La festividad más importante de la ciudad de San Sebastián se celebra cada 20 de enero y congrega a personas de todas partes del mundo que cada vez se sienten más atraídas por su tradición y gastronomía.
TEXTO: MELISA CABALEIRO
FOTOS: DIARIO VASCO
Si hay una festividad destacada para cualquier donostiarra, esa es la Tamborrada, una celebración centenaria que discurre por las calles y barrios más destacados de San Sebastián. Cada 20 de enero, multitud de locales y turistas salen a las calles para festejar y disfrutar del replique de los tambores durante un día entero. Una celebración multitudinaria, a la altura de los Sanfermines en Pamplona o la Feria de Abril en Sevilla. El día grande de la ciudad comienza el 19 de enero a las 00:00 con la izada de la bandera en la plaza de Constitución. La sociedad Gaztelubide y los representantes de otras tamborradas se encargan de inaugurar una festividad en la que las melodías de Sarriegui encabezan la lista de sonidos presentes en las calles de todos los barrios (Lo Viejo, Gros, Amara…) En la misma plaza de la Constitución, justo 24 horas después, la Unión Artesana -la sociedad más antigua- es la encargada de poner el punto y final a la festividad en el tradicional acto de Arriada de la bandera. El año pasado fue la primera vez que esta sociedad estuvo acompañada por representantes de otras 45 tamborradas de la ciudad.
Pero entre el momento de inicio y el de cierre, se sucede un día de fiesta y diversión que atrae cada vez más a turistas españoles y extranjeros. En parte, porque no hace falta ser vecino ni pertenecer a una sociedad para poder formar parte de una celebración de la que no se tiene muy claro su origen. Unos piensan que comenzó en 1836 como una de las comparsas del carnaval donostiarra y que, poco a poco, se tomó como tradición el hecho de festejar al patrón recorriendo las calles de San Sebastián.
También se cree que pudo tener como origen el redoble que producían las mujeres con los cántaros para recoger agua en el siglo XVIII cuando esperaban su turno en una de las dos fuentes de la ciudad, imitando en señal de burla al sonido de los militares en sus cambios de guardia. Por aquella época, las tropas de Napoleón habían invadido la ciudad y gran parte de ella había sido destruida en un incendio. Sea como fuere, los tambores se convirtieron en protagonistas de esta fiesta, en la que por cierto, no pudieron ser partícipes las mujeres hasta 1980. Antes de esa fecha, solo podían ser cantineras en los desfiles. Más adelante, esta costumbre se fue modernizando, al igual que se introdujeron nuevas vestimentas. Actualmente, las mujeres se disfrazan de aguadoras y los hombres de soldados o cocineros, éstos últimos por la importancia en la fiesta de las sociedades gastronómicas.
Cada Tamborrada está constituida por entre 30 y 50 tamborreros y entre 50 y 100 barrileros. La máxima autoridad de cada compañía la ostenta el ‘tambor mayor’, que sirve de guía para llevar la cuenta de los golpes que los tamborreros y barrileros han de dar a los tambores.
La gastronomía, parte fundamental de la Tamborrada
En la Tamborrada, las sociedades gastronómicas son fundamentales para hacer de la fiesta una experiencia perfecta, que combine música y buena comida. De entre todas, destaca la sociedad gastronómica Gaztelubide, encargada durante décadas de inaugurar la fiesta haciendo sonar tambores y barriles en la plaza de la Constitución, mientras el alcalde iza la bandera de la ciudad y el público asistente entona la Marcha de San Sebastián.
Las tamborradas, ya comiencen por la mañana, por la tarde o por la noche, parten desde sus sociedades gastronómicas y desfilan por las calles cercanas. Además, la tradición ‘obliga’ a los dueños de los establecimientos a obsequiar a los miembros de la tamborrada con alguna bebida alcohólica. La comida también es importante en la previa de la festividad -durante la noche del 19 de enero- en la que se suele celebrar una cena tradicional que incluye consomé, angulas, solomillo y de postre la típica pantxineta o mamia (cuajada de leche de oveja).
La relevancia de las sociedades no es casual. Ya en 1881, el Ayuntamiento regaló a estas sociedades tambores y trajes de las tropas napoleónicas que se guardaban en el consistorio y que sirvieron como complementos y atuendos para desfilar en aquella ocasión.
Una festividad que no siempre se celebró
A pesar de ser una celebración centenaria, que se mantiene intacta a lo largo del tiempo, hubo ocasiones en las que no se pudo celebrar. Las contadas fechas en las que los tambores no salieron a las calles y el silencio predominó en su lugar fueron 15 en concreto, y siempre se dejaron de realizar por fuerza mayor: las guerras carlistas, alguna histórica nevada que paralizase la ciudad, la Primera Guerra Mundial o los dos estados de excepción decretados por Franco, por ejemplo. También cabe destacar que no se celebró esta festividad el año de la muerte de Sarriegui, compositor de las melodías que forman parte del repertorio musical de los festejos.
Algo que sí es común en todas las Tamborradas es la distinción que se otorga a cualquier persona física o jurídica que haya contribuido a dar una imagen positiva o a promocionar de alguna forma la ciudad. Este galardón, denominado ‘El Tambor de Oro’ se otorgó por primera vez en 1967 y cualquier persona puede proponer sus propios candidatos, aunque éstos deben aprobarse en pleno en el Ayuntamiento.
Mención especial merece el ganador del Tambor de Oro en la pasada edición, el nadador paralímpico Richard Oribe, que fue elegido por votación popular por primera vez en la historia. El deportista, varias veces medallista y plusmarquista mundial en diferentes distancias, subió a una abarrotada plaza de la Constitución y fue invitado a dirigir alguna de las marchas que se interpretaron durante el acto inaugural de una fiesta en la que desfilaron 143 tamborradas de adultos -casi 18.000 donostiarras-.
Los niños, protagonistas en su propia Tamborrada
Pero no solo los adultos participan en la Tamborrada. También los niños tienen su propia versión, que surgió por primera vez en 1927 por iniciativa de la Euskal Bilera. En 1961, un total de nueve colegios tomaron el relevo de la Tamborrada inicial y junto a ella, conformaron la gran festividad infantil que se prolonga a día de hoy. En la actualidad, una comitiva formada por casi 5.000 niños tocando al unísono -unas 52 compañías- recorren cada 20 de enero a mediodía las principales calles de la ciudad.