Se cumplen 60 años de la puesta en marcha de la línea de comunicación directa entre Washington y Moscú que alejó el fantasma de la guerra nuclear
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
Los tiempos de la Guerra Fría quedaron atrás. El colapso de la Unión Soviética en 1991 puso punto final al conflicto indirecto entre las dos grandes potencias que dominaron el mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945: la propia URSS y Estados Unidos. Sin embargo, hoy, más de tres décadas después, las reminiscencias de un pasado dividido en dos bloques antagónicos y el fantasma de la temida guerra nuclear vuelven a estar presentes después de la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022.
La retórica belicista, las posturas enfrentadas sin remedio y las fronteras duras recuerdan aquella década de los años cincuenta en la que la Guerra Fría fue escalando en su intensidad hasta rozar la paranoia. El carismático John Fitzgerald Kennedy era el inquilino del Despacho Oval de la Casa Blanca y Nikita Kruschev había dado carpetazo con su deshielo a la etapa represiva de Iosif Stalin en el Kremlin cuando se ideó el Teléfono Rojo.
Era el mes de junio del año 1963, apenas unos meses después de que en octubre de 1962 la crisis de los misiles de Cuba pusiese al mundo más cerca que nunca del desastre nuclear, llevando un paso más allá un conflicto recrudecido por la Guerra de Corea (1950-1953) y las sucesivas crisis en Berlín, con el inicio en 1961 de la construcción del muro que durante décadas dividió en dos la ciudad.
No era rojo, tampoco un teléfono, pero se convirtió en un símbolo de la desescalada de tensión geopolítica, el último reducto del diálogo y el entendimiento entre dos formas de entender el mundo. Se trataba realmente de una línea de comunicación por cable que cubría la ruta entre Washington y Moscú a través de Londres, Copenhague, Estocolmo y Helsinki. Permitía el envío de teletipos cifrados como una especie de circuito telegráfico y a pesar de su aspecto rudimentario para la época, ofrecía la seguridad que no permitía una comunicación telefónica, más fácilmente detectable y desencriptable.
Con el paso del tiempo, el cable submarino dejó paso a la comunicación vía satélite a partir de 1971, ya con Richard Nixon en la presidencia de Estados Unidos y Leonid Brézhnev como líder soviético. Desde 1985 se utilizó la tecnología del fax, la que imperó en los años finales de la Guerra Fría, marcados por la Perestroika de Mijaíl Gorbachov en la URSS y su correspondiente proceso de apertura y acercamiento a Occidente en el gigante comunista.
El Teléfono Rojo jugó un papel importante en muchos conflictos asociados al desarrollo de la Guerra Fría, como parte de la Guerra Vietnam, ya en marcha durante su puesta en funcionamiento; la Guerra de los Seis Días (1967) entre Israel y una coalición árabe integrada por la República Árabe Unida (Egipto y Siria), Jordania e Irak; el conflicto armado entre India y Pakistán en 1971; la Guerra del Yom Kipur (1973), otra vez entre el Estado israelí y sus vecinos árabes; o la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética. Ésta última derivó en el conflicto entre ambos países desde 1978 hasta 1992, que junto al colapso económico o la catástrofe nuclear de Chernobyl fue una de las causas del colapso de la URSS.
La sátira de Kubrick
Más allá del territorio de conflicto, la Guerra Fría impregnó la cultura popular durante décadas y el Teléfono Rojo fue parte de este fenómeno. El simbólico objeto caló en el imaginario colectivo asociado a un color referido a la situación de alerta y tensión geopolítica y no específicamente al comunismo. El gran cineasta Stanley Kubrick lo inmortalizó en la gran pantalla con ‘¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú’, de 1964. La película refleja como una sátira implacable el ambiente de la época, obsesivo con el temor a una guerra nuclear. La histeria general por la posibilidad de una aniquilación mutua y el difícil equilibrio entre las dos potencias en plena carrera por la dominación mundial se reflejan a la perfección bajo la máscara del humor en la cinta más célebre sobre el legendario Teléfono Rojo.
Por suerte, la temida destrucción mutua jamás se produjo. Kennedy y Kruschev llevaron la tensión hasta el punto más álgido después de la agresiva instalación de los misiles soviéticos en la isla de Cuba y la contundente respuesta del mandatario estadounidense. Fueron días de aliento contenido que dieron paso a la racionalización y el inicio del diálogo con el Teléfono Rojo. Aquel cable que no era un teléfono ni tampoco rojo permitió a los dos hombres asomados al abismo intercambiar opiniones directamente. Fue un paso importante y también un símbolo de paz en tiempos en los que la guerra nuclear vuelve a amenazar al mundo.