Las Merindades, está dominada por el curso del río Ebro y sus principales afluentes, y compone un territorio donde confluyen las elevadas cumbres de la Cordillera Cantábrica. Descubriendo espacios naturales bajo la atenta mirada del ‘lobo feroz’
TEXTO Y FOTOS: PEDRO GRIFOL
El norte de la provincia de Burgos está repleto de pequeños núcleos de población, algunos ya prácticamente deshabitados, donde solo los muros de las iglesias siguen anclados; y otros donde los intrépidos senderistas hacen camino y parada, contribuyendo así a que la economía de la zona no sucumba a la despoblación.
La comarca, de nombre Las Merindades, está dominada por el curso del río Ebro y sus principales afluentes, y compone un territorio donde confluyen las elevadas cumbres de la Cordillera Cantábrica con las lindes de los páramos castellanos. El paisaje está marcado por una continua sucesión de escarpadas montañas, grutas, cañones, desfiladeros y saltos de agua que ofrecen paisajes estremecedores, como el Salto del Nervión, el salto de agua más grande de la Península Ibérica, y que será donde concluyamos nuestro viaje en coche.
Para ubicarnos en la zona, la población de Villarcayo, que ejerce de capital de Las Merindades, será el punto de inicio de nuestro itinerario. Situada a 75 kilómetros de la capital burgalesa, el término municipal está atravesado por la carretera nacional N-232, que la conecta con Medina de Pomar, el municipio más poblado de la comarca; parada, fonda y punto final del recorrido.
Escudos heráldicos
Desde 2007, la villa de Villarcayo fue declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico, así que tenemos algunas visitas de carácter cultural dignas de ver, como las casas blasonadas de la calle Santa Marina, que testimonian la importancia de las más linajudas familias de Las Merindades de los siglos XVII y XVIII. Detrás del ayuntamiento se conserva la denominada Torre del Reloj (siglo XVI), que conserva los escudos de las siete antiguas merindades de Castilla la Vieja.
En una pedanía cercana, Horna, está el Hotel Doña Jimena, un buen lugar para detenerse y comer, ya que su restaurante Mesón El Cid colmará satisfactoriamente nuestro deseo de pitanza… Además, tienen bicicletas de alquiler (e-Bike Merindades) por si te apetece descubrir los alrededores por caminos silvestres.
Siguiendo por la N-232 nos encontraremos con muchos bellos paisajes para contemplar y miradores para parar y relajarnos… como el Mirador de Los Portillos; pero nuestro siguiente pueblo a visitar será una pequeña pedanía de nombre Quintana de Valdivielso, que la habitan apenas 50 almas. Allí, cuatro de sus lugareños fueron (en nuestro viaje) de crucial importancia para el aleccionamiento sobre el legado cultural, histórico y científico de uno de los animales más simbólicos de nuestra fauna natural y agreste. Naturalmente se trata del lobo ibérico (canis lupus signatus); y el contacto directo con los pastores dedicados al cuidado del ganado constituyó la mejor lección sobre la historia del enfrentamiento atávico que han tenido los ganaderos y los lobos. Los instructores fueron los hermanos Valle Peña, recios pastores de esos parajes que ya van por la cuarta generación, protectores concienciados de la biodiversidad y ‘abogados del lobo’: “Allí donde el lobo ha existido siempre, los pastores hemos asumido su presencia y coexistido con él, tomado medidas ante el riesgo de daños.
Nuestra práctica tradicional para proteger al ganado la hemos heredado de nuestros ancestros. Caminamos con el ganado en el campo durante la jornada diurna custodiados por los perros mastines y por los perros de carea (pastor leonés). El perro de carea es el que mueve las ovejas y las ordena, y los mastines se encargan de proteger al rebaño, ya que, al haber sido criados entre ovejas, sienten que en el rebaño están sus congéneres. Si el ‘lobo feroz’ da miedo, los mastines dan más miedo a los lobos. Al llegar la noche el rebaño se encierra en los establos y así, aun durmiendo al acecho de lobos, las ovejas no se ven expuestas a los ataques. El oficio de pastor de hoy requiere conocer los valores medioambientales… y el lobo es parte indispensable de nuestra biodiversidad”. Leandro y sus tres hermanos, sin duda, conocen al lobo.
Quintana de Valdivielso está pulcro. Tiene su iglesia en la hondonada (que no en lo alto): San Millán; una torre de un marqués: La Torre de Loja; y algunas casas tan antiguas que datan de la época de la epidemia de la peste, y que muestran cruces pintadas en las puertas con las iniciales de los lugareños que se llevó la parca hace más de 300 años y que, afortunadamente, ni han sido robadas ni pintarrajeadas por ningún grafitero moderno. Piezas de museo al aire libre.
