Así ha cambiado el sistema operativo concebido para cámaras desde que naciera en septiembre de 2008, de la mano del T-Mobile G1 en Estados Unidos, conocido como HTC Dream en el resto del mundo.
TEXTO: ARANTXA HERRANZ
Fue en septiembre de 2008 cuando el primer smartphone con Android vio la luz: el T-Mobile G1 en Estados Unidos, conocido como HTC Dream en el resto del mundo. Un terminal con su pantalla táctil deslizante de 3,2 pulgadas y un teclado físico QWERTY. Llegaba casi dos años después de que Apple lanzara su primer iPhone en enero de 2007 y casi un año después de que se anunciara la primera beta pública de Android para desarrolladores. Pero, sobre todo, llegó cinco años después de que se iniciara el desarrollo de un sistema operativo que fue pensando originalmente para cámaras digitales.
Andy Rubin, creador y principal ejecutivo en el desarrollo de Android durante muchos años en Google (compañía a la que se unió cuando esta compró Android Inc., la empresa que lo desarrolló originalmente), reconoció en el Japan New Economy Summit de 2013 que esta plataforma no estaba ideada para teléfonos móviles, sino para cámaras digitales. La idea era conectar cámaras, con o sin cable, a ordenadores personales y luego sincronizar las fotos con un servidor en la nube, conocido como «Android Datacenter». Pero la caída del mercado de las cámaras digitales y el rechazo de algunos inversores hicieron virar los planes hacia los smartphones.
En aquel momento, el mercado de teléfonos móviles aún estaba dominado por jugadores como Blackberry, Palm OS, webOS, Windows Mobile y Symbian. «Me preocupaba Microsoft y me preocupaba Symbian, pero aún no me preocupaba el iPhone», llegó a reconocer Rubin. Todos estos sistemas operativos exigían el pago a los fabricantes de terminales que quisieran usar su plataforma (a imagen y semejanza de lo que ocurría con los ordenadores personales, en los que los fabricantes del hardware pagaban a Microsoft por usar Windows). Android decidió cambiar las reglas de juego y ofreció su plataforma de forma gratuita. El negocio estaría en vender otros servicios, aplicaciones y juegos.
Código abierto
La decisión de ofrecer este software de manera gratuita y que su código fuera abierto fue clave para la expansión de Android, especialmente en mercados emergentes. Mientras que el precio de un smartphone de Apple podía rondar los 500-700 dólares en aquellos años, un dispositivo Android que también podía conectarse a Internet y que ofrecía una experiencia de usuario similar (tanto a nivel de apariencia gráfica como de aplicaciones) podía adquirirse por 100-150 dólares.
El que fuera de código abierto permitía a cada fabricante personalizar su interfaz y su experiencia, lo que también permite que cada fabricante de teléfonos móviles diferenciarse del resto, pese a utilizar una plataforma común.
Sin embargo, el hecho de que Google no tenga ese control tan férreo como el que Apple tiene sobre su propio sistema operativo (iOS) pronto delató dos de los principales problemas a los que se ha tenido que enfrentar históricamente Android: la fragmentación y el malware.
Empezando por este último, y aunque ningún sistema operativo es 100% seguro, los delincuentes han tenido más facilidades y se han dirigido más hacia esta plataforma móvil que hacia los iPhone. Tampoco ayuda el hecho de que, debido a la fragmentación, muchos clientes usan versiones antiguas y poco actualizadas del sistema operativo, lo que facilita la propagación de estos códigos maliciosos.
La fragmentación hace referencia a la variedad de versiones diferentes que, sobre el mismo sistema operativo, hay entre los usuarios (Google ha publicado 24 versiones del sistema operativo Android desde 2008). No en vano, numerosas empresas crean sus propios dispositivos con Android precisamente porque pueden hacerlo por ser de código abierto. Mientras que en iOS los usuarios suelen tener siempre la última versión, en Android la llegada de estas últimas novedades es muy dispar entre operadoras y fabricantes de terminales (el despliegue de actualizaciones está en manos de las marcas y fabricantes que deciden utilizarlo en sus dispositivos), lo que conlleva problemas de seguridad y de rendimiento de aplicaciones. Las versiones más antiguas del sistema operativo acaban albergando problemas que obligan a la nueva versión a «parchearlas», eliminando vulnerabilidades importantes.
Menos ventas, más mercado
Basta con echar un vistazo a los números que publica la propia Google en Android.com para hacernos una idea del tamaño y la complejidad que supone esta fragmentación: hay 24.000 dispositivos diferentes de más de 1.300 marcas disponibles en el mercado que usan este sistema operativo.
Quizá por todo ello, Apple sigue siendo, como marca, la compañía que más teléfonos móviles vende, aunque seguido muy de cerca por Samsung. Sin embargo, la mayoría de los usuarios de smartphones emplean un Android: a día de hoy, 7 de cada 10 teléfonos móviles del mundo tienen Android como sistema operativo, según Statista. En España, la cuota de mercado es incluso mayor: 76,21%.
Con nombre dulce
Como decíamos antes, Google ha lanzado hasta la fecha 24 versiones del sistema operativo. Muchas de ellas tenían en común que cada actualización llevaba el nombre de un dulce: Cupckae, Donut, Lollipop, Gingerbread, Oreo…
De hecho, desde 2009 Google bautizaba a cada una de estas nuevas versiones con el nombre de un postre y todos ellos seguían el orden alfabético; a Android Cupcake le siguió Donut, después vino Eclair, tras lo cual llegó Froyo… así hasta Pie en 2019, cuando se ponía punto y final a esta secuencia para seguir un orden numérico.
¿La razón para este cambio? Cuestiones de accesibilidad e inclusión, dado que los usuarios reconocían que los nombres elegidos no siempre eran intuitivamente comprensibles para todo el mundo. Porque puede que para los angloparlantes estuviera claro qué es un Froyo, pero para el resto de los miles de millones de usuarios de Android… no tanto.