Sólo tiene 2,5 metros de ancho y de 53 m cuadrados en dos plantas, lo que le convierten en un sitio único en el que descubrir una zona de Baviera
TEXTO: JAVIER VARELA
Cuando Jonathan Swift imaginó Lilliput, esa nación insular ficticia donde transcurre la primera parte de Los viajes de Gulliver, seguro que no se imaginaba que años después hubiera un hotel que bien podría ser uno de los escenarios de su novela. Hablamos de Eh’häusl Hotel, un establecimiento que se encuentra en el corazón de la ciudad alemana de Churpfalz, en Amberg, y que presume del certificado por el Guinness de los récords como el más pequeño del mundo gracias a sus 53 metros cuadrados y 2,5 metros de ancho, que lo convierten en un rincón perfecto para perderse en plena Baviera.
Este lujoso escondite para dos personas –que reciben las llaves al llegar y se sienten como los propietarios- ofrece todas las comodidades que cualquier hotel pero con la intimidad que otorga un apartamento. Cuando se traspasa la puerta, el visitante se siente abrumado por la sinfonía de luz y color que le da más amplitud a la estancia, que junto con una decoración única y clásica, el suelo de madera, las paredes claras y el excelente aprovechamiento de los espacios, hace del Eh’häusl Hotel un lugar con encanto. De hecho, parece increíble que en tan poco espacio haya sitio para tanto porque cuenta con una habitación doble, una sala de estar con chimenea de gas, un salón-comedor, un baño completo y una bañera de hidromasaje en la buhardilla del inmueble. Como remate, el hilo musical en el que Verdi es el protagonista. No falta detalle.
Pero además de su ubicación y sus dimensiones, el Eh’häusl es un hotel con una historia curiosa. Se construyó en 1728 con el objetivo de eludir las leyes matrimoniales de Alemania que exigían a las parejas tener una casa en propiedad y un lugar en el que celebrar la ceremonia para poder casarse. Y Eh’häusl se convirtió en la casa de muchos de los jóvenes de la localidad, que la compraban para semanas después de contraer matrimonio venderla a otra pareja.
Quizá por ello, la traducción del nombre del hotel es ‘casa de matrimonio’ o ‘casa de bodas’, haciendo referencia al uso que tenía en aquella época. Eso sí, no se empezó a utilizar como hotel hasta 1977 y fue en 2008 cuando se acometió la última reforma en la que se modernizó pero sin perder la esencia del edificio original.
Tanta exclusividad en este santuario en miniatura tiene su precio, ya que pasar la noche en el Eh’Häusl cuesta 240 euros en los que se incluye un espectacular desayuno con productos de la zona y aparcamiento, además del servicio propio de un hotel convencional. Pero conseguir alojarse en él no es fácil, ya que tiene largas listas de espera y si quieres pasar allí una noche deberás reservar con un año de antelación.
Amberg, un viaje en el tiempo
Dormir en el hotel más pequeño del mundo tiene su encanto, pero la localidad en la que se encuentra es una auténtica joya que enamora a todo el que la visita. Amberg, situada a 130 kilómetros de Munich, es una auténtica caja de sorpresas en la que el río Vils es el gran protagonista. Atraviesa una ciudad que aprece sacada del medievo gracias a sus murallas, torres y fosos que bien podrían estar en cualquier libro o película. El lugar más visitado es el Stadtbrille (anteojos del pueblo), un peculiar puente que formaba parte de las fortificaciones de la ciudad y que tiene la peculiaridad de que el reflejo de sus arcos en el agua del río son casi perfectos, recordando a un par de gafas. Un paseo por las calles empedradas llenas de leyendas e historias hará al visitante entrar en el túnel del tiempo.