Dos Mundiales, tres Europeos y el oro en los Juegos Olímpicos de Río convierten a la jugadora onubense en la referencia de este deporte en España
Texto: JAVIER VARELA
Carolina Marín es el bádminton en España. Acumula títulos y desde 2014 lo ha ganado todo. Dos Mundiales, tres Europeos, los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro… Hoy su vida no se entiende sin una raqueta y un volante, pero si no hubiera sido por su amiga Laura jamás se hubiera iniciado en este deporte. Con 8 años cambió el escenario flamenco por las pistas y comenzó una carrera que le ha permitido situar a España en el mundo del bádminton. «Entonces era muy mala y dudo que se pudiera ver a una campeona en aquella niña, pero lo que sí mantengo es mi carácter y las ganas de competir día a día», confiesa esta onubense que ya se ha hecho un hueco en el deporte español.
Tras haber ganado todo lo que se puede ganar la motivación la mantiene intacta, «porque es algo intrínseco en nuestra mentalidad». «Siempre queremos más, seguir ganando. Y hacer historia». recalca. Y cuando se le preguntan por los próximos objetivos y si hay algo más grande que conseguir un oro olímpico es rotunda: «Conseguir dos». Eso sí, mientras en China y en la India le piden autógrafos y es una personalidad, en España pasa de puntillas y tiene el privilegio de poder vivir de su deporte: «Todos los éxitos que he conseguido me lo permiten, pero lo que me duele es que no sea lo habitual en mi deporte».
Y si el volante que golpea en la pista es su vida, el volante de los coches también es importante, ya que su padre se ha pasado media vida dentro de un coche, «porque es repartidor de material de papelería y ha hecho una cantidad de kilómetros enorme». Eso sí, Carolina se confiesa como una «una buena conductora». «Aunque soy joven y con el tiempo se gana experiencia», aclara. Y desvela entre risas: «Cuando conduzco no grito, aunque hay veces que ves cada cosa en la carretera… y la manera de conducir de algunas personas que te impresiona».
¿Cómo empezó a jugar al bádminton? ¿Quién le metió el gusanillo por el deporte?
Todo surgió a raíz de una amiga mía, que ya jugaba. Un día la acompañé a un entrenamiento, probé y me encantó.
Desde los 8 años jugando al bádminton… ¿Qué sigue habiendo de aquella niña?
¡Y lo que queda! (risas) Lo que se ve hoy en la pista es una evolución de la niña de entonces. Era muy mala y dudo que se pudiera ver a una campeona en aquella niña. Lo que sí mantengo es mi carácter y las ganas de competir día a día.
Con 12 años ganó su primer Campeonato de España. ¿Cómo lo recuerda?
Lo recuerdo como una experiencia muy bonita. Jugaba contra gente mucho más mayor que yo y ya tenía ese carácter competitivo de querer ganar siempre. Me encantaba. Ganar aquel Campeonato de España en Arjonilla, con mis padres al lado y tras una final muy intensa fue precioso.
Y luego conoció a Fernando Rivas, que desde entonces es su entrenador y una persona que le ha cambiado la vida.
Siempre digo que Fernando ha ejercido como padre, amigo y entrenador. Ha sido fundamental en este camino.
«¿Los gritos? Me salen de manera instintiva. Son una manera de transmitir mi energía a la pista»
Fue coleccionando medallas y títulos en categorías inferiores hasta que llegó 2014 cuando se proclamó campeona de Europa y del mundo.
Gané muchos títulos entonces, pero es cierto que en esas categorías es un poco engañoso. Algunas jugadoras dan el salto de calidad más tarde e incluso algunas apenas compiten en campeonatos internacionales porque el nivel en sus países de origen es muy alto. 2014 fue algo increíble. Sólo dos años antes había estado en los Juegos Olímpicos de Londres y fui eliminada en la fase de grupos precisamente por la jugadora que ganó el oro y a la que gané en la final del Campeonato del Mundo en 2014.
¿Cómo asimila eso una persona de 19 años?
Digamos que ese paso se adelantó unos años. Pero lo tomé como algo positivo.
Y su medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río… ¿Hay algo más grande que conseguir esa proeza?
¿Conseguir dos? (risas). Fue la culminación al trabajo de muchos años y desde luego que supuso cumplir un sueño. Pero ahora queda mucho camino por recorrer y trabajo para que haya más éxitos.
¿Y cómo se motiva un deportista después de tocar la gloria?
