Frank Sinatra, el hombre que marcó la música del siglo XX a golpe de carisma, romances y amistades peligrosas, murió en la meca artística de Hollywood en 1998.
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
El 14 de mayo de 1998 se apagó para siempre la voz del sueño americano. Frank Sinatra, uno de los más grandes símbolos de la música del siglo XX, falleció a los 82 años en la meca artística de Hollywood, víctima de un ataque al corazón. Dejó huérfano a Estados Unidos, el país al que había puesto banda sonora durante décadas.
Legó para la historia matrimonios y aventuras amorosas de película, múltiples anécdotas con algunas de las figuras que marcaron la historia contemporánea, amistades peligrosas y esa pose de galán romántico de aura melancólica, pero también la soledad y la incomprensión que conlleva el peso de la fama… Y es que el legado artístico y personal de Sinatra es casi incomparable, con esa forma tan particular de entender el oficio, desde la profesionalidad pero también a través de una personalidad arrolladora, que copaba los focos en fiestas y reuniones sociales de la flor y nata norteamericana.
Ese cantante carismático, tan admirado por tantos, nació en 1915 en Hoboken (Nueva Jersey), en el seno de una familia de clase media y origen italiano. El pequeño Francis Albert fue un niño fascinado por la música, con un oído privilegiado desde la más tierna infancia, pero también un infante aficionado al boxeo, fruto de la dedicación de su padre a este deporte, de fuerte personalidad y con ese toque fanfarrón y orgulloso tan característico que dibujó su imagen pública posterior.
Lejos de tratarse de un estudiante modélico, el joven Frank compaginó la práctica del atletismo y la natación con las escapadas frecuentes del instituto A. J. Demarest, que abandonó en 1931 a los 15 años y sin llegar a conseguir el graduado. Comenzó a repartir ejemplares del periódico ‘Jersey Observer’ y conoció profundamente las calles y sus personajes más controvertidos. Allí empezó el joven Sinatra a tratar con pandilleros y acumular encontronazos con la policía mientras coleccionaba oficios de todo tipo. Clásica historia vital del hombre hecho a sí mismo. El sueño americano en estado puro.
En 1932 apareció en su vida Nancy Barbato, la que sería su esposa desde 1938. Por aquel entonces la influencia musical del cantante y actor Bing Crosby y un encuentro con el rey del tango, el argentino Carlos Gardel, condicionaron para siempre la carrera artística de La Voz. Ambos referentes modularon el estilo de Sinatra, que a finales de los años treinta comenzó a dar conciertos y se unió a la orquesta de Harry Arden como vocalista. Fueron años complicados para el artista y su mujer, que le siguió en sus giras por Estados Unidos y le acompañó en momentos duros en lo económico.
Así fue la puesta en escena del veinteañero Frank en las emisoras de Nueva York y así captó la atención del músico de jazz Tommy Dorsey, al que Sinatra siempre calificó como un «auténtico maestro». Juntó a él consiguió el primer número uno en la prestigiosa lista Billboard en 1940, con su interpretación de la canción ‘I’ll never smile again’, un tema de enorme popularidad durante los duros tiempos de la Segunda Guerra Mundial y que supuso la eclosión definitiva del cantante como fenómeno social de masas.
Ya nada fue lo mismo en la vida de Francis Albert Sinatra, que pasó a cosechar éxito tras éxito con sus canciones y debutó en el mundo del cine en 1941, con una aparición junto a la orquesta de Dorsey en ‘Las Vegas nights’. Su fama ya era incontenible y precipitó su carrera en solitario. Se estaba gestando el mito, entre los pasionales arrebatos de las multitudes de jóvenes que abarrotaban los teatros. Durante la primera mitad de los años cuarenta La Voz alcanzó el cénit de su popularidad, pero los escarceos amorosos, que cuestionaban la figura de hombre de familia con tres hijos, y una carrera cinematográfica que no terminaba de despegar minaron su popularidad entre el público a finales de la década.
Rescatado por el cine
En noviembre de 1951, cuando su relación con Ava Gardner (foto inferior) ya era un secreto a voces, Sinatra obtuvo el divorcio de Nancy, su primera esposa, y contrajo matrimonio con la actriz. Por aquellos años se discutía la calidad de las canciones que interpretaba y se vinculaba su música al pasado, pero la gran pantalla rescató su carrera con un recordado papel en ‘De aquí a la eternidad’, por el que obtuvo el Oscar al Mejor Actor Secundario en 1954. Comenzó entonces una etapa frenética, con hasta once películas y la puesta en marcha de su propia productora, que le reportó un sinfín de contactos en la industria de Hollywood y también una larga lista de romances con bellos rostros del séptimo arte como Judy Garland, Kim Novak o Lauren Bacall.
Los sesenta marcan el periodo de las grandes y en ocasiones también peligrosas amistades. Actúa en la gala inaugural de la presidencia de John Fitzgerald Kennedy, canta en un programa de televisión junto a Elvis Presley, mantiene una fugaz relación con Marilyn Monroe antes de su también breve matrimonio con la jovencísima Mia Farrow. Juega con fuego en sus cuestionadas relaciones con la mafia, que durante la década de los sesenta y principios de los setenta le sitúan varias veces ante la justicia. Una vida de película siempre al más puro estilo Sinatra, como inmortalizó con ‘My Way’ en 1969.
Llegó a dejar la música con un concierto homenaje celebrado en el teatro Los Angeles Music Center en junio de 1971, cuando todavía tenía 55 años. El retiro duró poco, pues en 1973 regresó a los estudios para grabar el álbum ‘Ol’Blue eyes is back’. Ese mismo año conoció a la modelo Barbara Marx, con la que tras varias idas y venidas marcadas por otras aventuras amorosas se casó por cuarta y última vez en su vida.
Incombustible
Sinatra recorrió el mundo cantando y mantuvo una actividad profesional incansable, pero también se volcó en su apoyo a Ronald Reagan para la campaña presidencial de 1980. Una estrecha amistad unía al cantante y al actor y político republicano desde la década de los cuarenta, cuando se conocieron a través de las habituales reuniones del ambiente cinematográfico.
En 1981 estrenó ‘El pecado mortal’, su última película, y en 1984 grabó su último disco con canciones nuevas, ‘L.A. is My Lady’, una suerte de guiño a la gran ciudad de la costa oeste, ese lugar que se convirtió en su hogar pese a haber nacido en el este del país y haber dejado para la historia su inolvidable ‘New York, New York’, de 1977.
Hasta bien entrada la década de los noventa y a pesar de su avanzada edad, Sinatra no paró de paladear las mieles del éxito en sus giras internacionales y por Estados Unidos. En 1993, a los 77 años, volvió al número uno de las listas de éxitos con el álbum ‘Duets’, en el que interpretaba algunos de sus grandes clásicos junto a artistas como Julio Iglesias, Bono o Liza Minnelli, con la que ya había actuado por todo el planeta en 1989.
La Voz se subió a los escenarios hasta que su salud se lo permitió. En febrero de 1995 ofreció su último concierto en una gala privada en el JW Marriott Desert de Palm Springs, en California. En diciembre de ese mismo año la muerte de su gran amigo, el cómico Dean Martin, sumió a Sinatra en una depresión que deterioró seriamente su salud. Ingresó varias veces en el hospital por diversos problemas antes de fallecer el 14 de mayo de 1998. La voz que ilustró en sus canciones el siglo XX en Estados Unidos se extinguió, pero el mito ya era inmortal. Frank Sinatra dejó para el recuerdo el legado de un mito que sigue brillando con luz propia 25 años después.