La compañía danesa, que con casi 90 años de historia sigue haciendo las delicias de los amantes de la construcción en bloques, celebra desde 2015 cada 2 de abril su Día Mundial.
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
En 1918, un carpintero y maestro ebanista danés llamado Ole Kirk Christiansen puso en marcha su propio negocio familiar en la localidad danesa de Billund, en aquel momento apenas una pequeña comunidad rural en la que la llegada del ferrocarril en 1914 tampoco había supuesto un gran desarrollo. Los vaivenes del periodo de entreguerras y la gran depresión de la economía mundial derivada del Crack del 29 en Estados Unidos llevaron a Christiansen a la fabricación de muebles y finalmente, a partir de 1932, en exclusiva a la de juguetes de madera.
El cambio de propósito de la empresa también supuso la variación de nombre al acrónimo Lego, derivado de la expresión danesa ‘leg godt’, en castellano jugar bien, y la entrada en el negocio de Godtfred Kirk Christiansen, hijo de Ole Kirk, cuando era tan solo un niño de doce años. En los siguientes años, Godtfred será el diseñador de muchos de los modelos de Lego y finalmente tomará las riendas de la compañía en 1940 para abrir una etapa de expansión incluso internacional.
La llegada de la Segunda Guerra Mundial y las dificultades para la importación de metal provocaron el auge de los clásicos juguetes de madera de Christiansen, que se convirtió en una auténtica celebridad en el país nórdico. Los rigores de la guerra acabarían llegando también a la producción de madera, y con ello y varios incidentes en forma de incendios, Lego se pasó al plástico, el material con el que se haría mundialmente conocido a lo largo de las siguientes décadas.
La adquisición de una máquina para moldear figuras por inyección de plástico, la primera de esas características en Dinamarca, supondrá la ventaja competitiva definitiva y los beneficios de Lego compensarán en tiempo récord la cuantiosa y ambiciosa inversión. Ya a finales de los años cuarenta, el pequeño negocio familiar se había desarrollado hasta los 50 empleados, producía dos centenares de modelos de juguete distintos e incluso había probado suerte con las exportaciones, convirtiéndose en un motor económico de la pequeña Billund.
Los colores y el sistema de enganche
La siguiente década traería consigo la expansión definitiva, al amparo de la recuperación del viejo continente tras la Segunda Guerra Mundial. Lego contaba ya en la década de los cincuenta con su planta de producción con cantina propia para los trabajadores de la empresa, había creado sendos departamentos de estudio de mercado y fotografía, estaba registrada al fin oficialmente en Dinamarca como marca, había puesto en marcha la exportación de productos ya de forma seria e incluso contaba con una película sobre la historia de la compañía, rodada por Christian Lund en blanco y negro y sin sonido.
Sin embargo, dos innovaciones formales le habían dado a la compañía en estos años la clave de su diferenciación definitiva como producto: la utilización de pequeños ladrillos de vivos colores al más puro estilo Mondrian y la introducción de un sistema de enganche con salientes sobre el ladrillo y tubos bajo el mismo que ofrecía la posibilidad de combinarlos de muy diversas formas. Lego ya era lo que hoy conocemos y lo que la hace totalmente reconocible en todo el mundo.
Los sesenta ya fueron una década de ventas en todo el mundo, incluida España desde 1965, con la introducción de la rueda como elemento. Sus diseños ya contaban con instrucciones precisas aunque, en un aspecto también importante para entender la filosofía de la empresa, permiten un número casi ilimitado de combinaciones que alimentan la imaginación de pequeños y no tan pequeños y estiran hasta el infinito las posibilidades de juego.
Legoland
El otrora pequeño negocio de Ole Kirk se convirtió en toda una multinacional que en los setenta llegó a representar el 1 % del PIB de Dinamarca y desde 1968 pasó a contar con su propio parque temático, Legoland, auténtico punto de referencia de Billund, desbordada por la afortunada creación de su vecino más ilustre. Más de 3.000 personas acudieron a ese pequeño mundo en piezas el día de la inauguración y unas 650.000 pasaron por allí a lo largo del primer año de vida del parque, que poco tiempo después ya presumía hasta de una película propia.
El paso del tiempo provocó el segundo relevo al frente de la compañía, con la entrada en escena de Kjeld Kirk Christiansen, hijo de Godtfred y tercera generación de la familia. Bajo su liderazgo, Lego lanza Duplo, una gama destinada a menores de cinco años, como fuente de estímulo de la creatividad de los más pequeños. Asimismo, y con el final de la patente de sistema de bloques en 1981, que provocó la aparición de competidores que utilizaban la idea aunque la comercializaban a precios más económicos, la compañía danesa optó por un desarrollo aún mayor del producto y por el lanzamiento de una línea destinada al público adulto, llamada Lego Creator Expert y que evidentemente jugaba con la nostalgia de varias generaciones cuya infancia estuvo marcada por las piezas de colores y sus combinaciones.
Más allá de las exhibiciones mundiales, los récords, los concursos y la recreación de paisajes, monumentos, edificios e incluso personas, Lego fue entrando en un lento declive a lo largo de los noventa, con la aparición de los videojuegos como nuevos reyes del ocio infantil y adolescente. La situación económica de la empresa comenzó a tornarse en muy delicada con la llegada del nuevo milenio. Las pérdidas ascendían en 2004 a más de 200 millones de euros y eso llevó a los Christiansen a la trascendental decisión de dejar por primera vez la empresa en manos de una persona ajena a la familia.
Jorgen Vig Knudstorp asumió entonces la dirección ejecutiva de Lego con apenas 35 años y reflotó la compañía en base a una modernización que, eso sí, deslocalizó en gran medida la producción y, sobre todo, recuperó toda una gama de modelos destinados al recuerdo del público adulto. De la mano de Warner Bros, la compañía que fundó Ole Kirk se introdujo de lleno en el mercado audiovisual a través de películas y series y ya en 2015, como líder mundial de ventas de juguetes, se fijó el 2 de abril como el Día Mundial de Lego (Lego Global Day), en referencia a las dimensiones de 2×4 de esos ladrillos de infinitas combinaciones, capaces de recrear el mundo entero haciendo las delicias de pequeños y mayores.