Recorrer el Pirineo catalán nos lleva por animadas ciudades, pueblos medievales y espacios naturales que inspiraron a artistas y son el origen de sabrosos productos de la gastronomía catalana. El tramo pirenaico del Grand Tour de Cataluña suma 357 km de carreteras de montaña cruzando las comarcas históricas de La Garrotxa, Ripollès, Berguedà y el Alt Urgell.
TEXTO Y FOTOS: JOSÉ MARÍA DE PABLO Y MIKEL MARQUÉS
Empezamos el tour en Figueres, pequeña ciudad que vio nacer a Salvador Dalí, uno de los personajes más controvertidos de la cultura española del siglo XX. En el centro de la ciudad encontramos lugares interesantes como la Rambla y la Iglesia de Sant Pere, pero la mayoría de los visitantes solo paran aquí para alucinar, literalmente, en el Teatro-Museo Dalí, considerado el “mayor objeto surrealista del mundo”.
Inaugurado en 1974 siguiendo las directrices de Dalí y su esposa Gala, en su interior se muestran algunos trabajos del pintor, pero sobre todo esculturas hechas específicamente para decorar cualquier esquina de lo que fue el teatro municipal. El artista es el actor principal, por eso en el centro del escenario está su tumba sin identificación alguna, una nota discordante sabiendo que plasmaba su firma allí donde pudiera, siempre que obtuviera un beneficio o publicidad gratuita.
De todo lo expuesto en el museo destaca la Sala del Tesoro, donde se están las obras favoritas de Dalí; la Sala Mae West, retrato tridimensional de la actriz con peluca originalmente peinada por Llongueras; y la colección de joyas de oro y piedras preciosas diseñadas entre 1941 y 1970.
Para compensar al subconsciente excitado, lo mejor es dirigirse a Besalú, centro de uno de los condados que formaban la Marca Hispánica de Carlomagno. Besalú es un conjunto histórico-artístico medieval reconocido por su monumental puente románico sobre el río Fluviá y su judería, un entramado de calles que fue hogar de una comunidad sefardí. Lo más destacado de ella es el Miqvé, una casa de baños rituales del siglo XII conservada en perfecto estado.
La jornada termina en Banyoles para hacer algo de turismo activo en el famoso lago, el conjunto cárstico más extenso de España. La empresa Caiac i Natura, fundada por dos piragüistas olímpicos argentinos, ofrece visitas guiadas en kayak por la laguna, paseo que transcurre por todo el lago, desde las elegantes “pesqueras”, cabinas de pesca construidas durante el siglo XIX (la racionalista de Gimferrer es la más conocida por ser el lugar donde se celebran las bodas civiles), hasta las esquinas de aguas más calmas donde crecen los nenúfares en flor.
No es esta la única manera de descubrir la riqueza natural de Banyoles. Las orillas del lago se pueden también recorrer en bicicleta parando en el Parque Neolítico de la Draga, las zonas habilitadas para el baño y los miradores camuflados entre vegetación lacustre.
Bosques y volcanes
La Garrotxa es una comarca que lo tiene todo. Uno se podría pasar años recorriéndola y seguiría maravillándose con sus paisajes y sus bellísimos pueblos históricos, pero lo que de verdad le confiere carácter son sus volcanes. Cuarentena conos y más de 20 coladas de lavas basálticas crean una orografía y un suelo, que sumado a la climatología permiten el desarrollo de un ecosistema único en el que predominan los bosques de encinas, robles y hayas. En total, son 15.309 hectáreas del Parque Natural, incluidas en ellas 11 municipios.
Conocer los secretos de La Garrotxa exige salir del coche y decidirse por alguno de los itinerarios propuestos de acuerdo a la forma física y tiempo disponible. Los lugares más buscados son sin duda la Fageda d’en Jordà, precioso hayedo; el farallón basáltico sobre la que está edificado el pueblo de Castellfollit de la Roca (las mejores vistas se obtienen desde abajo, en la pasarela sobre el río Fluvià) y los cascos históricos de Sant Feliu de Pallerols y Santa Pau.
Es en este último donde encontramos todos los elementos característicos de los pueblos de La Garrotxa, el castillo residencial del señor de la villa, la plaza porticada donde se celebraban los mercados de animales (los bous, bueyes en catalán) y las casonas levantadas con piedras de la zona. Una de las cosas que hacen a Santa Pau especial son los fesols, pequeñas y redondeadas alubias blancas que se cultivan exclusivamente allí entre junio y septiembre. Los minerales que contienen los suelos volcánicos otorgan a los auténticos fesols la textura perfecta que hace de ellos un manjar con denominación de origen, perfecto para degustar tanto en ensalada en verano como en platos de cuchara en invierno.
