Comagene se convirtió en una especie de estado-tapón que frenó el avance de otros pueblos asiáticos que intentaban avanzar sobre las tierras imperiales romanas, ya que el astuto Antíoco también mantenía relaciones amistosas con los ejércitos hostiles a Roma. El Reino de Comagene duró hasta el año 72 d.C., año en el que el emperador Vespasiano lo incluyó definitivamente como parte integrante del vasto Imperio Romano.
El resto visible aquel reinado es el sitio arqueológico del Monte Nemrut, el santuario que Antíoco I se dedicó a sí mismo y en el que erigió una serie de estatuas gigantes que reproducían dioses y héroes de la época. Las estatuas están repartidas entre dos terrazas sobre la cima de la montaña. Una mirando al amanecer y otra mirando al atardecer.
La zona de Anatolia -como hemos comprobado este mismo año- presenta una intensa actividad sísmica, por lo que, en estos dos últimos milenios, diferentes terremotos resquebrajaron las estatuas e hicieron rodar las cabezas por el suelo. Cuando el sitio fue declarado patrimonio mundial, la Unesco se encargó de ordenar las cabezas que estaban esparcidas por el pedregal y colocarlas en posición erguida.
En ambas terrazas podemos ver de cerca las impresionantes tallas pétreas de animales sagrados, como leones y águilas y efigies que representan dioses armenios, griegos y persas, como Zeus, Aslan, Hércules, Apolo; y, por supuesto, la enorme cabeza barbada (2 m. de altura) del rey Antíoco.
Se cree que en algún lugar de esta montaña está enterrado el susodicho rey… pero su tumba aún es un misterio.
GUÍA PRÁCTICA
El plan de viaje más operativo es volar a Estambul, capital de Turquía; y allí conectar con un vuelo doméstico que nos lleve a la ciudad que hayamos elegido de Anatolia para dar comienzo a nuestro periplo viajero; ya que cualesquiera de las tres ciUdades que nos ocupa (Malatya, Elâzığ y Adiyaman) tienen aeropuerto y están agrupadas en un área de 100 km. a la redonda. Cualquiera de las tres ciudades dista 1.200 kilómetros de Estambul. La compañía nacional turca Turkish Airlines cubre esta distancia, aproximadamente, en 1 hora 40 minutos.
Al tratarse de un viaje excepcional, lo interesante es visitar los tres asentamientos arqueológicos propuestos en el mismo viaje, así que es muy recomendable contratar los servicios de alguna agenciade viajes local especializada en el tema histórico para que nos haga de cicerone durante todo el viaje por carretera.
Tener en cuenta que al Monte Nemrut solo se puede acceder con facilidad desde el final de primavera y hasta el principio de otoño, pues las nevadas en la zona son abundantes y dificultan la subida de los vehículos. Aún en verano, hay que acudir muy abrigado.
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