Las carreteras de la península Sorrentina están entre las más bellas del mundo. Los montes Lattari, poblados por la típica vegetación mediterránea, y los acantilados junto al mar tienen la culpa de que miles de conductores elijan este lugar plagado de historia y patrimonio artístico para disfrutar de unas vacaciones al volante.
Texto y Fotos: JOSÉ MARÍA DE PABLO
Sorrento está a solo 32 km de Amalfi, cabeza de la antigua República Amalfitana. Sin embargo, conducir de una a otra ciudad toma por lo menos una hora. Los montes Lattari, columna vertebral de la península sorrentina tienen la culpa. Gracias a estas cumbres, que superan los 1.400 metros de altitud, esta bella esquina de Italia, es todo un clásico entre los destinos favoritos entre los amantes de la conducción.
Antes de ponerse en marcha, arrancamos la ruta descubriendo Sorrento, una pequeña ciudad de no más de 16.500 habitantes colocada sobre un acantilado desde el que se observan las mejores vistas de la ciudad de Nápoles y del perfil de su Golfo, presidido por la silueta perfecta del Vesubio.
Incluida en el Grand Tour italiano, Sorrento es desde el final del siglo XIX un destino turístico de alto nivel. En su libro de honor de visitantes figuran escritores, músicos y científicos románticos como Goethe, Lord Byron, Keats, Dickens, Walter Scott, Ibsen y Nietzsche, quienes seguramente llegaron hasta aquí atraídos por el dramático escenario en el que se enmarca la ciudad siempre asediada por piratas sarracenos.
El centro histórico de Sorrento combina amplias calles llenas de buen comercio con otras más recoletas, llenas de bellas iglesias de todos los estilos y épocas. Lo que más suele gustar al visitante es descubrir sus murallas construidas aprovechando su peculiar geografía junto al mar. Los muros que hoy son el resultado de la superposición de civilizaciones, empezando por los griegos y acabando con los borbones, dinastía que rigió los destinos del Reino de Nápoles hasta la unificación de Italia en el siglo XIX.
El descenso desde el centro de la ciudad hasta la costa atravesando las murallas es una aventura para la vista, tanto si se hace en coche como si se toma uno de los senderos peatonales que la atraviesan y que conducen de manera directa a las dos marinas, la Piccola y la Grande, desde donde parten los ferries en dirección a Capri y Nápoles.
Los acantilados de esta costa no dejan mucho espacio para disfrutar del mar, así que Sorrento ha logrado ganar terreno para los bañistas construyendo plataformas flotantes donde la gente puede tomar el sol y disfrutar de las aguas azules del golfo de Nápoles.
Detrás del casco histórico se encuentra uno de los lugares más misteriosos de Italia, el llamado Valle de los Molinos, un tajo vertical en la tierra resultado de un terremoto ocurrido hace 35.000 años. En el fondo del valle transcurren varios ríos cuya corriente se usó para mover la maquinaria de molinos medievales, ahora en ruinas y cubiertos de vegetación frondosa que ha producido un microclima húmedo a la orilla del Mediterráneo.
Barrancos y limoneros
La red de carreteras de esta península en dirección a la Costa Amalfitana supera barrancos y cumbres atravesando poéticos paisajes mediterráneos. Positano es el primero de los pueblos que forman parte de esta comunidad de municipios construidos en escalera ascendiendo por la falda de los montes Lattari.
Todo era muy tranquilo es este bello pueblo de pescadores hasta que el escritor y premio Nobel John Steinbeck escribió en 1953 sobre sus encantos en la revista Harper’s Bazaar.
Positano es un lugar con mil caras, casi tantas como lugares donde admirarla desde lo alto, en la carretera, miradores donde los vecinos venden zumos de fruta fresca de temporada como guindillas, granadas y limones, fruto estrella de la toda la comarca, célebre por sus “limoncellos”, un licor de fácil digestión pero que esconde tras su dulzor alrededor de 30º de alcohol.
Las callejuelas que descienden a su coqueta cala ofrecen también discretos miradores desde los que se ven las torres y la cúpula de la iglesia de Santa Maria Assunta, donde se venera una Virgen negra traída desde una Bizancio recién caída en manos de los turcos.
Entre Positano y Praiano, nuestro siguiente destino, la carretera transcurre sobre los acantilados, con el horizonte marino siempre bajo nosotros.
Sus dos iglesias, decoradas con suelos de majolica, son el mayor reclamo monumental de Praiano, pero este pueblecito esconde otros muchos encantos. Se trata de seguir un sendero señalizado con peces de cerámica incrustados en los muros para llegar al borde del mar después de atravesar encaladas callejuelas, terrazas y jardines cargados de los aromas de los limoneros. El premio al final del paseo es una cala encajada entre las escarpadas montañas donde bañistas y pescadores a bordo de humildes chalupas a remo comparten el secreto de Praiano.
