Hay mil maneras de conocer la provincia de Alicante, pero la más original e interesante es recorriendo pueblos y comarcas que llevan siglos cultivando vides con cuyo fruto se elabora el mítico fondillón, uno de los más prestigiosos vinos de Europa. Para ello, nos adentramos en la Ruta del Vino de Alicante, concretamente en las comarcas de la Marina Alta, la Sierra de Aitana y el Alto y Medio Vinalopó visitando castillos almohades, iglesias góticas, senderos históricos y bodegas que han demostrado que ni Shakespeare ni el Rey Sol se equivocaban.
TEXTO Y FOTOS: JOSÉ MARÍA DE PABLO
Han pasado por lo menos 2.600 años desde que los habitantes de un poblado ibero ubicado en el Alto de Benimaquia, en la Marina Alta de Alicante, llenaran sus tinajas con las uvas con las que elaboraron los primeros vinos de la península Ibérica. Las pruebas de carbono realizadas a las pepitas encontradas en los restos del lagar así lo acreditan.
Este hallazgo es sin duda la primera etapa de la apasionante aventura que ha tenido como protagonista al cultivo de la vid en Alicante, una provincia conocida por su benigna meteorología y fantásticas playas, pero no tanto por sus vinos y la belleza de sus paisajes de interior, conformados por agrestes sierras y fértiles vegas en las que disfrutar del poso que las diversas culturas que lo habitaron le han dejado.
Para ser coherentes con la historia, empezaremos a recorrer la Ruta del Vino de Alicante, una de las 37 que actualmente forman parte de la marca Rutas del Vino de España, por la Marina Alta, comarca más septentrional en la que hasta 1910 se concentraba una de las mayores producciones de uvas pasas destinadas a los mercados europeos.
De la época dorada de las uvas pasas quedan como testigos los “riuraus”, edificios ventilados en los que, una vez escaldada, se terminaba de secar la dulce moscatel de Alejandría.
En el centro de Jesús Pobre encontramos uno de los riuraus públicos mejor conservados de la comarca, pero para ver uno verdaderamente fascinante hay que acercarse a la bodega Pepe Mendoza Casa Agrícola, construida en uno de estos secaderos con más solera y bonitos que se conservan. En sus viejas columnas de piedra encalada podemos identificar las firmas de los canteros árabes que la levantaron en la Edad Media.
La finca de Pepe Mendoza está plantada con viñedos históricos en los que crecen variedades moscatel, giró y monastrell, uvas que aportan a sus vinos aromas del Mediterráneo.
Con parte de esas uvas se hacen cada año vinos experimentales que, si triunfan, acaban incorporándose a su prestigioso plantel de vinos de autor. Uno de estos vinos es Pureza, un moscatel con unos pocos días de fermentación con sus pieles en ánforas de barro.
También en ánforas, en este caso similares a las encontradas en el poblado ibero de Benimaquia, se cría el vino de Les Freses, una bodega joven que se levanta donde antes había un campo de fresas en el municipio de Jesús Pobre. La visita a esta bodega incluye cata de vino bajo una pérgola muy mediterránea, que al inicio del verano reúne a los amantes del vino, las tapas y la música en directo.
Nuestra ruta continúa en la vecina comarca de la Marina Baixa. Allí, a los pies de la sierra de Aitana, encontramos uno de los paseos más encantadores de la provincia: la Ruta del Agua de Sella. A lo largo de poco más de 7 km de este popular sendero descubrimos el saber hacer de los agricultores de la zona, quienes se han ido apañando para retener y aprovechar el agua de lluvia con la que regar sus cultivos gracias a la construcción de azudes, acequias y molinos. La mejor época para visitar este oasis es de septiembre a mayo, cuando las cascadas, alimentadas por el agua de los acuíferos, nos regalan imágenes inolvidables.
Unos kilómetros sierra arriba se encuentra Finca Seguró, pequeña bodega a 800 metros sobre el nivel del mar en donde Doris Andres, suiza afincada aquí desde hace más de tres décadas, produce vinos “únicos moldeados por la naturaleza” que venden en todo el mundo. Para complementar el negocio enológico, la propiedad ha incorporado a su oferta los toneles, originales dormitorios distribuidos por toda la finca en los que pasar una romántica noche escuchando el sonido de las cigarras y despertándose con el cantar de los pájaros más madrugadores.
Historia y prestigio
Decenas de documentos históricos y literarios demuestran la buena dama del vino de Alicante. Así, sabemos que Fernando el Católico o Felipe II se molestaron en crear leyes para proteger a los productores de vino de esta tierra. También sabemos, que en 1492 barcos de todas las nacionalidades llegaban a los puertos para cargar sus bodegas “de vino blanco, pero es aún más el que llaman de tinto de Alicante, de gran mercado en Inglaterra, Escocia, Flandes y otros lugares de Europa”.
Una de las zonas productoras que contribuyó al éxito comercial fue la del Alto Vinalopó, comarca a medio camino entre la meseta castellana y la costa levantina que tiene a Villena como capital.
