Si te gusta el esquí de alta montaña y la épica de la escalada, seguro que cuando oyes el nombre de la cumbre más alta de Europa se te tiene que erizar el pelo. El Mont Blanc, con sus 4.800 metros, está siempre presente en Chamonix, una antigua población de ganaderos que ha hecho de su patrimonio natural un modo de vida que cambia con las estaciones.
TEXTO Y FOTOS: JOSÉ MARÍA DE PABLO
El invierno, de diciembre a mayo, es el tiempo de los jóvenes esquiadores atraídos por la llamada de la montaña blanca y sus valles glaciares donde, con los conocimientos adecuados y si el tiempo lo permite, se puede esquiar libremente. Chamonix-Mont-Blanc no es una estación de esquí más. Aquí, al cerrar los arrastres, la vida continúa en las calles, donde la variedad de oferta se adapta a todos los gustos, incluso para los que no esquían.
Los edificios más antiguos de Chamonix son la torre de la Iglesia y la Maison de la Montagne, antiguo hogar de monjes y sede de la mítica Compagnie des Guides de Chamonix creada en 1821 para gestionar de manera exclusiva las visitas a la Mer de Glace, el glaciar descubierto en 1741 por dos estudiantes británicos de la Universidad de Ginebra. En la actualidad éste es el lugar para contratar guías oficiales e informarse del estado de la meteorología y la nieve en las montañas.
En el pasado, antes del turismo, nadie se adentraba en el lado sur del valle, donde están el Montblanc y los glaciares. Eran montes malditos habitados por espíritus que se manifestaban con el estruendo que hacían los bloques de hielo al caer. Los primeros turistas que se acercaron hasta este remoto lugar de la Alta Saboya eran llevados a la Mer de Glace en sillas de madera, luego en mulas y, cuando el número de visitantes empezó a desbordar a los guías, en el tren de cremallera de Montenvers, inaugurado en 1909. El tren recorre en 20 minutos la distancia que separa el centro del pueblo con la Mer de Glace. Al final de la vía hay dos restaurantes, un hotel y un mirador sobre los Drus y las Grandes Jorasses y el glaciar, que suma 11 km de longitud, entre 79 y 1.959 metros de ancho y 200 metros de espesor. Cada temporada invernal se excava una cueva en el hielo del glaciar en la que se exhiben los antiguos modos de vida de los montañeses. Para llegar hasta la cueva hay que caminar 20 minutos o bien tomar un telesilla y bajar 580 escalones.
Pero aún hay en Chamonix una atracción más espectacular: el ascenso en teleférico a l’Aiguille du Midi. La cabina, que llega hasta los 3.842 metros de altitud, es una obra maestra de la ingeniería, un reto a la naturaleza que te permite admirar el Mont Blanc a solo unos metros de distancia y abajo, un precipicio de 2.738 metros, distancia exacta que se recorre desde la base del valle. Sin duda, es una experiencia no apta para quien sufra de vértigo.
Allí arriba hay varias terrazas con 360 grados de vistas sobre los alpes franceses, suizos e italianos; un bar y un túnel en el hielo que conduce a la Vallee Blanche, uno de los descensos más apasionantes del mundo: 20 km fuera de pista que acaban en la Mar de Glace, sólo al alcance de quien conoce el terreno o va acompañado por un guía autorizado. El descenso dura unas cuatro horas, incluyendo un descanso en la mitad del camino, frente a los sérac del glaciar.
El esquí y après-ski
El valle de Chamonix-Mont-Blanc cuenta con todo tipo de pistas, desniveles y orientaciones. Los esquiadores expertos deben elegir los sectores de Les Houches, Le Brévent, la Flégère, les Grands-Montets y Balme. Allí se encuentran las pistas más apasionantes, snowpark para hacer acrobacias y el acceso a los descensos fuera de pista más buscados. Principiantes y niños deberán dirigirse a los sectores de Le Tourchet, Le Savoy, Les Planards, Les Chosalets, La Vormaine o La Poya, todas ellas ubicadas en la parte más baja del valle.
Caminar con raquetas de nieve o hacer esquí nórdico son algunas de las actividades que pueden practicar quienes deseen compaginar el esquí alpino. Alrededor de Les Praz y en Argentière están las pistas preferidas de la mayoría.
En la página web oficial puedes encontrar más información sobre el resto de descensos en todo el Dominio del Valle de Chamonix. La jornada de esquí debe terminar disfrutando del animado après-ski del centro de Chamonix, donde además se conservan algunos de los elegantes edificios de la Belle Epoque, resultado del boom económico que supuso el inicio del turismo en el valle. Un ejemplo es el Casino, primer edificio construido en la orilla del río pegada a la montaña y desde cuyo balcón Napoleón comunicó en 1860 a los campesinos que habían dejado de ser saboyanos para pasar a ser franceses; o el curioso edificio art nouveau del antiguo Café Terrace, de color rosa y traído desmontado desde Innsbruck por un caprichoso ciudadano de Chamonix.
También es un buen plan explorar las tiendas de la calle comercial, Rue du Docteur Paccard. Además de grandes marcas de material de esquí es posible adquirir algo del excelente embutido saboyano -salchichón o jamón de la casa-.
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GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR El Aeropuerto más cercano es el de Ginebra, a solo 90 km. Para llegar hasta ellas, puedes alquilar un coche o tomar algunos de los autobuses regulares que parte del mismo aeropuerto.
DÓNDE DORMIR
Hotel-Restaurant Arveyron. Sencillo pero súper acogedor hotel familiar de 32 habitaciones al borde del bosque Bouchet, junto a las pistas de esquí de fondo de Le Praz. Le Hameau Albert 1er. Chalet saboyano 5 estrellas, propiedad de la quinta generación de la familia Carrier. Tiene spa y dos restaurantes, uno de ellos dirigido por Damien Leveau y con 1 estrella Michelin. DÓNDE COMER Le Maison Carrier. Platos del país con un servicio sobresaliente y productos de calidad. Forma parte del hotel Le Hameau Albert 1er. Ambiente acogedor, ideal para familias. La Caleche. Un clásico de la restauración, favorito de los visitantes. Sirven platos hipercalóricos de la región entre antigüedades montañesas, todo un museo a la vista del comensal.
MÁS INFORMACIÓN
Más información en la web oficial de Chamonix.
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