Entre el 4 y el 11 de febrero de 1945 Franklin Roosevelt, Winston Churchill y Iosif Stalin cimentaron en Crimea las bases de la Guerra Fría.
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
Los pilares del orden que imperó en todo el mundo entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la caída del Muro de Berlín en 1989 y el colapso de la Unión Soviética, a comienzos de los noventa, se construyeron entre el 4 y el 11 de febrero de 1945, en la Conferencia de Yalta que estableció las primeras bases de la Guerra Fría. Franklin Roosevelt, Winston Churchill y Iosif Stalin, jefes de Gobierno de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, potencias que entonces ya encaminaban su victoria bélica ante la Alemania nazi, firmaron los acuerdos que establecían las condiciones a imponer a los vencidos y el futuro de los territorios liberados tras la invasión germánica.
En el Palacio de Livadia, monumental edificio a tres kilómetros de la ciudad de Yalta, situada a orillas del mar Negro, los tres dirigentes más influyentes del momento declararon la liberación de Europa, dando luz verde a la celebración de elecciones democráticas en los territorios anteriormente ocupados, y establecieron la desmilitarización y la partición de Alemania, con una zona de ocupación soviética. Esta zona suponía prácticamente un tercio del territorio germano y daría lugar a la fundación de la República Democrática Alemana, Estado comunista en la órbita de Moscú. De esta forma, se perfilaron las líneas maestras de la posterior Conferencia de Potsdam, que tuvo lugar entre julio y agosto de ese mismo año, tras la rendición de Alemania, a la que se impusieron las consecuencias definitivas de su derrota.
Meses antes, en Yalta, la URSS, cuyos ejércitos se encontraban ya a menos de 100 kilómetros de Berlín tras un espectacular avance por la Europa del Este que redibujaría el mapa político de las siguientes décadas, también se hizo con la parte oriental de Polonia, uno de los países más castigados por la Segunda Guerra Mundial, pues la invasión nazi del país provocó el estallido del conflicto el 1 de septiembre de 1939. Aunque sobre el papel se determinó un gobierno de unidad nacional que debería articular el camino hacia un sistema democrático, en la práctica el Estado polaco quedó bajo la influencia soviética.
Por otra parte, en Yugoslavia, otro país fuertemente azotado por la guerra y con un protagonismo importante de los partisanos, que lucharon desde la clandestinidad contra la ocupación alemana, se estableció la confluencia de las fuerzas monárquicas, imperantes antes del conflicto, y comunistas, que finalmente darían lugar a la creación de otro Estado bajo la órbita de Moscú, aunque posteriormente distanciase su camino de la ortodoxia soviética. Hungría, Bulgaria, Rumanía y Checoslovaquia también acabarían formando parte del bloque comunista, al otro lado de lo que Churchill bautizó como Telón de Acero en un discurso de 1946.
Finalmente, la URSS adquirió el compromiso de intervenir en la guerra contra Japón antes de tres meses después de la rendición alemana, algo que le reportaría el control de la isla de Sajalín, prisión durante la época zarista, y el archipiélago de las Kuriles.
Roosevelt y Churchill, que se habían reunido previamente en La Valeta, la capital de Malta, llegaron a Yalta el 2 de febrero, a bordo de un monoplano Douglas C-54 Skymaster de fabricación estadounidense. Alrededor de unas 700 personas componían las amplias delegaciones de ambos mandatarios, que en el aeródromo militar de Saki fueron recibidos por el comisario de Relaciones Exteriores soviético, Viacheslav Mólotov, antes de llevar a cabo el viaje por carretera en automóvil hasta el lugar fijado para las reuniones, incómodo para dos hombres que por entonces ya sufrían algunos achaques de salud, en especial el presidente norteamericano.
El Tío Joe
El propio palacio de Livadia, rehabilitado tras los destrozos de la Segunda Guerra Mundial, sirvió de alojamiento para Roosevelt, mientras que el anfitrión Stalin, que se había desplazado a Crimea en tren, se alojó en el palacio de Yusúpov y Churchill pernoctó en el palacio Vorontsov. La primera reunión tuvo lugar el 4 de febrero, aunque previamente el dirigente soviético mantuvo sendos encuentros bilaterales con sus homólogos británico y estadounidense, que en privado se referían a él como Tío Joe.
En este primer encuentro, en el que durante más de tres horas se discutió la situación militar del momento, con la guerra muy avanzada, Stalin adoptó un papel muy activo, férreo, en contraste con el menor protagonismo de Roosevelt. El dirigente soviético centró su preocupación en el trazado de fronteras y las indemnizaciones por el conflicto, y trató de restar importancia a otros aspectos como la pacificación de Europa y el papel de Francia dentro de la comisión aliada para el control de Alemania. Mientras, su homólogo británico, Churchill, preocupado por la futura retirada de las tropas estadounidenses, trataba de gestionar el tira y afloja ya en clave de Guerra Fría, pues intuía que la coyuntural alianza con la URSS en la Segunda Guerra Mundial tornaría pronto en disputa.
Esta dinámica se prolongó a lo largo de los seis días siguientes, en los que sobre la mesa se pusieron la trascendental cuestión polaca o la creación de las Naciones Unidas y el papel de los diferentes países en este organismo de nuevo cuño. Muchos de los temas tratados quedaron perfilados para los acuerdos de Potsdam, rubricados ya sin Roosevelt, fallecido en abril del 45 a causa de una hemorragia cerebral, ni Churchill, que inició las conversaciones pero fue relevado por el laborista Clemence Attlee tras las elecciones británicas de julio. Así se construyó el nuevo orden mundial que dividió Europa en dos, pero también posibilitó la pacificación y la reconstrucción económica del Viejo Continente tras las gravísimas heridas que sufrió durante la Segunda Guerra Mundial.