El compositor austriaco, cuyas obras protagonizan el tradicional Concierto de Año Nuevo de Viena, fue una auténtica celebridad mundial en el siglo XIX.
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
Johann Strauss II fue en el panorama musical del siglo XIX lo que hoy asociamos a una estrella mundial del pop. Hijo del compositor austriaco del mismo nombre, el considerado rey del vals sigue gozando actualmente, dos siglos después de su nacimiento, de gran popularidad, fruto del habitual protagonismo de sus obras en el tradicional Concierto de Año Nuevo de Viena, que siempre concluye con la conocida Marcha Radetzky, compuesta por su padre en 1848.
Curiosamente, y a pesar de la influencia artística de su progenitor, la infancia de Strauss hijo estuvo alejada de esta figura paterna, pues el que fuera compositor itinerante apostó por apartar al joven de la música y los rigores de la vida asociada al oficio. De hecho, cuando el menor de los Johann tenía 17 años su padre se fugó con una amante, por lo que en su incipiente carrera el mayor punto de apoyo fue su madre.
Los maestros Joachim Hoffmann, Josef Drechsler y Anton Kollmann dotaron al futuro compositor de una gran base de conocimientos en materias como armonía, contrapunto y violín, dotes que pronto ejecutó en público. Esta puesta en escena le abrió las puertas del Casino Dommayer, en Viena, a pesar de las suspicacias de su padre, que se negó a volver a tocar en este lugar, alimentando el interés general por el crudo duelo familiar.
El joven Strauss ejercía de maestro de capilla del Segundo Regimiento de Ciudadanos de Viena, cargo en el que sustituyó al compositor Josef Lanner, cuando la revolución burguesa de 1848 en el Imperio Austriaco, que Strauss hijo apoyó en contraste con la opinión de su progenitor, incidió en esta particular rivalidad, que condicionó los inicios del hijo pero no impidió su despegue.
Precisamente en este contexto histórico compuso Strauss I, entonces director musical del Baile de la Corte, la célebre Marcha Radetzky, dedicada al mariscal de campo Joseph Radetzky von Radetz en una demostración pública de la lealtad del padre a la monarquía austriaca. En este tiempo, Strauss II firmó ‘Canciones de Libertad’ o ‘Canciones de los Jóvenes’, composiciones que reflejan claramente su postura, e incluso fue detenido por las autoridades por tocar en público ‘La Marsellesa’.
La muerte de Johann Strauss I en 1849 permitió a su hijo unificar las orquestas que hasta entonces dirigían cada uno, lo que junto al ascenso al trono del monarca Francisco José I, aupado por la revolución burguesa y loado por el compositor en alguna de sus obras, consolidó su posición de privilegio. Strauss II superó a partir de entonces la fama de su padre y llegó a convertirse en el compositor de valses más conocido. Actuó y triunfó en Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia, Polonia e incluso en Rusia, pues pasó once veranos en Pávlovsk, cerca de San Petersburgo, y Estados Unidos, donde incluso congregó a unos 50.000 espectadores y extendió su influencia por todo el mundo.
Entre 1860 y 1890, Strauss II fue el compositor de música de baile más solicitado y sus obras sirvieron de inspiración para otras destacadas figuras como Richard Wagner, Richard Strauss, con el que a pesar del apellido común no le unía parentesco alguno, o Johannes Brahms, amigo personal.
Su obra cumbre
Aunque también dedicó parte de su repertorio a las operetas, entre las que se encuentran ‘El Murciélago’, ‘Una Noche en Venecia’ y ‘El Barón Gitano’, las polcas o las marchas, en estos géneros ni mucho menos alcanzó el éxito imperecedero de sus valses, las composiciones de su obra que hoy siguen siendo internacionalmente conocidas. ‘El Danubio Azul’, de 1866, es su obra cumbre y una de las piezas más populares y universales de la música clásica. Actualmente, cuando han pasado 200 años desde el nacimiento de su autor, esta pieza se interpreta en todo tipo de eventos y fiestas, y es querida en Austria como una suerte de segundo himno nacional.
Johann Strauss II, el hijo que ensombreció a su padre, murió en Viena el 3 de junio de 1899, a los 73 años, víctima de una neumonía. Trabajaba entonces en el ballet ‘Cenicienta’, la última de un sinfín de creaciones en una carrera exitosa, tan popular en el siglo XIX como la de cualquier icono del pop actual. Cada Concierto de Año Nuevo de Viena recuerda todavía al célebre rey del vals, el compositor que elevó esta danza antigua, procedente de los entornos campesinos del Tirol austriaco y el sur de Alemania, hasta los suntuosos palacios de la Corte Imperial de los Habsburgo.