Los coches eléctricos se hacen más rentables cuanto más se usan y te contamos cómo instalar un punto de recarga en casa y cuanto cuesta su mantenimiento.
TEXTO: PATXI FERNÁNDEZ
El proceso de electrificación ha dado pasos agigantados durante la pandemia, un período que ha servido a los principales fabricantes para ampliar su oferta de vehículos, y a los potenciales compradores para analizar con calma las posibilidades de los coches enchufables.
Quienes todavía recelan del coche 100% eléctrico disponen de una amplia gama de híbridos enchufables, con los que se pueden aprovechar las ventajas de los coches eléctricos sin la penalización de su autonomía y la escasez de puntos de recarga públicos.
En cualquiera de los casos, si nos hemos decidido por la compra de un vehículo ‘con cable’ será imprescindible que contemos con un punto de recarga o bien en nuestro domicilio o en nuestro centro de trabajo.
La instalación de infraestructuras de recarga de vehículo eléctrico en aparcamientos o estacionamientos colectivos en edificios en régimen de propiedad horizontal solo requiere la comunicación previa a la comunidad de propietarios, pero no conlleva ningún permiso ni votación específica.
En función del tipo de recarga (super lenta, lenta, semi rápida, rápida y ultra rápida), «se podrá conectar directamente a la red eléctrica o a través de infraestructuras especiales para la recarga del vehículo eléctrico (SAVE), lo que determinará la máxima intensidad admisible y consecuentemente, la potencia disponible, el tiempo de recarga, la durabilidad de la batería, etc.», explica a Autoclub RACE Miguel Ángel Pérez de la Cruz, director técnico eléctrico de la Unidad de Negocio Eléctrico de alta y baja tensión de TÜV SÜD España.
En cualquier caso, las propias marcas automovilísticas que nos van a vender el coche suelen tener convenios con instaladores y empresas energéticas que nos pueden ayudar y asesorar en el proceso de instalación, así como a la hora de contratar la tarifa eléctrica que más nos convenga.
Rentabilidad de un coche eléctrico
Aunque los coches eléctricos e híbridos enchufables son más caros que los tradicionales de combustión, en función de su uso en un plazo medio de cinco años pueden incluso resultar más rentables. Sobre todo si recurrimos a alguna empresa de renting o suscribimos alguna fórmula de financiación con la marca, ya que en ellas podemos incluir todos los gastos de mantenimiento, por lo que tan solo tendríamos que pagar la mensualidad correspondiente y los gastos de combustible y de luz.
Aunque los principales fabricantes aseguran que el sobreprecio de un eléctrico se compensa con el uso, es necesario hacer muchos cálculos para comprobar si realmente nos conviene un coche 100% eléctrico, si debemos apostar por un híbrido enchufable, un híbrido convencional, ‘Mild Hybrid’, o directamente somos usuarios fieles a la carburación convencional.
La comparación de los costes totales de utilización de distintos tipos de coches realizada por la OCU y la Fundación Europea del Clima concluye que actualmente usar un coche eléctrico es lo que sale más barato si aprovechamos la ayuda del Plan Moves II.
Para estimar el coste total de uso la organización de consumidores ha tenido en cuenta el precio de compra, el de reventa, el gasto de combustible o electricidad, los seguros, los impuestos y los gastos de mantenimiento.
Así, según sus cálculos para un vehículo compacto de gama media comprado nuevo y vendido a los 11 años, que recorre unos 14.500 km al año, el coste total del coche eléctrico suma 56.000 euros en 11 años de uso, frente a los 65.000 euros de un compacto con motor de gasolina. Es decir, supone un ahorro de 9.000 euros recargando el coche con la tarifa eléctrica normal (4 €/100 km) o de 13.000 euros si se recarga con la tarifa nocturna reducida (1,6 €/100 km). Y puede alcanzar los 15.500 euros si además te beneficias de la máxima ayuda del Plan Moves III (7.000 euros por entregar un coche para achatarrar).
Ahorro en mantenimiento
Un automóvil ‘cero emisiones’ necesita menos mantenimiento que un vehículo con motor térmico. No son necesarios ni los cambios de aceite ni la sustitución de filtros y embrague o las revisiones de la cánula de escape. Eso se traduce en menos desplazamientos al taller. Además, el desgaste en determinadas piezas, como los frenos, se reduce drásticamente y es más fácil superar la ITV. Se calcula que el ahorro en labores de mantenimiento puede llegar a ser un 40% más barato en un coche eléctrico que en uno de combustión.
Tan solo el sistema de refrigeración del motor de un eléctrico es más complejo que el de un térmico, pues además de utilizarse para refrescar el motor también se emplea para mantener la temperatura óptima de la batería, la electrónica de potencia y el cargador. Pero su líquido se renueva igual que en un coche convencional: cada 175.000/180.000 km o 10 años. De esta forma, el mantenimiento de un motor eléctrico y de su transmisión es prácticamente inexistente. Muchas de las labores necesarias se circunscriben a una inspección visual para comprobar que todos los componentes del sistema de alta tensión y sus aislamientos se encuentran en perfecto estado.