Hace 75 años, el mayor organismo internacional vio la luz para fomentar el diálogo y la cooperación entre países y desde 2017 eligió a RACE a través del Instituto de las Naciones Unidas para la Formación Profesional e Investigaciones (UNITAR) como responsable de impulsar CIFAL Madrid RACE, el primer centro especializado en Seguridad Vial a nivel mundial.
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
El 28 de junio de 1919 el mundo estaba todavía roto por el dolor. Más de medio año después del final de la entonces conocida como Gran Guerra, hoy denominada Primera Guerra Mundial, el 11 de noviembre de 1918 con la rendición definitiva de Alemania, al amparo del Tratado de Versalles nacía la Sociedad de Naciones, el primer intento en la historia de unificar a todos los países del mundo bajo una institución que fuese garante de la paz global. A tenor del imparable desarrollo de los acontecimientos en el período de entreguerras, con el advenimiento de totalitarismos por doquier y la explosión imparable del fanatismo que condujo al desenlace anunciado del inicio de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, resulta imposible no juzgar aquel intento como un rotundo fracaso.
Lo cierto es que más allá de que estuviese condenado al fiasco por su raíz en un acuerdo de paz que a la postre fue causa de revanchismo y de que la caída de imperios como el alemán, el ruso, el austro-húngaro o el otomano ocasionase un problema territorial y fronterizo irresoluble ante el surgimiento de múltiples identidades nacionales sometidas durante largo tiempo, aquella primigenia Sociedad de Naciones dejó un poso en la historia del que bebe incuestionablemente la actual Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Paralelismos de la historia, el nacimiento de la ONU ocurrió en idénticas circunstancias respecto a su predecesora Sociedad de Naciones. Fue el 24 de octubre de 1945, unos meses después del final de la Segunda Guerra Mundial. De nuevo con un mundo en ruinas y una vez más al amparo de una idea surgida de una conferencia, en este caso la de Yalta, que reunió en febrero de 1945 en la ciudad de Crimea a los dirigentes de Estados Unidos, la Unión Soviética y Reino Unido: Franklin D. Roosevelt, Iosif Stalin y Winston Churchill.
Más de tres años antes, cuando el conflicto estaba aún muy lejos de su final, Roosevelt pronunció por vez primera el término «naciones unidas». Fue el día de Año Nuevo de 1942, apenas tres semanas después del ingreso de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial tras el ataque japonés a Pearl Harbour el 7 de diciembre del 41. El presidente estadounidense con el mandato más largo de la historia se refirió con esas palabras a los países que habían manifestado su apoyo a los Aliados, incluidos varios gobiernos en el exilio ante la ocupación de sus territorios por potencias del Eje o regímenes cercanos a las mismas.
Se trataba de un total de 26 países firmantes de la Declaración de las Naciones Unidas, a los que al final de la Segunda Guerra Mundial se habían unido ya otros 21. Con muchas de las grandes potencias involucradas en el proyecto, se comenzaban a atisbar las primeras diferencias importantes respecto a la cuestionada Sociedad de Naciones, pues la representatividad de la ONU sí alcanzaba gran parte del globo terráqueo. Tras la conferencia de San Francisco de abril de 1945, en la que además de los gobiernos de los diferentes países también estuvieron presentes representantes de organizaciones no gubernamentales como garantes del movimiento social, en junio se firmó la Carta de las Naciones Unidas, ratificada por Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, la República de China y la Unión Soviética, las cinco potencias que hoy siguen siendo miembros permanentes del Consejo de Seguridad y que por tanto tienen derecho de veto en cualquier resolución del mismo.
Declaración Universal de los Derechos Humanos
Precisamente el derecho de veto es hoy uno de los aspectos más criticados del funcionamiento de la ONU, pues prioriza el poder de decisión de unos países sobre otros y dificulta la capacidad operativa para dictar resoluciones de importancia, aunque el origen del mismo se comprende a tenor del contexto de posguerra y de la situación de fuerza de las potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial. El 10 de enero del 46 echaba a rodar en Londres el proyecto de las Naciones Unidas, con el primer periodo de sesiones de la Asamblea General, y en abril oficialmente tomaba el testigo de la desaparecida Sociedad de Naciones. Casi tres años después, en diciembre de 1948 en París, se hizo realidad el que todavía hoy sigue siendo el gran logro en la historia de la ONU: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en aquel momento un ideal orientativo que décadas después se convirtió en un tratado obligatorio para todos los Estados miembros.
Hoy, cuando nos aventuramos ya en el inicio de la tercera década del siglo XXI, la sociedad internacional sigue lejos de aplicar esos derechos humanos en todo el mundo. Continúan ocurriendo atropellos contra la población civil y minorías étnicas, religiosas o por cuestiones de pensamiento y orientación sexual. A lo largo de los 75 años de vigencia de las Naciones Unidas, se ha conseguido evitar un tercer conflicto a escala planetaria y han sido numerosas las intervenciones diplomáticas y en materia de protección de derechos y preservación de la salud que ha llevado a cabo la ONU. Sin embargo, han ocurrido los diferentes escenarios bélicos que formaron parte de la Guerra Fría, un conflicto árabe-israelí que no cesa y guerras tan cruentas como las de la antigua Yugoslavia, con un genocidio como el de Srebrenica en plenos años noventa, la de Ruanda, o más recientemente Irak, Afganistán y Siria.
La violencia sigue siendo moneda común en un mundo en el que se multiplican los refugiados y desplazados pese a que 193 Estados reconocidos o parcialmente reconocidos forman parte de la ONU desde la inclusión de Sudán del Sur en 2011, junto a dos miembros observadores por diferentes razones, como son el Estado de la Ciudad del Vaticano y Palestina. Bien es cierto que se ha logrado que la práctica totalidad de los países del planeta estén representados en la sede principal del organismo, en Nueva York, algo impensable en el mundo de la primera mitad del siglo XX, pero los objetivos de mantenimiento de la paz, protección de los derechos humanos, asistencia humanitaria, desarme, celebración de eventos mundiales que promuevan el diálogo internacional e impulso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio mantienen todavía cuentas pendientes hoy, 75 años después del nacimiento de las Naciones Unidas.
El RACE y la ONU, de la mano en la Seguridad Vial
El RACE fue elegido en 2017 por la ONU, a través del Instituto de las Naciones Unidas para la Formación Profesional e Investigaciones (UNITAR) como responsable de impulsar CIFAL Madrid RACE, el primer centro especializado en Seguridad Vial a nivel mundial. El objetivo de este centro es reducir la siniestralidad en el mundo mediante la concienciación de los factores de riesgos y la formación de profesionales de la Seguridad Vial gracias a los conocimientos y compromiso del RACE en la prevención de accidentes.
El Centro de formación en España forma parte de la red global de Centros Internacionales de Formación de Autoridades y Líderes (CIFAL), la red de centros de UNITAR dedicada a proporcionar formación de vanguardia. Cada CIFAL está especializado en áreas temáticas concretas, promoviendo el fortalecimiento de la formación profesional y la investigación, proporcionado plataformas para el intercambio de conocimiento y la difusión de buenas prácticas mediante las lecciones aprendidas en los países de referencia, como es el caso de España en materia de Seguridad Vial.
La seguridad vial sigue siendo uno de los pilares del RACE. Con las Naciones Unidas para Formación Profesional e Investigaciones podremos ayudar a otros países a reducir su siniestralidad vial.