El 8 de diciembre de 1980 el legendario fundador de los Beatles fue asesinado a tiros por un fan cuando regresaba al edificio Dakota de Nueva York, donde residía. El día en el que Mark Chapman mató a John Lennon.
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
En la mañana del 8 de diciembre de 1980, John Lennon, que triunfaba en solitario una década después de separarse de los Beatles, tenía programada una sesión fotográfica para la revista ‘Rolling Stone’ junto a su mujer, Yoko Ono, cuyo resultado vería la luz tiempo después, en la edición de junio de 1981. Después de someterse al objetivo de Annie Leibovitz en su apartamento del edificio Dakota de Nueva York, el célebre músico británico concedió una entrevista a Dave Sholin para un programa musical de la emisora RKO Radio Network. Serían sus últimas declaraciones públicas.
Poco después, cuando abandonaba el edificio para dirigirse al estudio de grabación, se detuvo junto a la legión de seguidores que solían esperar ante su vivienda en busca de su preciado autógrafo. Entre esa multitud se encontraba Mark Chapman, el hombre que horas después acabaría con su vida. El fan de los Beatles le pidió a su ídolo que firmase su ejemplar de ‘Double Fantasy’, el álbum estrenado por el cantante y su esposa unas semanas antes, y el momento fue inmortalizado como si de un oscuro presagio se tratase por el fotógrafo Paul Goresh.
Nadie podía imaginar que tras ese seguidor se escondía un hombre obsesionado, con un enorme historial de problemas psiquiátricos a lo largo de una comleja vida y que había viajado por primera vez a Nueva York con el objetivo de unir para siempre su nombre al de John Lennon a través del asesinato, por el que fue condenado a cadena perpetua y por el que hoy en día continúa en una prisión de máxima seguridad del estado de Nueva York. Una cuestión de «gloria personal», tal y como confesó este mismo año, en una declaración para evaluar la posibilidad de aplicarle la libertad condicional, un extremo descartado por undécima vez a tenor de la sangre fría que Chapman muestra cuatro décadas después de acabar con la vida del que fuera fundador de los Beatles.
Después de una intensa jornada de trabajo vespertino en los legendarios estudios de grabación Record Plant, Lennon y Ono regresaban a su domicilio ya de noche, poco antes de las once. La limusina en la que viajaba la pareja se detuvo ante la acera, ya que el cantante prefería volver a detenerse junto a los admiradores que le esperaban de nuevo y no acceder directamente al patio del edificio a bordo del vehículo. Su esposa se adelantó ligeramente y cuando él se disponía a cruzar el arco del conocido edificio renacentista, fue tiroteado.
Cinco veces disparó Chapman, alcanzando en hasta cuatro ocasiones el cuerpo de la víctima, que sufrió heridas en el hombro, el tórax, el pulmón izquierdo y la aorta, algunas de ellas fatales. El portero del edificio Dakota, José Sanjenís Perdomo, un cubano exiliado en Estados Unidos y exagente de Fulgencio Batista, desarmó a Chapman, que permaneció sentado en la acera, aparentemente calmado, consciente de haber cometido el crimen a tenor de sus palabras y dejando caer al suelo un ejemplar de ‘El guardián entre el centeno’, de J. D. Salinger. No fue algo casual, se trataba del libro con cuyo protagonista, Holden Caulfield, un icono de rebeldía juvenil, se sentía identificado el asesino. Así lo encontraron los agentes Steve Spiro y Peter Cullen cuando llegaron al lugar.
Menos de media hora después, una de las figuras más grandes de la música del siglo XX perdía la vida en la sala de emergencias del Hospital St. Luke’s-Roosevelt, donde fue trasladado de urgencia en la parte trasera de un segundo coche de la Policía de Nueva York y donde los médicos intentaron reanimarle sin éxito. Yoko Ono también se desplazó al centro hospitalario y entró en shock tras conocer el fatal desenlace. Al día siguiente, la artista japonesa anunció a través de una declaración que no se llevaría a cabo funeral alguno por expreso deseo de la familia. El cuerpo de John Lennon, que dejó dos hijos de 17 y 5 años, Julian y Sean, fue cremado y las cenizas presuntamente esparcidas por Ono, un extremo nunca confirmado por ella.
El perfil del asesino
¿Qué llevó a este seguidor de los Beatles y de John Lennon en particular a cometer el asesinato? Esta es la gran pregunta que se han hecho investigadores, historiadores, periodistas musicales y fans durante cuatro décadas y cuya respuesta quizás sólo llegue a conocer el propio Mark Chapman, un hombre que ya había dado síntomas de fuertes desequilibrios emocionales a lo largo de su vida. Nacido en Texas en 1955 e hijo de un sargento de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y una enfermera, fue un niño marcado por el maltrato de su padre a su madre y a él mismo, según sus propias palabras, y por una adolescencia que discurrió entre el acoso escolar y el consumo de drogas.
Pese a todo, fue capaz de reconducir su vida a través de un ambiente cristiano y graduarse en el Columbia High School de Decatur, en Georgia, desde donde se trasladó a Chicago. Allí tocaba la guitarra en iglesias y locales cristianos antes de regresar a Georgia para comenzar sus estudios en la Universidad Covenant, ubicada en Lookout Mountain. En esta etapa regresaron muchos de sus fantasmas, pues acabó dejando la universidad y su relación sentimental fracasó. Fue entonces cuando comenzó a tener pensamientos suicidas. De hecho, en 1977, a los 22 años, intentó quitarse la vida inhalando monóxido de carbono a través de un tubo que conectó desde el escape de su vehículo hasta el interior del mismo. La tentativa de suicidio fracasó y fue internado en un hospital psiquiátrico, donde le diagnosticaron depresión.
Ya en 1978, tras recuperarse de este terrible episodio, se lanzó a un viaje de varias semanas por todo el mundo, en el que comenzó una relación sentimental con su agente de viajes, Gloria Abe, con la que se casó en 1979. Inició entonces otra fase turbulenta de su vida, marcada por el consumo de alcohol y trastornos psiquiátricos que le hacían «escuchar voces». La música de los Beatles y en particular la figura de John Lennon, dos aficiones de hacía algún tiempo, se convirtieron en obsesiones enfermizas, en un proceso de desmoronamiento que él mismo reconocía en una carta a una amiga firmada como ‘El guardián entre el centeno’, otra obsesión particular. Era ya septiembre de 1980 y nada ni nadie pudieron impedir que apenas unas semanas después, el 8 de diciembre de 1980, Mark Chapman pasase a la historia como el asesino de John Lennon. Han transcurrido ya 40 años, la edad con la que falleció el músico.