Una prueba de choque llevada a cabo por el RACE y Goodyear muestra los devastadores efectos de una colisión en situaciones habituales no conceptuadas por los viajeros como peligrosas
TEXTO: JOSÉ MANUEL ANDRÉS
FOTOS Y VÍDEO: VIRGINIA CARRASCO
Viajar como copiloto con el respaldo recostado, con las piernas sobre el salpicadero, en un asiento trasero con un bebé en brazos, con el cinturón holgado o sin banda diagonal o conducir demasiado cerca del volante. Todas estas situaciones, aparentemente poco peligrosas y aceptadas como normales por millones de españoles, pueden acabar costando la vida.
Así lo demuestra un ensayo de choque llevado a cabo por el Real Automóvil Club de España (RACE) y Goodyear en la Fundación Cidaut de Valladolid, que muestra los devastadores efectos de un accidente en un vehículo que circula a 56 kilómetros por hora, en una situación que bien podría ocurrir en un entorno urbano o semiurbano ante un despiste derivado de un descuido como consultar el móvil o desviar la atención de la circulación.
La prueba, que consiste en el choque de un chasis que ejecuta un recorrido de 60 metros sin destrucción de carrocería, pretende transmitir mediante una simulación de lo que ocurre dentro del vehículo y a través del aval de la ciencia no sólo la importancia de los sistemas de seguridad de un automóvil, sino también de un correcto uso de los mismos. Un 51% de los españoles reconoce viajar con objetos sueltos en el coche, que pasan a convertirse en auténticos proyectiles en caso de colisión que multiplican su peso por la velocidad en el momento del impacto. Asimismo, un 10% afirma haber viajado con el respaldo abatido, un 7% no usa el cinturón de seguridad o lo hace pero sin ajustar, un 5% apoya las piernas sobre el reposadero y un 2% utiliza un cinto sin banda diagonal, de dos puntos de apoyo en lugar de los tres recomendables.
Así, para el ‘crash test’ presenta una situación en la que el conductor, una mujer de escasa estatura, se sitúa en una posición muy cercana al volante, por debajo del mínimo propuesto de los 30 centímetros de distancia, sujeta con cinturón de seguridad pero con excesiva holgura. El copiloto lleva el cinto ajustado pero se encuentra recostado hacia atrás, con el respaldo abatido y las piernas encima del salpicadero. Por último, en la parte trasera viajan un adulto y un bebé de apenas cinco kilos en sus brazos, sin sistema de retención alguno en ambos casos, una situación por desgracia habitual a la salida de los hospitales.
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Una vez simulada la colisión, que impacta por su virulencia, se pueden apreciar los terribles efectos de la misma. Por segunda vez en esta prueba de choque, la probabilidad de muerte es altísima para los cuatro ocupantes del vehículo, que en todos los casos acaban sufriendo lesiones tan graves como para ser incompatibles con la vida, y eso pese a que cada test es diferente en sus resultados en función de la trayectoria de los objetos y de las personas que salen despedidos tras la severa colisión.
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En el caso del conductor, éste debería haber sobrevivido si no hubiera sido por la presión ejercida por el ocupante adulto trasero, que sale despedido al no llevar el cinturón de seguridad y que impacta contra el piloto ejerciendo una presión de toneladas incompatible con la supervivencia de ambos. Mientras, el copiloto sufre daños muy graves en las piernas, que colisionan contra la luna del coche, y debido a su posición inicial recostada, el cinturón de seguridad acaba ejerciendo presión sobre las partes blandas del cuerpo, y no en el hombro y la cresta ilíaca, por lo que causa una compresión mortal en el tórax y en el cuello. Finalmente, el bebé sale despedido de las manos del adulto que viaja en la parte trasera con consecuencias fatales.