Una ruta por el río Duero vertebra un viaje lleno de atractivos y podríamos detenernos en cada una de sus curvas o en cada paisaje que encontremos: castillos, monasterios, museos, bodegas…
TEXTO y FOTOS: PEDRO GRIFOL
El río Duero, en sus casi 900 km. de recorrido desde los Picos de Urbión, en la provincia de Soria hasta Oporto (Portugal), ofrece un recorrido lleno de sorpresas. Podríamos detenernos en cada una de sus curvas o en cada paisaje que encontremos. Así que, para este viaje, hemos tenido que seleccionar algunos de los lugares más significativos.
Arrancamos motores en Aranda de Duero, municipio burgalés que este año ostenta el título de Ciudad Europea del Vino, que la posiciona en la Red Europea de Ciudades del Vino, una capitalidad alargada por la pandemia hasta final de 2022, y que Aranda aprovecha para celebrar múltiples eventos como, entre otros: la XXI Jornada del Lechazo ¡cómo no! durante todo el mes de junio en una decena de restaurantes; el festival de música indie Sonorama Ribera (del 10 al 14 de agosto); la 22 edición del Concurso de Tapas, Pinchos y Banderillas (octubre); y el Día Europeo del Enoturismo (8 de noviembre), una jornada que pone en valor la cultura y las tradiciones de las ciudades productoras de vino.
Habiendo ya digerido el lechazo y después de recorrer alguno de sus siete kilómetros de su subsuelo horadado por antiguas bodegas subterráneas, nos disponemos a visitar la Iglesia de Santa María la Real y admirar su bellísima portada concebida a modo de grandioso retablo, joya de la arquitectura gótico-isabelina española del siglo XV.
Aranda es, también, un buen punto de partida para iniciar la Ruta del Vino de Ribera del Duero que conduce a más de 90 pueblos y 65 bodegas… Seguimos carretera… En ruta por los campos de Castilla nos sorprende la torre del homenaje del castillo de Haza, minúscula localidad que ya ha pasado a la categoría de ‘vaciada’ -10 vecinos-, pero a la que merece la pena acercarse. Su impresionante torreón ha sido convertido en un museo vivo que puede visitarse libremente haciendo previamente la pertinente reserva digital para obtener el código de entrada. Haza entró en la Historia de España en el año 912, cuando el conde de Burgos, Gonzalo Fernández, tras ocupar la milenaria ciudad de Clunia, cruza el río Duero y se establece en el cerro de Haza. Hoy en día, su alcalde confía en que el pueblo atraiga a artistas… como en su día ocurrió con algunos pueblos abandonados -o casi- de España. De momento, alondras, halcones y buitres sobrevuelan los cielos a su aire y, en la tierra, algunos gatos sin miedo buscan ratones por entre las ruinas del castillo con los que jugar. En la iglesia de San Miguel se conservan varias tablas hispanoflamencas del siglo XV, que descansan ancladas y custodiadas por el ululato de un búho real que, subido a su árbol favorito, vigila la entrada por la noche.
Un barco de piedra
Entramos en la provincia de Valladolid, y es Peñafiel la parada obligatoria. Su peculiar plaza, la del Coso, es símbolo de la mejor arquitectura popular. Peñafiel tiene uno de los castillos más emblemáticos del recorrido, que constituyó un punto fundamental en la línea defensiva del Duero, tanto para cristianos como para musulmanes… allá por el siglo X. Desde el cerro, la fortaleza dominaba los valles de los ríos Duero y Duratón. Hoy es un ejemplo perfecto de arquitectura militar y de magnífica reconstrucción. Su interior, relleno con una estructura de acero y madera, obra del arquitecto Roberto Valle, sugiere un barco de piedra que se adentra en la llanura castellana. Dentro alberga el Museo Provincial del Vino, en el que se puede hacer un recorrido por la historia y la cultura del vino, las técnicas de producción y elaboración de los los vinos de la Tierra de Castilla y León, es decir de sus cinco Denominaciones de Origen: Tierra de León, Ribera del Duero, Cigales, Toro y Rueda.
Bodega Emina.
A pocos kilómetros, una singular arquitectura minimalista integrada en el ancho paisaje llama la atención. Se trata de la Bodega Tr3smano, un proyecto que arrancó con su primera vendimia en 2014 y que ha conseguido que uno de sus vinos haya recibido la máxima distinción en el prestigioso Concurso Internacional de Vinos Bacchus, reconociéndolo como uno de los 32 mejores vinos del mundo en el año 2021.