Para comprender mejor todo el universo volcánico hay que hacer parada en Olot, la bonita capital de La Garrotxa, donde en 2022 se ha inaugurado Espai Cràter, un centro de interpretación construido en el interior del volcán Puig del Roser, que alberga una exposición interactiva que explica el origen de los volcanes, haciendo hincapié en las peculiaridades de los de La Garrotxa, que contra lo que venía afirmando hasta hace poco, no están extinguidos. La aventura en Espai Cráter puede cerrarse subiendo al vecino volcán de Montsacopa con vistas panorámicas.
Todos los lunes del año, Olot celebra su popular mercado en el Passeig d’en Blay, donde se vende comida y ropa. El resto de los días del año, podremos visitar el Mercado Municipal, un recinto en el que encontraremos el mejor producto local: quesos de cabra, butifarra, vinos de todas las D.O. catalanas y, por supuesto, los delicados fesols de Santa Pau.
El Místico Ripollés
A partir de este punto, esta etapa del Grand Tour de Cataluña empieza a ganar altura. Nos desplazamos hacia el Ripollés, una comarca llena de historia y leyendas, muchas de ellas vinculadas a los monasterios fundados bajo el auspicio de los condes que regían las comarcas catalanas de la Marca Hispánica en terrenos ganados a los musulmanes. La aldea de Beget y la villa de Camprodón son dos de los pueblos donde parar en el camino a Ripoll. Ubicado a más de 988 metros sobre el nivel del mar, en la confluencia de los ríos Ter y Ritort, Camprodón combina en su casco urbano edificios medievales como el monasterio de Sant Pere con una amplia colección de mansiones de recreo construidas en estilo modernista.
El monumento más importante de la comarca es el monasterio benedictino de Ripoll. Fundado en el siglo IX por el conde de Barcelona Wilfredo el Velloso, Ripoll fue un importante centro económico comarcal y de conocimiento en su tiempo, ya que contaba con un “scriptorium” en el que se produjeron copias manuscritas de enorme valor como la Biblia de Ripoll y la Gesta Comitum Barcinonensium, donde se cuenta la historia de la Cataluña altomedieval.
Pocas iglesias de su época tenían siete ábsides y dos torres (solo una ha sobrevivido a la historia), pero es que este monasterio nació también para ser el panteón de los condes de Barcelona. En los capiteles del claustro encontramos mensajes para la comunidad de monjes, animales vinculados a los evangelistas como ejemplos de virtud, frente a los grifos, y sirenas representando los vicios a evitar. Por contra, en el monumental pórtico principal del siglo XII encontramos una biblia tallada, destinada a evangelizar el pueblo.
Para conocer más del legado de Wilfredo en la zona, podemos recorrer en bicicleta los 15 km que separan Ripoll de Sant Joan de les Abadesses a través de La Vía Verde del Hierro y el Carbón. Este antiguo trazado ferroviario pavimentado y sin apenas desnivel nos lleva hasta el pueblo donde el conde fundó el primer monasterio femenino de Cataluña para su hija Emma, que fue su primera abadesa.
A solo 20 minutos al norte de Ripoll está Ribes de Freser, de donde parte el tren de cremallera, único modo de transporte para acceder a la Vall de Núria, lugar pionero en la cultura del esquí en toda España.
El viaje en tren es en sí mismo una aventura, ya que los paisajes que podemos admirar desde las ventanas quitan el hipo. Arriba, junto a la estación, hay un lago artificial por el que se puede navegar en barca y rodeándolo están la ermita de San Gil, a donde peregrinan las mujeres que desean quedarse embarazadas; y la basílica, en cuyo altar se exhibe una copia de la talla románica de la Virgen de Núria, ya que la original permanece guardada para que nadie la sustraiga de su peana (como ya ha sucedido en varias ocasiones).
La oferta de ocio se completa con paseos a caballo, un parque infantil, minigolf y una red de senderos con los que recorrer las crestas del valle glaciar (usando el telecabina) e incluso bajando (o subiendo) a pie desde la estación intermedia de Queralbs.
Berguedá y el Alt Urgell
Dejamos la provincia de Girona para adentrarnos en la comarca de Berguedá, un trocito de Pirineo que comparten las provincias de Barcelona y Lleida. Para disfrutar más del viaje, saldremos desde Ribes de Freser hacia Puigcerdá por la N-260, carretera conocida como el Eje Pirenaico, y tomaremos un desvío en dirección a Fornells de la Muntanya. Es una carretera estrecha y con poco tráfico que en algunos tramos transcurre junto a las vías de tren de la centenaria línea férrea que une Barcelona con Puigcerdá y Latour de Carol, ya al otro lado de la frontera.
