Temperatura agradable, playas inmaculadas, arrecifes coralinos, gastronomía de vanguardia e instalaciones hoteleras ‘a medida’…Todo lo necesario para pasar unas vacaciones de verano en este trópico exótico.
TEXTO Y FOTOS: PEDRO GRIFOL
Más de 7.000 islas conforman el archipiélago de Filipinas. Es apabullante, pero seguro que, elijas la que elijas encontrarás lugares seductores: un volcán de leyenda, un pueblo con una sobrecogedora historia, una playa interminable, vegetación voluptuosa, una fauna inquietante, un hotel del que no desearías ‘escapar’, fondos marinos fabulosos…
De entre todo este sinfín de islas hemos seleccionado algunos lugares emblemáticos. Cada uno de ellos con personalidad propia y con alicientes suficientes como para pensar en pasar unas atractivas vacaciones.
Un poco de historia
Cuentan las crónicas que España entregó las Filipinas a los Estados Unidos por un total de veinte millones de dólares. Así se daba finiquito a la aventura de tres siglos de colonización hispana. Después del desahucio lo que quedó allí de España fue muy poco… ¡o mucho! (según se mire): un catolicismo fundamentalista (que aun perdura), unas pocas palabras referidas a la pitanza, como kutsara (cuchara), kutsilyo (cuchillo), baso (vaso) y tinidór (tenedor)… y el buen hacer en la cocina con la técnica del adobo, que aquí se ha convertido en el nombre de un plato donde la carne o el marisco se marinan (o adoban) en vinagre y ajo.
Todo empezó cuando el navegante portugués Fernando de Magallanes llegó al puerto de Cebú en 1521. Encontró la muerte en poco tiempo, en la lucha contra el jefe musulmán que allí gobernaba. Cuarenta y cinco años más tarde el español Miguel López de Legazpi venció la resistencia local, anexionó la isla a la Corona española y bautizó al archipiélago con el nombre de Filipinas, en honor al monarca Felipe II. También fundó la Villa de San Miguel (actual ciudad de Cebú), que se convirtió en la primera ciudad hispana en todo el archipiélago, seis años antes que Manila.
Lo de la cerveza San Miguel vino después… pero vino de ahí.
Con este sucinto capítulo de la historia del país, aterrizamos en Manila. Poco queda de aquella Manila del siglo XVII… En 2019, con casi 20 millones de almas, la capital del país se ajusta como anillo al dedo a la definición de ‘ciudad de contrastes’, solo que aquí habría que especificar ‘de grandes contrastes’. Sí, es moderna y tradicional; exótica y occidental; caótica y tranquila al mismo tiempo, con riqueza y pobreza extremas…
Reconstruida varias veces tras incendios, terremotos y bombardeos, las zonas modernas parecen ciudades americanas, de esas que hay que desplazarse siempre en coche. La zona antigua, fortificada y de aire colonial es conocida como Intramuros. Allí hay que visitar el Fuerte de Santiago y el museo de la Iglesia de San Agustín, que custodia un histórico ‘mantón de Manila’. Por la noche, el turista obediente debe ir Barbara’s, un restaurante típico donde sirven una cena-bufé espectáculo que, aunque tiene un toque exotic-kitsch, no dejará de sorprendernos.
Al día siguiente hay que tomar posición en alguna esquina para fotografiar algún jeepney, el pintoresco medio de transporte público que entró en suelo filipino con las tropas americanas de la Segunda Guerra Mundial. La creatividad de los lugareños recicló los vehículos militares pintándolos con colores chillones y tuneándolos con todo tipo estrambóticos reclamos decorativos… desde la imagen de Jesucristo Superstar hasta Supermán.
Cebú, la isla de ‘nuestra Miss’
El fenómeno de los certámenes de belleza levantan pasiones entre los filipinos, por eso no es de extrañar que cuando pisemos Cebú, a los españoles se nos recuerde que aquí estuvo Amparo Muñoz (la malagueña que fue coronada Miss Universo en 1974). Por lo visto, nuestra miss dejó más huella que Juan Sebastián Elcano, que también estuvo en la isla durante su viaje de circunnavegación del planeta, y que el también español Legazpi, fundador de la ciudad.
A Cebú, situada a 600 kilómetros al sur de Manila, se llega en avión en tan solo una hora desde la capital. Es el corazón de la región de Visayas, uno de los lugares con más atractivos culturales del país.
Un puente comunica la ciudad de Cebú con la isla de Mactán, punto fuerte del viaje. Los turistas vienen atraídos por las playas de arena fina como la harina y sus fondos marinos, donde la práctica del buceo se convierte en una experiencia de lo más excitante: corales de todas formas y colores, anémonas rojas, estrellas de mar azules, peces mariposa, tortugas gigantes, caballitos de mar…, y para los que se atrevan a bajar más hondo, tiburones.
