Los asistentes de voz están mejorando sus prestaciones y prometen incluso hacer cosas por nosotros, sin que sea necesario nuestra intervención en ningún momento.
TEXTO: ARANTXA HERRANZ
Tímidamente llegaron a nuestros teléfonos móviles como una herramienta más, con la que podíamos buscar algunas cosas sin necesidad de tener que teclearlo en el navegador. Nos ayudaban, además, a anotar citas en nuestro calendario o que nos recordaran cosas. Pero los asistentes de voz están evolucionando mucho en los últimos tiempos.
No es sólo que están saliendo de su hábitat primitivo para ofrecerse como productos independientes en forma de altavoces inteligentes. Están mejorando sus prestaciones y prometen incluso hacer cosas por nosotros, sin que sea necesario nuestra intervención en ningún momento.
Pero, ¿qué es un asistente de voz? Básicamente, podemos decir que un asistente inteligente es una aplicación tecnológica que utiliza tecnologías como el reconocimiento de voz, el procesamiento de lenguaje natural y la síntesis de voz para ofrecer su ayuda y asistencia a los usuarios a través de teléfonos y otros productos de reconocimiento de voz.
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Esto también es Inteligencia Artificial
Los asistentes de voz se basan en tecnologías de inteligencia artificial (IA), aprendizaje automático y de reconocimiento de voz para poder funcionar. La última de ellas es básica para poder escuchar y comprender lo que está diciendo el usuario. La Inteligencia Artificial se utiliza para ser capaz de interpretar aquello que se escucha y actuar conforme a lo que se ha oido, entre otras cosas. Por su parte, el aprendizaje automático es lo que hace que el asistente vaya aprendiendo sobre lo que escucha y hace.
Por eso, y conforme el usuario va interactuando cada vez más con el asistente digital, la programación de IA utiliza sofisticados algoritmos para aprender de estos datos y mejorarse a sí mismo. Es decir, que cuanto más usemos el asistente de voz, mejor servicio será capaz de ofrecernos.
Se espera, además, que algunos asistentes puedan llegar a estar construidos con tecnologías de cómputo cognitivo más avanzadas. Algo que les permitiría comprender y llevar a cabo solicitudes de pasos múltiples con numerosas interacciones y realizar tareas más complejas, como reservar asientos en una sala de cine.
De hecho, ésta es la promesa que recientemente ha hecho Google con la nueva versión de su asistente: que el teléfono sea capaz de llamar (y hacerse pasar) por el usuario para hacer una reserva. Aún no hay fecha determinada para que esta función esté disponible, pero sí que hay la confirmación de que se trabaja en esta línea.
Siri, Alexa, Cortana, Asistente y algunos más
Casi todas las grandes compañías tecnológicas están inmersas en el desarrollo de sus propias tecnologías de asistentes de voz. Apple lo llama Siri, Alexa es el nombre que le ha puesto Amazon, Microsoft lo denomina Cortana y Google, de momento, lo ha bautizado como Asistente.
Las tecnologías de asistente de voz no son nuevas. De hecho, ya se utilizan en las líneas telefónicas de ayuda y servicio. En casi cualquier centro de soporte al que llamamos nos recibe un asistente de voz. Aunque parece que hablemos con una persona, lo cierto es que nuestro primer interlocutor es siempre un ordenador, que debe ser capaz de reconocer el motivo de nuestra llamada para transferirnos a uno u otro departamento.
Pero es ahora cuando se empiezan a aplicar estas tecnologías para uso doméstico y personal. Los teléfonos móviles han sido los primeros en incluir estas herramientas, pero ya se empiezan a vender como aparatos autónomos. La promesa tanto de estos aparatos como de la tecnología es que nos harán la vida más fácil, sobre todo cuando lleguemos a casa. Claro, que para eso todo (o casi) debe estar conectado a Internet y entre sí.
En un escenario ideal, al llegar a casa podríamos decir «Hola, Asistente/Siri/Alexa/Cortana/X, ponme mi lista de canciones favoritas, programa la lavadora para que acabe a las 9 de la noche y sube la temperatura del radiador del cuarto de baño, que no me quiero quedar frío después de ducharme». Y el asistente personal sería capaz de hacer todas estas cosas por nosotros.
La promesa es que llegue incluso a predecir las necesidades del usuario. Si se cumplen, ya no tendríamos que pedirle que nos pusiera nuestra lista de música favorita al llegar a casa: al introducir la llave en la cerradura, el asisten nos identificaría y la reproduciría de manera automática.
Altavoces inteligentes: más allá del teléfono
Amazon con su producto Echo (que utiliza el asistente Alexa) es uno de los que más cuota de mercado tiene, de momento, gracias a vender este aparato a un precios muy atractivo. Actualmente Amazon Echo sólo está disponible en Estados Unidos, Reino Unido y en Alemania. En Francia se encuentra en fase beta. Pero conforme se desarrolla la tecnología y ésta baja de precio, van apareciendo nuevos jugadores y posibilidades: especialmente gracias a los fabricantes de audio como Sonos, Sony y Onkyo, quienes también introducen sus propios altavoces de audio inteligentes. Esto también hará que, según los análisis de la consultora Juniper Research, este mercado pase de mover 2.500 millones de dólares en 2017 a generar 10.000 millones en 2022. El 25% de ellos en Europa.
El reto también es que los usuarios no solo usen la tecnología de asistentes de voz en sus teléfonos, sino también en estos dispositivos. Pese a que algunos de ellos aún no están disponibles en el mercado, los consumidores españoles se muestran partidarios y dispuestos a comprar un asistente de voz: el 22% se decantaría por Google Home, el 19% por Amazon Echo y el 13% por Apple HomePod. Así al menos lo refleja un estudio de mercado (con 7.282 respuestas, 1.200 de ellas en España) realizado por D-Link a nivel europeo.
Para algunos expertos, la tecnología de los asistentes de voz es un paso más en la interacción natural de los hombres con las máquinas informáticas. Así, tras usar teclado y ratón, la tecnología de las pantallas táctiles permitió facilitar el uso de la tecnología por parte de todas las personas. Ahora, con el uso de la voz, podemos comunicarnos con las máquinas (casi) como si fueran humanos, derribando aún más barreras y facilitando esta interacción hombre/máquina.