Ha sido utilizado por el 80% de las empresas de la lista Fortune 500 y ha llegado a alcanzar los 1.00 millones de usuarios semanales.
TEXTO: ARANTXA HERRANZ
Parece que fue ayer, pero ChatGPT llegó a nuestras vidas hace ya más de un año: OpenAI, la empresa que lo ha desarrollado publicó por primera vez una demo de ChatGPT el 30 de noviembre de 2022. Y, en solo cinco días, la herramienta se volvió tan popular que alcanzó más de un millón de usuarios en solo cinco días.
Un año después, ChatGPT ha sido utilizado por el 80% de las empresas de la lista Fortune 500 y alcanzó los 100 millones de usuarios semanales, lo que demuestra su amplia repercusión.
Por qué nos fascina
ChatGPT es una herramienta de lo que se ha venido a denominar Inteligencia Artificial Generativa (AI Gen) y, aunque no es nueva (está construida sobre un gran modelo de lenguaje (LLM) que ya había estado evolucionando en años anteriores), sí que ha sido la que ha popularizado esta tecnología y la ha puesto encima de la mesa.
¿Por qué? Porque, entre otras cosas, tiene una demostrada e increíble capacidad de mantener conversaciones «realistas y convincentes». Aunque los humanos nos habíamos acostumbrado a interactuar con chatbots, estos aún tenían muchas carencias. Algo que ha venido a suplir ChatGPT.
Aunque se trata de una herramienta que todas las personas pueden usar, independientemente de su profesión, edad, o condición económica y social, ChatGPT es capaz de hacer muchas otras cosas, como completar y depurar código de aplicaciones, componer música y ensayos, responder a preguntas de exámenes, generar ideas de negocio, escribir poesía y letras de canciones, así como traducir y resumir texto.
De hecho, un estudio del MIT demostró que, en tareas como la redacción de cartas de presentación, correos electrónicos «delicados» y análisis de costes y beneficios, ChatGPT reducía en un 40% el tiempo que tardaban los trabajadores en completar las tareas, al tiempo que aumentaba la calidad de los resultados en un 18%, según las mediciones de evaluadores externos.
Lo bueno
Por tanto, y más allá de democratizar el uso de las IA generativas, ChatGPT tiene ventajas como gestionar tareas rutinarias y repetitivas, evitando errores gramaticales. También pueden servir para labores de educación y formación (especialmente cuando se incorpora un nuevo empleado a una empresa, encontrando y gestionando rápidamente guías). También proporciona respuestas instantáneas, lo que reduce los tiempos de espera de los usuarios que buscan ayuda, a cualquier hora. Una de sus ventajas es que es multilingüe, lo que facilita también estas labores en cualquier idioma.
Pero ChatGPT no es, ni de lejos, perfecto. De hecho, pese a que responde a las cuestiones que se le plantean de manera casi natural, lo cierto es que estamos ante una máquina que no entiende nada de lo que dice. Genera palabras porque son las que tienen más probabilidades de ir acorde al contexto (de hecho, uno de sus fallos es que, al predecir la palabra siguiente, puede abusar de algunos términos o vocablos), pero no entiende nada. Por eso, las respuestas pueden sonar a máquina y poco naturales.
Además, no está actualizado (algo de lo que suele avisar). Los últimos datos con los que está entrenado son de 2021 y aun y con esas puede proporcionar información incorrecta (lo que los especialistas han dado en denominar “alucinaciones”). Otro de sus grandes fallos es que no cita fuentes ni es capaz de contextualizar aquello que te está ofreciendo.
Y, por supuesto, aún está lejos de ser capaz de mantener una conversación como si fuera un humano, tirando de ironía o sarcasmo.
Lo feo
ChatGPT ha desempeñado un papel fundamental en la definición del mercado de la IA generativa, lo que ha desatado una especie de guerra sin cuartel en la que otros competidores (como Google, Microsoft y Meta) intentan mantener su rol.
De momento, uno de los mejor situados es Google, que lanzó Google Bard en marzo de 2023, un chatbot basado en IA conectado a Internet y que incluso es capaz de responder a preguntas sobre los vídeos de YouTube.
Como tecnología emergente, tanto la IA generativa como ChatGPT no han estado exentas de polémica. Desde el primer día, la tendencia de los grandes modelos lingüísticos a alucinar o inventar información, hechos y cifras ha creado mucha polémica. Al mismo tiempo, ha tenido que hacer frente a duras críticas por generar contenidos de odio y claramente discriminatorios. Estas preocupaciones se han visto amplificadas por el enfoque OpenAI, muy dada al secretismo sobre cómo se está desarrollando su IA, proporcionando poca información y nivel de transparencia sobre los sesgos en sus datos de entrenamiento.
Estas críticas conllevaron que se advierta ahora activamente a los usuarios de que ChatGPT puede cometer errores y les anima a comprobar dos veces los resultados.
Lo malo
Pero en esta carrera por eliminar lo feo, apareció lo malo: para que ChatGPT fuera menos violento, sexista y racista, OpenAI contrató a trabajadores kenianos a los que pagaba menos de 2 dólares la hora, mucho menos de lo que cobran no ya los trabajadores occidentales, sino lo que se considera normal en dicho país.
Según una investigación periodística, el problema, más allá de lo poco que se les podía pagar a estas personas en comparación con los sueldos occidentales, eran las condiciones laborales a las que eran sometidas. Los trabajadores se encargaban de filtrar todo tipo de texto e imágenes con el fin de entrenar los datos para que fueran capaces de reconocer contenido nocivo. Algo que incluía imágenes explícitas de contenido sexual, pedófilo, terrorismo y guerras. De hecho, uno de los trabajadores compartió con la revista Time el trauma que experimentaron al leer y etiquetar el texto para OpenAI, describiéndolo como una «tortura» debido a la naturaleza traumática del texto.
Porque, un año después de la llegada de esta herramienta que parecía casi magia, todos nos hemos dado cuenta de que un componente de la creación de IA generativa que a menudo se pasa por alto es la necesidad de explotar la mano de obra de personas de países subdesarrollados.