La reciente película ‘Dunkerque’ ha hecho revivir un histórico episodio de la Segunda Guerra Mundial. Con motivo su estreno mundial, hemos hecho un recorrido por Nord-Pas de Calais, la región norteña de Francia que tuvo gran protagonismo en las dos grandes contiendas bélicas europeas.
Texto y fotos: PEDRO GRIFOL
Durante la Edad Media, el norte de Francia, es decir: el territorio que colinda con la frontera belga, pertenecía al principado feudal de Flandes (Flandre en francés, Vlaanderen en flamenco). En la actualidad, la región recibe el nombre de Nord-Pas de Calais y pasa por ser una de las regiones francesas más desconocidas turísticamente hablando… inclusive para los propios franceses. Todavía hoy en día muchos habitantes de esta zona continúan hablando el idioma flamenco orgullosos de su cultura flamand.
La reciente película ‘Dunkerque’, del británico Christopher Nolan, estrenada este mismo verano y destinada a convertirse en un clásico del género bélico, ha hecho que incluso los jóvenes actores de la película buscaran en Internet la ubicación del lugar y se empaparan de lo elemental del episodio histórico acontecido en una de las playas más largas de Europa en mayo de 1940: Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando Hitler parecía invencible, casi 400.000 soldados británicos y franceses quedaron rodeados por los nazis en Dunkerque. Churchill dio luz verde a la Operación Dinamo, que consistía en rescatar a las tropas por mar. La película, definida por el propio Nolan como “un film épico intimista”, narra lo que posteriormente se conoció como ‘el milagro de Dunkerque’; ya que, aunque 35.000 soldados acabaron como prisioneros de guerra, 340.000 pudieron ser evacuados.
Sin embargo, no es primera vez que esta región francesa aparece en una película. ‘Bienvenidos al norte’ (Dany Boon, 2008), se convirtió en el mayor éxito taquillero de la historia del cine francés. La película puso de relieve los tópicos del norte en clave de humor, y originó un boom turístico nacional. Parte de la película se rodó en Bergues, una antigua ciudad minera a la que ahora los turistas franceses acuden a hacerse un selfie frente a la barraque à frites (puesto de patatas fritas) que aparece en la película convertido en un ‘icono viral’. Bergues también tiene parte de su historia compartida con España, ya que Carlos V, rey de España, en 1555, traspasa a su hijo Felipe II las 17 provincias de los Países Bajos, entre las que se encontraba el norte flamenco francés. Por aquellos parajes desfilaron los Tercios de Flandes.
De aquellos tiempos de las colonias data el edificio de Le Bruegel, ahora convertido en uno de los mejores restaurantes del norte francés -¡y es decir mucho!-. Ocupa las dos plantas de una nobiliaria casona española que conserva la fecha 1597. El edificio, ejemplo palpable de la arquitectura de ladrillo visto de la época y apodado la maison espagnole, es el templo de la buena mesa de la zona. Sus especialidades flamencas son famosas, sirva como ejemplo su waterzoï de poissons (guiso de rape, salmón y mejillones con salsa de nata).
Nueve kilómetros más al norte se encuentran las Dunas Flamencas, un ecosistema único que alberga cientos de plantas junto al mar, por entre las que, cuando la marea lo permite, podemos caminar pisando la arena mojada. Sobre esas dunas se edificó una de las ciudades que tuvo más significación durante las dos guerras mundiales acontecidas en el siglo pasado. Volvemos a hablar de Dunkerque, nombre que significa precisamente ‘iglesia de las dunas’ en flamenco. Es la segunda ciudad portuaria más importante de la Costa Atlántica, y también ha sido protagonista de otras dos películas (además de la reciente ‘Dunkerque’): ‘Fin de semana en Dunkerque’ (Henri Verneuil, 1964), entrañable historia de amor de un soldado francés durante la ocupación nazi; y ‘Expiación’ (Joe Wright, 2007), con su memorable secuencia descriptiva del bombardeo en la playa de Malo-Les-Bains. Así que es el momento de descubrir sus calles reales -¡sin trucos de cine!- y de tomar mejillones con salsa de maroilles (el peculiar queso de la zona) al lugar preferido por Nolan: La Cocotte, situado en primera línea de playa. No hay nada como el cine para promocionar un enclave.