El pequeño pueblo donde se ubica, Padilla de Duero, tiene un peculiar museo sobre los hallazgos realizados en el yacimiento arqueológico de Pintia que es visita recomendable para los aficionados a la arqueología.
El más selecto alojamiento del recorrido es, sin duda, el monasterio cisterciense del siglo XII Santa María de Valbuena, que ostenta el orgulloso título de ser el mejor conservado de Europa. Convertido en hotel, el Monasterio de Valbuena de Duero está gestionado por la empresa Castilla Termal. Tiene 79 habitaciones de cinco estrellas y un completísimo balneario spa con aguas mineromedicinales, donde también el buen yantar está asegurado por la sabiduría culinaria del chef ejecutivo del hotel, Miguel Ángel de la Cruz (estrella Michelin en este año) que, con una propuesta gastronómica basada en productos de proximidad y acompañada con vino de elaboración propia, pone broche de oro a la experiencia hotelera. Una jornada de excepción digna de ser vivida… aunque solo sea por un día y una noche.
Antes de proseguir camino, volvemos a ocuparnos del arte, porque el monasterio es, además, la sede permanente de la Fundación Las Edades del Hombre, la sobresaliente iniciativa que está permitiendo exponer cada año el abundante patrimonio de arte religioso de Castilla y León en distintas localidades de la región. Aquí se encuentra el taller de restauración que cuida del estado de las obras de arte de cada muestra celebrada.
Y podemos seguir haciendo más paradas lúdico-enogastonómicas, porque por aquí están las bodegas de dos de las grandes marcas de la zona: Emina y Matarromera, que de la mano del emprendedor Carlos Moro, continúan brindando prestigio a las dos grandes Denominaciones de Origen de la zona: Ribera del Duero y Rueda.
El paisaje más bello
El paisaje más bello del río – o eso dicen muchos ¡no solo los lugareños del lugar! -se llama El Meandro de Castronuño, y está situado en medio de la Reserva Natural Riberas de Castronuño- Vega del Duero, única reserva natural de la provincia de Valladolid.
Para acceder, lo mejor será aparcar y recorrer la llamada Senda de los Almendros a pie, que era el camino que recorrían los pescadores que atracaban en un pequeño puerto fluvial que allí existía. A medio camino veremos un sencillo observatorio de madera donde descansar y poder contemplar la avifauna. Después de recorrer más o menos 3 kilómetros (en total), ya podemos volver a Castronuño, y opinar entonces sobre si el Meando de La Muela es el paisaje más bonito que has visto en el viaje.
En un privilegiado mirador sobre el río ha instalado su taller el chocolatero José Ignacio Colinas (más conocido como Catacho). Se llama Xokoreto -chocolate en japonés-, donde se ofrecen golosas tentaciones. Su frase lo dice todo: «Si el corazón te late, come chocolate».
Antes de enfilar la Ruta del Vino de Toro, ya en tierras zamoranas, nada mejor que pasar la noche en otro lugar emblemático de la ruta: el castillo de Monte la Reina, un palacio neogótico del siglo XIX decorado con estilo vanguardista.
Naturalmente, también tiene su propia bodega en la que destacan los vinos jóvenes y frescos elaborados con la uva de la zona: la Tempranillo.
Y en dirección Zamora capital, nos detenemos en Toro. Calcular tiempo suficiente para caminar desde su plaza mayor hasta su plaza de toros, que es de madera y constituye una de las más distintivas de España, donde el amarillo del albero contrasta con los corneados tablones de los burladeros pintados de rojo sangre.
Continuando con la visita peatonal a Toro, entramos en la Colegiata de Santa María la Mayor, y concluimos el paseo urbano por el Paseo del Espolón, desde donde volvemos a gozar de una de las mejores vistas del Duero.
Imperdonable no ir a conocer La Morada del Vino, un espacio gastronómico que gestionan y dominan con gracejo los hermanos Calvo (Noelia y Kiko), en el que encontramos una amplia variedad de los mejores productos de esta tierra y una selección de exóticas delicatessen, aunque nos estemos refiriendo a productos tan aparentemente convencionales como embutidos, quesos o chocolates; sin olvidarnos de sus vinos: Bigardo y Maldito Parné.
El río Duero atraviesa después la ciudad de Zamora, se hunde y curva hasta dominios portugueses, donde va modelando profundas gargantas que reciben el nombre de ‘arribes’ creando el paraje conocido como Las Arribes del Duero y, que al otro lado de la ‘raya’ se conoce como Parque Natural do Douro Internacional… Pero eso ya es otro viaje.
GUÍA PRÁCTICA
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