El gigante mundial de la animación cumple cien años con su inolvidable ratón como buque insignia y un sinfín de cintas icónicas por las que no pasan los años.
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
El 15 de octubre de 1923 nació en Hollywood la compañía de entretenimiento y animación The Disney Brothers Studio. Cofundada por un espíritu emprendedor recién llegado a California llamado Walt y su hermano Roy, solo la inmensa ambición de su creador podía imaginar que aquella pequeña sociedad estaba destinada a convertirse en el gigante empresarial capaz de fabricar los personajes y las tramas que han marcado las infancias de numerosas generaciones del siglo XX y también del XXI por el que transitamos.
La compañía, rebautizada en 1926 con el nombre de Walt Disney Studio, vivió el punto de inflexión de su corta historia con una desgracia. Como no hay mal que por bien no venga, según refleja el refranero popular, la pérdida de los derechos del Oswald el conejo afortunado, la creación más exitosa de Disney hasta ese momento, dio pie a la creación de un ratón que cobró vida de las manos del dibujante Ubbe Iwerks. Llamado inicialmente Mortimer, el consejo de Lilian, la esposa de Walt, convirtió a aquel roedor animado en el legendario Mickey.
De la mano de este personaje y su primer cortometraje sonoro, ‘Willie y el barco de vapor’, que se estrenó en noviembre de 1928 en Nueva York con un contundente éxito de público y crítica, Disney dio el paso para competir con Fleischer Studios, el gigante de la época en la animación. Ya nada sería lo mismo para Walt Disney y su compañía de la mano del ratón más famoso de la historia.
El arrollador éxito de Mickey precedió a otros hitos del mismo sello como ‘Blancanieves y los siete enanitos’, el faraónico proyecto del primer largometraje animado, calificado entonces en el mundo de Hollywood como ‘La locura de Disney’ (Disney’s Folly) por su colosal ambición, pero que lejos de serlo, supuso otro antes y después para la industria. La idea original comenzó en 1934 y debido a sus dimensiones, el proceso de creación se extendió durante tres años con un presupuesto astronómico que se fue incrementando hasta el millón y medio de dólares. En diciembre de 1937 aquella arriesgada producción se estrenó para batir cualquier registro de taquilla hasta el momento, con una recaudación superior a 8 millones de dólares, una cifra inimaginable en la época.
Fue la primera de un sinfín de cintas que han marcado la infancia de varias generaciones de niños. ‘Pinocho’ (1940), ‘Dumbo’ (1941) o ‘Bambi’ (1942) fueron otras producciones de Disney en pleno trauma de la Segunda Guerra Mundial y además de enormes beneficios, propiciaron también avances tecnológicos muy significativos. Sin embargo, la gran apuesta fue ‘Fantasía’, estrenada en 1940, que no alcanzó el éxito de taquilla superior a sus predecesoras que la inversión presagiaba pero se convirtió en la primera película comercial en estéreo gracias a Fantasound, un nuevo proceso de grabación que supuso un paso importante hacia el sonido envolvente de nuestros días.
Los rigores del conflicto que marcó el siglo XX y reveses como una importante huelga de animadores marcaron el complicado pulso de la compañía Disney en la convulsa década de los cuarenta, que pese a todo se cerró con una suerte de renacimiento a través de ‘La Cenicienta’ (1950), el mayor éxito de taquilla desde ‘Blancanieves’. El estreno de la cinta conllevó también la creación de la sociedad Walt Disney Music Company, ideada para maximizar las ganancias con la comercialización de la música de la película. Esta diversificación del negocio pasó a ser desde entonces y hasta la actualidad uno de los rasgos más reconocibles de Disney.
Disneyland, el sueño de Walt
‘Alicia en el país de las maravillas’ (1951), ‘Peter Pan’ (1953), ‘La dama y el vagabundo’ (1955) o ‘La bella durmiente’ (1959) ampliaron durante la década de los cincuenta la filmografía de Disney, que también supo apreciar las posibilidades de la televisión, ese nuevo medio que iba a transformar las formas de consumo de los hogares en todo el mundo. La emisión en la cadena ABC de las series ‘Disneyland’ y ‘The Mickey Mouse Club’ sirvió para financiar la creación de un parque, el gran sueño de Walt Disney en aquellos años.
El 17 de julio de 1955 abrió sus puertas en Anaheim, California, Disneyland, el primer centro temático de la compañía. La esperada inauguración se convirtió en un caos debido al exceso de aforo por la falsificación de los boletos de entrada. Se agotó la comida y dejaron de funcionar las fuentes de agua, pero lo complicado del comienzo esta vez no supuso un mal presagio, pues la afluencia de visitantes comenzó a ser una constante desde los primeros días y el parque se convirtió en una mina de oro.
Hasta su muerte en 1966, Walt dedicó gran parte de su atención a Disneyland, pero también produjo otros clásicos como ‘101 Dálmatas’ (1961), ‘Mary Poppins’ (1964), la primera incursión de Disney en la grabación con actores reales, y ‘El Libro de la selva’ (1967), estrenada tras el fallecimiento del fundador, víctima de un colapso circulatorio provocado por el cáncer de pulmón que padecía.
Nueva época dorada
El gigante Disney mantuvo el rumbo como pudo sin el hombre que ideó y puso en pie el imperio de la animación. Mediada la década de los ochenta el sector parecía haber perdido peso ante otras opciones, pero la entrada de la compañía en la producción de cintas destinadas a un público más adulto a través del sello Touchstone Pictures revitalizó a una compañía que volvió a despegar de la mano de Michael Eisner, el hombre fuerte de Disney entre 1984 y 2005. Este ejecutivo fue el líder que impulsó la nueva época dorada de la animación en los noventa con películas inolvidables como ‘La bella y la bestia’ (1991), ‘Aladdín’ (1992), ‘El rey León’ (1994), ‘Pocahontas’ (1995) o ‘El jorobado de Notre Dame’ (1996), que marcaron la infancia de una generación muy posterior a los gloriosos tiempos de Walt Disney.
La animación digital, puesta en marcha por Pixar en 1995 con ‘Toy Story’, ha sido en los últimos años uno de los pilares de Disney, que con la adquisición de la firma en 2005 continuó fiel al espíritu de su fundador para explorar nuevos ámbitos de negocio. Un siglo después de aquel tortuoso comienzo que Mickey enderezó para siempre, el gigante de la animación goza de buena salud y promete seguir acompañando a las nuevas generaciones en sus sueños de infancia.