En el séptimo centenario de su muerte, Venecia recuerda al legendario mercader y viajero que mostró a la vieja Europa los secretos de los confines del mundo.
TEXTO: JOSÉ AMANUEL ANDRÉS
Para la vieja Europa la apasionante vida de Marco Polo marca un antes y un después en la concepción del mundo. El legendario mercader veneciano amplió los horizontes del globo dos siglos antes de que Cristóbal Colón, al que influyó profundamente, descubriese América. Aunque en Occidente se tenía constancia de la existencia de Oriente, se desconocían muchos detalles de la vida en una región del globo que el histórico viajero documentó exhaustivamente a través de sus relatos.
En plena Baja Edad Media, en la República de Venecia, entonces una auténtica potencia comercial del Mediterráneo, Marco Polo nació en 1254 en el seno de una familia de mercaderes. Pasó su infancia aprendiendo los secretos del oficio, descubriendo sus matices, mientras su padre, Niccolò, y su tío, Maffeo, viajaban por Asia. En 1269 ambos regresaron a su hogar durante un tiempo y cuando partieron de nuevo, se llevaron con ellos al joven Marco, deseoso de conocer el mundo y emular las aventuras de sus mayores.
Ante el alarmante retraso en la elección de un nuevo Papa, que se dilató durante tres años entre 1268 y 1271 -el periodo más largo de la historia de la Iglesia Católica hasta el nombramiento de Gregorio X-, Niccolò y Maffeo decidieron partir de viaje hacia la lejana corte de Kublai Kan, nieto del temido Gengis Kan y último gran regidor del Imperio Mongol, donde ya habían estado previamente. Esta vez aceptaron la compañía de Marco, que tenía ya 17 años.
Así comenzó un apasionante viaje por toda Asia, en el que visitaron multitud de lugares exóticos, casi imposibles de imaginar para la mayoría de los habitantes de la Europa medieval. Pasaron por San Juan de Acre, en la actual Israel, entonces escenario de las cruzadas para recuperar el control cristiano en Tierra Santa. Fue una parada intermedia antes de visitar Jerusalén y el Santo Sepulcro. Después pasaron por Trebisonda, hoy Turquía; Bagdad, en Irak; Tabriz, Ormuz y Balj, entonces Persia, actualmente Irán; Karakorum, en Mongolia; y Kasgar, Lanzhou y Pekín, ciudades de China. Hasta el remoto Lejano Oriente llegó aquella peripecia homérica a través de la Ruta de la Seda que se prolongó durante tres años, entre 1271 y 1274.
La corte de Kublai Kan
El conocimiento y la destreza de Marco Polo le granjearon la confianza del poderoso Kublai Kan, que lo nombró su comisario y enviado, cargos que ejerció durante 17 años en los que recorrió gran parte del mundo conocido, documentando sus muchas experiencias. Sus crónicas describen con todo lujo de detalles los diferentes países y su geografía. También detallan las características de las personas que encuentra en su camino, sus costumbres, su historia y sus diferentes culturas y religiones, así como aspectos concretos de su actividad económica, organización social y vestimentas.
Marco Polo y su escriba, Rustichello da Pisa, al que conoció durante su estancia en prisión entre 1298 y 1299, en el contexto de la guerra entre Venecia y su rival, la República de Génova, alternan un estilo sobrio, puramente documental, con la narración ágil y enérgica propia de las historias que pretenden enganchar al lector a través de la emoción, al más puro estilo de ‘Las mil y una noches’.
Bajo la protección del Gran Kan el viajero veneciano se adentra en los territorios bajo control del poder mongol. En Armenia contempló la majestuosa silueta del Monte Ararat, donde el Antiguo Testamento sitúa el lugar en el que encalló el arca de Noé tras el diluvio universal. En las tierras de la antigua Mesopotamia, cuna de la Historia, también contempla los negros pozos de petróleo y se recrea con la imponente visión de las inmensas arenas del desierto.
La cultura china
Marco Polo se atreve incluso con la historia de los tres reyes magos de Oriente y las tumbas que supuestamente esconden sus cuerpos incorruptos. Sus relatos se mueven entre el aspecto descriptivo de las crónicas de viaje y las fábulas y mitos que provocan la duda sobre su rigor histórico. A medida que su viaje se aproxima a los confines orientales del globo los escritos adquieren tintes cada vez más maravillosos, alimentando en Asia Central y las estepas mongolas el mito del poder y la magnificencia de Kublai Kan y su maravilloso palacio de la ciudad de Xanadú, un nombre que desde entonces está asociada al lujo y esplendor.
Ya en China, y a las órdenes de su señor, se convirtió en miembro de una reducida élite de extranjeros. La gran experiencia de Marco Polo en sus viajes por todo el país da buena cuenta del grado de organización y complejidad de un imperio magnífico, que se extiende desde las monumentales cordilleras del Himalaya, el techo del mundo, a las costas del Pacífico. Tal fue su conocimiento de la cultura china que todavía en nuestros tiempos se le atribuye la introducción en Italia de elementos propios de la idiosincrasia transalpina actual de origen oriental, como la pasta, especialmente los espaguetis, y los helados. Convertido en un acaudalado mercader y miembro del Gran Consejo de la República de Venecia, murió en su tierra natal en 1324, hace 700 años. Con motivo del aniversario, la ciudad recuerda su legendaria figura, siempre a medio camino entre la historia y el mito.