Esta pequeña ciudad es de sobra conocida por su imponente castillo, una atalaya almohade conquistada por Jaime I de Aragón en el siglo XIII y que fue hogar de Don Juan Manuel, el noble autor del Conde Lucanor, uno de las obras clave de la primera literatura escrita en castellano.
No debe ser ésta la única razón para visitar Villena. En su parte baja hay que entrar en la iglesia de Santiago, un templo gótico sostenido por 12 espectaculares columnas helicoidales; y visitar el museo festero, donde se custodia de mayo a diciembre la “mahoma”, figura clave de la fiesta de Moros y Cristianos, gran evento que en septiembre saca a la calle a cerca de 14.000 villenenses vestidos con sus mejores galas, ya sean del bando cristiano o del moro.
Sin embargo, ninguno de estos lugares es considerado como el mejor tesoro de Villena. Ese honor se lo lleva la colección de joyas de oro, plata, hierro y ámbar de la Edad del Bronce que se exhiben en el MUVI, Museo de Villena, de reciente apertura en lo que fue un antiguo molino harinera.
La pieza más valiosa del llamado Tesoro de Villena, encontrado en una rambla en 1963, es un brazalete de hierro, el más antiguo encontrado en España. El orgullo que Villena siente por el hallazgo se ve reflejado en bolardos, farolas y aceras del municipio, donde se reproducen algunas de las piezas del tesoro.
A nueve kilómetros de Villena está Biar, otro monumental pueblo. Llama la atención cómo en tan poco distancia y estando además en la misma provincia, la forma de hablar sea tan dispar. Mientras en Villena tiene un castellano con deje murciano, en Biar expresan con acento valenciano, la lengua mayoritaria entre sus habitantes.
Además de castillo almohade, Biar cuenta con una imponente iglesia que ocupa el solar de la vieja mezquita. Ambos edificios conforman una preciosa silueta que se complementa con una callejero laberíntico que oculta tras sus muros unos bellísimos patios de estilo árabe.
Rodeado de frutales junto a la laguna de Salinas encontramos Finca Collado, una de las bodegas de la Ruta más representativas del Alto Vinalopó. Su referencia estrella es Vi de sal, un monastrell que solo se produce cuando la vendimia es excepcional. La experiencia enoturística en esta finca termina en un merendero a la sombra de los pinos, donde se degustan sus vinos acompañados de un picnic de altos vuelos: embutido local, sándwiches y pastelería fina presentados en una cesta.
Para cerrar este viaje enológico, nos desplazamos 11 km al sur para visitar Bodegas Monóvar, donde se produce el mítico Fondillón, vino dulce hecho con uva pasa de monastrell mediante un método de producción que incluye 10 años de crianza en toneles de viejo roble americano. Cada año se extrae de los toneles un 10% para su embotellado, y se añade otro tanto de la nueva añada, respetando así la madre del vino que se encuentra en el fondo (de ahí su nombre). Lo que hace diferente al fondillón es que su alcohol proviene exclusivamente de la fermentación de la uva, no de añadidos como ocurre en otros vinos similares como el Oporto.
Sin duda, el lugar más especial de la bodega es la sala de toneles, considerado como el sancta santorum del fondillón, un auténtico hotel de 5 estrellas con “habitaciones” con más de 200 años de antigüedad en el que “descansa” el vino dulce apreciado desde antaño por grandes nombres de la literatura y la historia como Shakespeare, Alejandro Dumas, Emilio Salgari, Dostoyevski o el mismísimo Rey Sol, Luis XIV de Francia, quien tuvo el placer de morir en la cama tras merendarse dos bizcochos y una copita de fondillón. ¡Salud, Su Majestad!
GUÍA PRÁCTICA
DÓNDE COMER
Cisoria, Villena. Comandado por el joven matrimonio formado por Ignacio Caro y Carmen Navarro, este pequeño restaurante que homenajea con su nombre al primer libro de gastronomía escrito en español por Enrique de Villena, apela a las raíces y a la sensatez para ofrecer a sus clientes dos menús que contienen lo mejor del legado gastronómico del Alto Vinalopó y Segovia, de donde procede Caro
Restaurante Casa Sanchiz, Monóvar. El chef Luis Lorenzo Alfonso es el creador del arroz ahumado cuya fórmula secreta se esconde bajo siete llaves. Ubicado en el campo, Casa Sanchiz es un restaurante familiar donde el olor a brasa te traslada a un tiempo en el que todo era kilómetro 0. Es imprescindible terminar con un café hecho en la mesa con brasas y romero.
DÓNDE DORMIR
Hotel Rural La Fasana, Biar. Localizado en la plaza principal de Biar, en pleno centro histórico, este hotel rural ofrece habitaciones con vistas inigualables a lo que hay que añadir su excelente restaurante especializado en producto local.
Finca Seguró, Sella. Un lugar especial, para amantes de las experiencias únicas. Esta pequeña bodega familiar ofrece dormir en un tonel convertido en una encantadora cabaña. Cada tonel tiene una cómoda cama con vistas al viñedo y un porche donde disfrutar del buen clima de la sierra de Aitana.
MÁS INFORMACIÓN
en la web oficial de la Ruta del Vino de Alicante