Ni siquiera las Fallas, los Sanfermines, la Feria de Abril, la Semana Santa o el Ramadán han podido resistir ante la amenaza de la pandemia de la Covid-19
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
La pandemia de la Covid-19 ha cambiado la forma de vida de la gran mayoría de la población mundial de una forma inimaginable hace apenas unos meses. El confinamiento y las medidas de precaución ante el virus se han llevado por delante tradiciones centenarias en algunos casos, festividades y eventos culturales que son pilares de una identidad y en muchos casos, motor económico de una ciudad o región.
Las Fallas, expresión por excelencia de la cultura valenciana, sólo sufrieron los rigores de los acontecimientos en tres ocasiones. Hasta esta año, el fuego fallero no había ardido en Valencia en cinco ocasiones: en 1886, cuando los falleros se negaron a pagar la subida de tasas exigida por el ayuntamiento de la ciudad para situar sus creaciones en las calles; durante la Guerra de Cuba, en 1896, y en plena Guerra Civil, entre 1937 y 1939. Para hallar las primeras referencias a las Fallas hay que remontarse al siglo XVIII, concretamente al año 1774. Ya a mediados del XIX las festividades eran una referencia en la vida valenciana y sólo los impuestos y la guerra habían podido con la tradición desde entonces.
Lo mismo ha ocurrido con otra Fiesta de Interés Turístico Internacional, los Sanfermines de Pamplona. Una festividad que mezcla religiosidad, encierros taurinos y feria comercial en sus orígenes, que se remontan a la época medieval en el Reino de Navarra. Desde los albores del siglo XX, sólo en cuatro años y por tres razones distintas no se lanzó el Chupinazo o se hizo pero luego fue necesario interrumpir las celebraciones: en 1937 y 1938 por la Guerra Civil; en 1978 a raíz de los incidentes acaecidos tras la muerte de Germán Rodríguez en el marco de unos enfrentamientos entre manifestantes y Policía Armada, y en 1997, después del asesinato del concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco a manos de la banda terrorista ETA.
Las Fallas y Sanfermines son probablemente las fiestas patronales más populares de España, pero ni mucho menos las únicas afectadas por la situación sanitaria, que ha provocado la cancelación de festividades como las de San Isidro, en Madrid, la fiesta de Moros y Cristianos de Alcoy, el Corpus Christi o San Juan. La Feria de Abril de Sevilla, famosa por sus casetas, sus trajes de flamenca y su ambiente festivo, tratará de celebrase en septiembre, aunque lejos del aroma primaveral que impregna un evento celebrado de manera ininterrumpida desde 1847.
Ni siquiera lo sacro se libra de la enorme afectación provocada por la pandemia. La imagen del papa Francisco en la más absoluta soledad en la plaza de San Pedro mientras impartía la bendición Urbi et Orbi del Domingo de Resurrección es sin duda una de las más icónicas de este tiempo de confinamiento y distancia social. El festivo mes del Ramadán en el mundo musulmán también se ha visto condicionado por la Covid-19, pues la mayoría de países islámicos del mundo han optado por recomendar a sus ciudadanos que se queden en casa y eviten cualquier reunión. Así, en la ciudad santa de Jerusalén han permanecido cerrados al público lugares de culto como el Santo Sepulcro o la mezquita de Al-Aqsa pese a las festividades. También las autoridades de Arabia Saudí se han visto obligadas a cancelar los visados para la tradicional y masiva peregrinación a La Meca de la Umrah.
Por el camino se han quedado también los festivales musicales, iconos de la intensa vida cultural de nuestros tiempos. La oleada de cancelaciones se ha llevado por delante la edición número 50 del icónico Glastonbury, una referencia que mezcla música y artes escénicas en el condado inglés de Somerset y que no fallaba a su cita anual desde 1981. Asimismo, otros de los más importantes festivales musicales del mundo, como Coachella, en California, inalterable cada año en todo el siglo XXI, o el Lollapallooza, que en sus múltiples versiones en varias ciudades del mundo sólo había sido cancelado en 2004, han sido aplazados hasta el otoño.
No se celebrará en este 2020 el Oktoberfest de Múnich, el famoso festival alemán de la cerveza que atrae a seis millones de turistas cada año y que no fallaba a su cita anual desde la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945, cuando fue cancelado, al igual que entre 1914 y 1918 debido a la Primera Guerra Mundial. Motor económico de la capital del próspero estado de Baviera, el Oktoberfest se remonta en su origen a 1810 y sólo se había cancelado un par de veces antes de los dos grandes conflictos del siglo XX. Fue en el siglo XIX, en los años 1854 y 1873, debido a sendos brotes de cólera.
Los salones del automóvil, también afectados
El Salón del Automóvil de Ginebra, uno de los más importantes de Europa, tampoco ha podido continuar con una tradición ininterrumpida desde 1980 debido a las restricciones sanitarias impuestas por el Gobierno suizo. Lo mismo ha ocurrido con otras citas del sector como los salones de Detroit, París o Fráncfort, eventos donde los fabricantes desvelan las grandes novedades en el ámbito de la automoción.
Si hay una cita que desprende el aroma de la tradición es el Grand National, la carrera de obstáculos para caballos y sus jinetes que se celebra cada año desde 1839 en el hipódromo de Aintree, en la ciudad inglesa de Liverpool. Desde su origen, sólo la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial impidieron la celebración de la prueba hípica, aunque para la historia queda la caótica edición de 1993, en la que una manifestación animalista, un error en la salida y el incidente de un ‘jockey’ con la cinta provocó que la edición se declarase anulada a efectos de ganador.
Otras competiciones deportivas de enorme tradición, como el torneo de Wimbledon, también han tenido que ceder a la dimensión de los acontecimientos. Sólo las dos grandes guerras mundiales habían dejado a Londres sin su torneo tenístico por excelencia, que camina ya hacia el ecuador de su segundo centenario y que en octubre de 1940 incluso vio cómo su pista central era destruida por las bombas lanzadas sobre la capital inglesa por la aviación de la Alemania nazi. Ni siquiera los Juegos Olímpicos han podido esquivar la suspensión, aunque la llama olímpica permanece encendida en Japón a la espera de que el próximo año se pueda celebrar en Tokio la cita más importante del deporte mundial, como un faro de esperanza ante un 2021 que traiga de vuelta todo aquello que el coronavirus se ha llevado por delante en 2020.