Es algo intrínseco en nuestra mentalidad. Siempre queremos más, seguir ganando. Y hacer historia, ¿por qué no?
Y cuando uno se acostumbra a ganar, ¿cómo se gestionan las derrotas?
Como una parte más del aprendizaje. Hay que tomárselas así. Es la mejor manera de seguir mejorando.
La sensación que transmite es que el aspecto psicológico es muy importante en su juego. ¿Por eso grita en los puntos?
Es muy importante porque no todo es el trabajo en la pista, aunque sí que es la parte más importante. Fernando entiende el bádminton de una manera global y de esa manera trabajamos. ¿Los gritos? Me salen de manera instintiva. Son una manera de transmitir mi energía a la pista.
¿Siente una responsabilidad mayor por ser una pionera en el bádminton?
Siento que estoy ayudando a mi deporte, a lo que más feliz me hace. No lo entiendo como una responsabilidad. Quizás más como un orgullo y una recompensa a mi trabajo. Ojalá que cada vez lo practique más gente, crezca más y reciba más apoyos.
¿Qué hace falta para que el bádminton dé ese salto para poder vivir de él?
Todos los éxitos que he conseguido me permiten vivir de lo que hago. Lo que me duele es que no sea lo habitual en mi deporte. Lo que se necesita es mayores apoyos, como decía antes, desde todos los ámbitos y ayudar en la base para que los niños aprendan mejor y puedan alcanzar niveles más altos.
«No salgo nunca sin un colgante en el que llevo a la Virgen del Rocío, mi inicial y la del nombre de mi chico»
¿Y cómo se lleva ser más conocida fuera de España?
Por suerte he conseguido un enorme reconocimiento en los últimos años en España gracias a los Mundiales y los Juegos Olímpicos. Pero sí que es cierto que el bádminton es un deporte más importante en otros países y desde hace tiempo allí me hacen sentir como una estrella.
¿Es fácil hacer amigos en el circuito del bádminton?
Nos conocemos todos, prácticamente. Pasa un poco como en el tenis: vamos casi siempre los mismos a los torneos. Luego siempre hay algunas jugadoras con las que te llevas mejor, claro.
Carolina Marín no sale a la pista sin…
No salgo nunca sin un colgante en el que llevo a la Virgen del Rocío, mi inicial y la del nombre de mi chico.
¿Qué le queda por conseguir en el mundo del bádminton? ¿Y fuera?
Queda muchísimo. Siempre hay nuevos objetivos. Fuera, ya se verá.
Entre competiciones, concentraciones y eventos, ¿le quedan muchos días libres?
Muy pocos. A Huelva voy un par de semanas al año y en Madrid sólo los domingos los tengo completamente libres.
Y en qué invierte ese tiempo de ocio.
Me encanta salir a pasear con mis perros y mi novio, ya sea por algún parque o a la montaña. Todo lo que me permita desconectar.
«Me considero una buena conductora, aunque soy joven y con el tiempo se gana experiencia, claro»
Su padre se ha pasado media vida dentro de un coche
Sí, mi padre es repartidor de material de papelería y ha hecho una cantidad de kilómetros enorme.
Hablando de volantes, ¿le gustan los coches? ¿Cuál es su favorito?
Me gustan mucho, más allá de que sea mi medio de transporte habitual para ir a los entrenamientos o para bajar a Huelva. El que más me ha llamado la atención precisamente es el que tengo ahora: el Toyota C-HR.
¿Se sacó el carnet a la primera?
Me lo saqué a la primera, sí. Los dos, tanto el teórico como el práctico. Me considero una buena conductora, aunque soy joven y con el tiempo se gana experiencia, claro. Pero creo que conduzco bien.
¿También grita cuando conduce?
¡Qué va! (risas). Cuando conduzco me gusta estar atenta a la carretera e ir escuchando mi música, pero sí que es cierto que aunque no grite hay veces que ves cada cosa en la carretera y la manera de conducir de algunas personas que te impresiona.
¿Qué coche se compraría sin dudarlo?
No sé decir uno en concreto, la verdad. Cuando voy por la calle o conduciendo me fijo en los coches y siempre hay muchos que me gustan.
¿En qué país se conduce peor?
Podría ser China. Es un país con un tráfico catastrófico, con la de millones de personas y de coches que hay, además de la contaminación que tienen. Y en la India también el tráfico es muy caótico. Hay veces que incluso te encuentras coches en sentido contrario por tu carril… Hay veces que impresiona.