Claro que si de enclaves de la guerra se trata, toda la costa de la región está salpicada de ellos. Para los aficionados a estos temas bélicos, en la llamada Côte d’Opale (Costa de Ópalo), definición de la que son responsables un grupo de pintores conocido como l’École d’Etaple que la llamaron así por la cambiante interacción de grises, verdes y azules del mar y el cielo, abundan los restos de búnkeres de la II Guerra Mundial y los restos del famoso Muro del Atlántico, como las baterías Oldenburg y Todt… o la Lindemann, que reunió el mayor conjunto de cañones del paso de Calais.
Por cierto -y como anécdota-: También Napoleón se quedó con las ganas de cruzar el Canal de la Mancha desde las playas de la Costa de Ópalo. La estatua del emperador francés (de espaldas a Inglaterra), en Boulogne-sur-Mer, conmemora su ilusorio proyecto.
Después del repaso al pasado por la Costa de Ópalo, volvemos a Lille, que es por donde deberíamos haber empezado el recorrido, puesto que es la ciudad mejor comunicada por tren desde París. Lille es la cuarta ciudad mayor de Francia, y la tercera ciudad universitaria del país, datos que hacen presuponer que no es una ciudad aburrida… sino todo lo contrario. Dicen los ch’ti (habitantes de Nord-Pas-de-Calais) que en Lille no hay semana sin festejo popular. Su vida nocturna tiene una actividad inusual impulsada por los miles de estudiantes que la pueblan.
La visita obligada se centra en el casco antiguo, y en particular en la Grand Place, una plaza muy colorida con casas de todos los siglos y de todos los colores repletas de guirnaldas, angelitos y angelotes, cornucopias doradas, atlantes y cariátides… que son vigilados por La Déesse, la diosa símbolo de la ciudad, situada en lo alto del fuste de la columna que preside la plaza. Merece la pena ver la catedral, aunque sea solamente por su fachada sorprendentemente moderna. Y lo que también merece una visita, esta vez gastronómica, es el espacio Les Domaines Qui Montent, un lugar ideal para degustar vinos y quesos de la región…No en vano a sus catas de cervezas las llaman l’echappèe belle (la escapada bonita), haciendo un juego de palabras entre bière (cerveza) y belle (bonita).
No podemos dejar la región sin hacer la visita al último búnker de los nazis. Ubicado en el pueblo de Helfaut -a 60 kilómetros de Lille y 50 de Dunkerque-. Se le conoce como La Coupole y se trata de la mayor construcción blindada creada por el ejército de la Alemania Nazi entre 1943 y 1944. Diseñada como un sitio inexpugnable de producción y almacenamiento de los cohetes V2, con los que Hitler pretendía atacar Inglaterra. El lugar fue descubierto, pero no pudo ser destruido. El Führer ordenó su abandono en julio de 1944, antes de que fuera terminado y antes de lanzar un solo cohete. Poco después, la guerra terminó.
Hoy en día La Coupole se ha transformado en un museo en torno a tres temáticas: La ocupación en la zona norte del Paso de Calais; Las armas secretas alemanas; y La conquista del espacio durante la Guerra Fría. Ineludible visita para ejercitar la memoria.
Así que… bien gracias al cine, o ¿por qué no? gracias a lo que acaba de leer, piense en una escapada a esta interesante región francesa de Nord-Pas de Calais, situada (geográficamente) por encima de la eterna París.
Además, con eso del cambio climático la zona ha salido ganando, porque ahora es más soleada. Y estamos a la expectativa de cómo será la cosecha de este año de su peculiar vino de Haillicourt ¡etiquetado Charbonnay! -un juego con la palabra charbon (que significa carbón)-… Y no se puede decir más porque es un secreto.
Como ir:
La compañía Air France vuela diariamente a Paris. Desde la capital de Francia, el tren TGV conecta con Lille (capital de la región Nord-Pas de Calais) cada hora.
Más información:
www.tourisme-nordpasdecalais.fr