En 1947, los estadounidenses Walter Brattain, William Shockley y John Bardeen pasaron a la historia con el mayor invento de la física del siglo XX y pusieron las bases de los dispositivos tecnológicos de nuestros días
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
En plena era digital, en la que la realidad virtual comienza a ser moneda común y ya se habla con cierta cotidianeidad de conceptos tan rupturistas como el metaverso, echar la vista atrás y situar el origen de toda esa tecnología moderna que condiciona nuestra vida contemporánea tiene mucho que ver con la invención del transistor. Este dispositivo electrónico semiconductor, considerado el mayor hito de la física del siglo XX, fue inventado hace ahora 75 años y su autoría se debe a los físicos estadounidenses Walter Houser Brattain, William Bradford Shockley y John Bardeen.
Entre el 17 de noviembre y el 23 de diciembre de 1947, en plena etapa de recuperación tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial, Bardeen y Brattain, trabajadores de los Laboratorios Bell, en Nueva Jersey, trabajaron intensamente en la observación y experimentación de contactos de oro con un cristal de germanio, logrando con el proceso una señal de mayor intensidad de salida respecto a la entrada.
Shockley, por aquel entonces cabeza visible del Grupo de Física del Estado Sólido, apreció desde el primer momento el potencial de la propuesta de sus colegas, incidiendo a partir de sus premisas en la investigación de semiconductores. Los tres pasarían a la posteridad como descubridores del primer transistor de contacto de punto aunque fueron Bardeen y Brattain los encargados de patentar el descubrimiento.
Era solo el principio de una historia que cambió para siempre la física del siglo XX. Tras varias patentes de diversas aplicaciones del invento primigenio el reconocimiento definitivo para este ilustre trío de científicos llegó unos años después, en 1956, con el premio conjunto del Nobel de Física, el máximo reconocimiento posible para cualquier investigador. «Por sus investigaciones sobre los semiconductores y por sus descubrimientos acerca del efecto transistor», unieron sus nombres al de genios de la ciencia como Pierre y Marie Curie, Guglielmo Marconi, Max Planck, Albert Einstein o Erwin Schrödinger.
De la ciencia ficción a la realidad
Eran aún los años cincuenta y a pesar de que entonces la tecnología actual y sus múltiples usos no pasaba de ser una mera conjetura futurista, lo cierto es que los modernos dispositivos que hoy condicionan nuestro día a día están basados en los transistores y los circuitos electrónicos integrados de reducido tamaño que configuran. Vehículos, ordenadores, teléfonos móviles, televisores, radiotransmisores, reproductores de audio y vídeo, calculadoras o alarmas de seguridad deben su existencia a aquel feliz invento de Brattain, Shockley y Bardeen.
Antes de la aparición en escena del transistor, los aparatos de válvulas de vacío requerían un elevado lapso de tiempo para comenzar a funcionar correctamente y además consumían una gran cantidad de energía, lo que hacía imposible una alimentación con pilas. Hoy, cosas de la nostalgia, esas viejas radios de válvulas son codiciadas y valoradas con altos precios por coleccionistas y amantes de la radiodifusión, pero tienen poco que ver con las comodidades y la practicidad de los dispositivos móviles en los que millones de personas reproducen cada día sus podcast o listas musicales de referencia.
Los procesadores de nuestros días contienen millones de transistores, todos de un tamaño cada vez más pequeño. Difícilmente la capacidad visionaria de Brattain, Shockley y Bardeen llegase alcanzar alguna vez la compleja idea del smartphone o la tablet, pero lo cierto es que sin aquel descubrimiento que ahora cumple 75 años estos dispositivos de uso común continuarían siendo invenciones propias de la literatura de ciencia ficción y no realidades palpables.