El itinerario nos conduce hacia la estación de invierno de La Molina, en donde el paisaje cambia radicalmente, desaparecen los árboles y las altas colinas parecen se cubren de prados. Estamos en el puerto de La Creueta, 20 km de curvas que nos conducen a Castellar de n’Hug, pueblo pintoresco en donde nace el río más conocido de Barcelona, el Llobregat, a 1.259 m de altitud.
Este territorio forma parte del Parque Natural del Cadí-Moixeró, una muralla de montañas paralelas al Pirineo que separa las cuencas de los ríos Segre y Llobregat y que abarca tanto Berguedá como la comarca ilerdense del Alt Urgell.
Acercándonos al pueblo de Saldes ya se empieza a ver la peculiar silueta de la Pedraforca, la montaña más característica del Parque Natural, un mole con dos cumbres rocosas que alcanza los 2.500 metros de altura.
Igual de imponente pero menos amenazante se presenta la montaña desde Gòsol, el primer pueblo de la provincia de Lleida que encontramos en la ruta. En su plaza principal una placa recuerda al joven Pablo Picasso, a quien el pueblo dedica un Museo en el que se rememora su estancia en 1906 durante la cual su estilo dio el giro definitivo hacia el cubismo.
Otras bonitas historias del pasado se encuentran en el Museo de las Trementinaires de Tuixent, pequeña población del Alt Urgell. Ubicado en la oficina de turismo, el museo recuerda a las mujeres del pueblo que desde tiempos inmemorables recogían plantas silvestres y resinas con las que trataban determinadas dolencias. La tradición oral se transmitió de generación en generación hasta que en el siglo XIX la costumbre se profesionalizó y dos veces al año las mujeres de Tuixent salían del pueblo hacia otras comarcas para vender sus hierbas y soluciones naturales. El último viaje de una trementinaire fue el de Sofía y su marido Miquel en 1982, cuyo testimonio ha quedado vivo en un documental que se puede ver en el museo.
Sin hierbas pero con el agua más pura del Pirineo y el mejor arroz de Japón, Antoni Campins, gastrónomo e inventor de instrumentos de cocina, elabora Sake en lo que fue la capilla de la muralla de Tuixent. Seda Líquida es el nombre de la bodega y está abierta a visitas guiadas.
Para cerrar este pequeño Gran Tour por el Pirineo Catalán, nos acercamos a la Seu d’Urgell para conocer el Parque Olímpico, el lugar donde dar rienda suelta a la adrenalina en las aguas bravas creadas para los Juegos Olímpicos de 1992. Antes o después hay que pasar por el complejo catedralicio de estilo románico, una joya del arte medieval promovida por San Ermengol, obispo de la Seu y patrón de toda la diócesis.
En el casco viejo de la ciudad episcopal encontramos vestigios de su potente mercado, del que aún se conservan las medidas en los soportales de la calle Mayor. La tradición comercial de La Seu permanece viva en su mercado de los martes y sábados o en la feria de quesos del Pirineo, que reúne el tercer fin de semana de octubre a productores de ambos lados de la frontera.
GUÍA PRÁCTICA
DÓNDE DORMIR
Cal Sastre. Hotel con encanto, trato personalizado y excelente servicio de restaurante con varias opciones de menús completos en los que siempre encontraremos un plato de fesols de Santa Pau.
La Trobada Hotel. A dos minutos del Monasterio de Ripoll, este hotel boutique ofrece habitaciones amplias y alquiler de bicicletas para hacer la Vía Verde del Hierro y el Carbón.
El Molí de Fornols. Hotel sencillo en un lugar tranquilo a pocos km de Tuixent.
DÓNDE DORMIR
Restaurante Bocam. Cocina creativa y saludable con platos de inspiración daliniana y ambiente moderno en el centro de Figueres, a la vuelta de la esquina del Teatro Museo.
La Moixina Restaurant. Elegante restaurante ubicado en los humedales de la Moixina de Olot con un menú lleno de recetas a base de producto local en una propuesta que definen como “cocina volcánica”.
Can Casanova. Restaurante familiar con más de un siglo de historia en Fornells de la Muntanya. Su carta cuenta con platos de cuchara como la Carn d’olla y buenas carnes como el estofado de ciervo.
La Glorieta. Cocina catalana y Alt Urgell guisada con productos de mercado.
MÁS INFORMACIÓN
Más información en la web oficial del Grand Tour de Cataluña.
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