Proseguimos carretera hasta la ermita de Santa Isabel, conocida como Nuestra Señora de la Hoz, que pertenece al pueblo de El Almiñé, ya en el borde del páramo de Masa. Continuamos hasta la ermita románica de San Pantaleón de Losa, encaramada en lo alto de una montaña. Mientras, el río Ebro continúa serpenteando a nuestra vera por el desfiladero de los Hocinos, creando un hermoso y fértil valle; y percibimos que estamos en un viaje auténticamente rural que nos depara muchas sorpresas… aunque, no nos engañemos ¡no vamos a ver ningún lobo!
Las loberas
En el norte burgalés, la caza del lobo dejó vestigios de gran valor etnográfico como las llamadas loberas, que no son otra cosa que construcciones-trampa construidas a base de largas paredes de piedra y argamasa que confluyen en un angosto y profundo foso. Se utilizaban para la caza del lobo que era perseguido, acosado y dirigido por una turba de batidores pertrechados con palos y piedras hacia la trampa. El lobo, en su descontrolada huida se adentraba en ese pétreo embudo, y asustado por los griteríos producidos por los perseguidores, llegaba al final del engaño, cayendo en el foso que se había construido en la convergencia de los dos muros. Allí era rematado a palos, ya que no existían las armas de fuego… porque, hay que saber que las primeras loberas datan del Neolítico.
En el área entre Burgos y Vizcaya es donde históricamente se ha dado la mayor concentración de loberas. Para distinguirlas y poder visitarlas cada una tiene su nombre: la de ‘Barrerilla’ en Valle de Losa y la de ‘Fontanilla’ en Berberana.
Al norte de esta comarca de Las Merindades, asentado en una orografía profundamente afectada por la erosión kárstica, se encuentra el Monte Santiago. Allí se encuentra la lobera que constituye uno de los más espectaculares testimonios de esta forma de perseguir al lobo hasta la muerte; de hecho, en el panel explicativo que nos conduce hasta la trampa, se puede leer: “Loberas, un arte de caza ancestral”. La lobera del Monte Santiago está situada en el límite de la provincia de Burgos con la de Vizcaya. Para llegar hasta ella, el coche se puede dejar en el aparcamiento habilitado que hay en la carretera, después hay que caminar un par de kilómetros por un frondoso hayedo hasta la lobera. Pasamos, a pie de camino, por las ruinas del Monasterio de Santiago de Langrériz, abandonado a finales del siglo XVI. Y sabremos que estamos cerca de la lobera cuando veamos unas estatuas de hormigón, que representan a los perseguidores de lobos. Ya casi en la trampa, un gran lobo, también ‘de mentira’, está a punto de ser atrapado.
Poco más adelante -está señalizado- se encuentra el Mirador del Nervión, un espectacular salto de agua que se precipita desde más de 280 metros en caída vertical por la pared de piedra caliza, dando lugar al nacimiento del río Nervión. Un paisaje infinito se abre ante nosotros mientras que, en el hondo valle, solemnes buitres leonados planean bajo nuestra mirada. Sentarse, observar y permanecer en silencio puede ser una buena idea.
Villa de manzanas
Terminamos ‘la ruta del lobo’ en el centro geográfico de la comarca, en Medina de Pomar, que está entre los ríos Nela y Trueba. Es la localidad más poblada desde tiempos musulmanes -de donde proviene su nombre: de ‘medina’ (ciudad en árabe), y por estar asentada entre manzanos: ‘de pomar’ (manzana en latín)-.
Un tranquilo paseo por las murallas del casco antiguo nos conduce a pasar bajo sus viejas puertas en arco, como la de la Judería y la de la Cadena, y a contemplar algunos paneles pintados por artistas locales al subir por la Calle Mayor. Es el recorrido principal hasta el centro del cerro sobre el que se construyó el Castillo de los Velasco o Alcázar de los Condestables de Castilla, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. La fortaleza, cuya construcción se sitúa a finales del siglo XIV, fue un edificio de carácter defensivo compuesto por dos grandes torres unidas por un cuerpo central. En la actualidad alberga el Museo Histórico de Las Merindades. Interesante visita para completar nuestra cultura sobre la zona.
Y no podían faltar las huellas de lobos, pero esta vez nos llevan ante el escudo heráldico de la casa de la familia de Salinas-Paz que, situada en la zona más alta del pueblo, frente a la iglesia de la Santa Cruz y adosada a la muralla, ostenta entre sus armas la imagen de dos lobos rampantes.
GUÍA PRÁCTICA
PARA SABER MÁS
Para saber más sobre el lobo ibérico: www.loboiberico.com
ASCEL (Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico): ascel@loboiberico.com
MÁS INFORMACIÓN
www.merindaddevaldivieso.com
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