Antes de llegar a Amalfi, corazón político y económico de lo que en tiempos remotos fue toda una república independiente, la carretera desciende hasta dejar a la vista las calas de Furore, Marina di Praia y el “fiordo di Furore”, dos de los rincones más misteriosos y fotogénicos de la costa.
En Amalfi el ambiente que se respira es diferente. Aunque estamos hablando de una ciudad de solo 5.300 habitantes, el ambiente es más cosmopolita.
Su catedral románica, situada al final de una gran escalera, es el emblema del poderío amalfitano dentro del mosaico de estados en que se dividió lo que hoy llamamos Italia al caer el Imperio Romano. El Claustro del Paraíso, del siglo XIII, es la estrella del templo. Sus arcos entrelazados y frescos de estilo gótico le confieren una estética única en el mundo. El museo diocesano, situado en la nave de la primigenia basílica merecen una oportunidad, igual que la cripta de la catedral, donde se guardan los restos de San Andrés, primer discípulo de Cristo.
Capri y la ruta azul
Desde Sorrento e incluso desde Nápoles parten barcos con destino a la isla de Capri, donde la famosa Gruta Azul suele centrar la atención de los visitantes que llegan en verano. Sin embargo, esta pequeña pero accidentada isla tiene mucho más que ver a lo largo de todo el año.
En el encantador pueblo de Capri, situado en el mismo centro de la isla, se disfruta de una panorámica de la Marina y la península Sorrentina. Entre tiendas de moda de lujo y cerámica mayólica se descubren los letreros que te conducen hacia la Via Krupp, un sendero empedrado y serpenteante que desciende hasta Marina Piccola desde el Jardín de Augusto, un parque romántico colocado estratégicamente en el extremo de un acantilado con las primeras vistas sobre los tres farallones, cuya silueta forma parte de la “marca Capri”.
Para llegar hasta ahí hay que pasar por la Cartuja de San Giacomo, lugar de retiro de monjes y hoy convertido en un museo en el que se descubren los espacios donde sus antiguos moradores desarrollaban su vida ascética.
Entre la Cartuja y el mirador del Jardín se encuentra Carthusia, una de las empresas que ha recogido la tradición perfumista de los monjes, quienes acostumbraban a extraer de las flores y plantas de la isla esencias que hoy se comercializan en forma de perfumes y jabones.
En Anacapri, el segundo núcleo habitado de la isla hay que visitar la iglesia de San Michele, decorada con un suelo de mayólica en el que se representa el Paraíso Terrenal, y el museo de la Casa Rossa de, donde se exhibe la estatua de la ninfa romano encontrada dentro de la Grotta Azzurra, lo que demuestra que ese mágico lugar ya era admirado por los pueblos que han pasado por la región de la Campania.
GUÍA DE VIAJE
CÓMO IR
El aeropuerto internacional más cercano es el de Nápoles, a donde vuela a diario y desde Madrid Iberia Express. Desde 49€ por trayecto, tasas, suplementos y gastos de gestión incluidos.
DÓNDE DORMIR
Antiche Mura Hotel. Situado sobre las murallas y a dos dos minutos de la plaza principal de Sorrento, este establecimiento cuenta con habitaciones acogedoras con vistas sobrecogedoras. El desayuno se sirve en un jardín con vistas al misterioso Valle de los Molinos. Habitación doble desde 200 €.
DÓNDE COMER
Pizzeria Aurora. La mejor pizza de Italia se encuentra en los alrededores de Nápoles, donde además de la masa, controlan los hornos de leña como nadie. En este restaurante del centro de Sorrento la bordan.
Trattoria Chantecler’s. Casa de comidas familiar muy frecuentada por locales. Platos de cocina sorrentina tradicional y precios muy ajustados.
Osteria del Buonconvento. De los diversos comedores de que dispone este restaurante, la sala Biblioteca Torquato Tasso es la más espectacular. Se trata de una capilla conventual convertida en biblioteca de libros antiguos y comedor donde se sirve un menú de platos de pasta y carne.
Pasticceria Pansa. Café y pastelería histórica y tradicional frente a la catedral de Amalfi.
Ristorante “Calajanara”, integrado dentro del Hotel Conca Azzurra, su terraza con vistas a los acantilados y las torres vigías de Amalfi y sus pescados frescos del día son dos buenas razones para parar aquí.
MÁS INFORMACIÓN
Web oficial de la Oficina de Turismo de Italia en España
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