La mayoría de los resorts en los que se puede contratar las excursiones a los lugares de buceo están en Mactán; así que un recomendable plan puede ser: mañanas de snórquel y relax en la playa de Nalusan, enclave paradisíaco con buena oferta gastronómica marinera; y tardes de paseo cultural por Mactán. En el centro de la isla hay una plaza en la que -por raro que parezca- conviven, frente a frente, dos monumentos: el erigido al súper héroe local Lapu-Lapu (jefe local de Cebú) y un obelisco recordando a Magallanes, que cayó a manos de Lapu-Lapu en la batalla de Mactán… Contrastes filipinos.
Bohol, territorio tarteso
De Cebu podemos ir a la isla de Bohol. Los barcos son rápidos, funcionan diariamente y solo tardan hora y media. Bohol es una isla con paisajes impactantes, paraíso para los amantes de la naturaleza y el senderismo. El curso de su río principal, el Loboc, atraviesa bosques de manglares y fuerza a las palmeras a besar su cauce. Merece la pena contratar una excursión para navegar por el río embarcado en unas barcazas-restaurante que parten del puente de Loay, a 20 kilómetros de la capital, Tagbilaran City. Durante el tour, mientras degustas un buen surtido de especialidades autóctonas, se puede contemplar la espléndida vegetación tropical y el devenir de algunas barcazas cargadas con las hojas de palma que sirven de tejado para las casas de los lugareños. Después de la navegación atravesamos terrazas de arrozales donde los búfalos que guían los campesinos hacen parsimoniosamente su labor, y llegamos a las Chocolate Hills (Montañas de Chocolate). Se trata de una gran ‘tarta’ de montículos alfombrados de hierba que se pierden en la lejanía, y que en los meses secos (de febrero a julio) se tiñen de color tostado, que les da ese aspecto de color chocolate.
La ruta continúa por la Reserva de Tarseros. Los tarseros son unos curiosos animales de aspecto tierno y que casi caben en la palma de la mano. Llevan en el planeta 45 millones de años y, según la clasificación taxonómica, pertenecen al orden de los primates. El guía trata de describirlos: «Tienen los ojos como un búho, las orejas como un murciélago, las manos prensiles como un mono, ventosas en los dedos como una rana, cola de ratón… Pero cuando los vea de verdad, sacará sus propias conclusiones».
Si prefieres ver animales un poco más grandes hay que ir a la costa suroeste de Bohol, donde se encuentra la isla de Panglao, conectada por un puente con la isla nodriza. Desde allí, parten los barcos hasta a la isla de Pamilacan, uno de los lugares donde se puede ver al tiburón ballena; sus playas (alejadas de la ruta de los escualos) son ideales para una relajante estancia, y Alona Beach el lugar perfecto para los que deseen pasar unas vacaciones acogidos a la fórmula ‘todo incluido’: kilómetro y medio de arena blanquísima, restaurantes de todo tipo, y chiringuitos en la playa donde poder disfrutar un sunset cocktail… a pie de atardecer.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR:
No hay vuelos directos entre España y Filipinas. La puerta de entrada habitual es por el aeropuerto Ninoy Aquino, de Manila. La línea aérea Emirates vuela diariamente a Dubai con el Airbus A380, una nave tan impresionante como el trato que tiene esta compañía con el pasaje. Desde Dubai el vuelo prosigue hasta Manila con la misma compañía.
Los vuelos internos son operados por la compañía nacional Philippine Airlines.
DÓNDE DORMIR:
Manila: Tiene gigantescos hoteles agrupados en el Center Resorts World, como el Maxims o el Sofitel, una obra maestra de cinco estrellas. Otra opción es alojarse Intramuros, en el Hotel Bayleaf, un pintoresco hotel-boutique situado en el centro de la gran ciudad.
Cebú: El Hotel Marco Polo, que está en la capital de la isla, servirá para tomar el pulso de la ciudad; pero la mejor opción es alojarse en uno de los fantásticos resorts de la isla Mactán, como el Crimson, o el Mactan Resort de la cadena Shangril-La.
Bohol: Directamente buscar alojamiento en Internet en algún hotel de la Playa de Alona (isla de Panglao), que puede ser el Mithi, el Bluewater, o el Be Grand Resort. A cualquiera de los tres deseará volver en otra ocasión. Casi todos los hoteles de lujo de Alona Beach están conectados por jardines comunes. Seguridad total.
MÁS INFORMACIÓN:
Turismo de Filipinas: www.thephilippinesguide.com
Travelexperts,Inc.: www.travelexpertsinc.com
Intas Destinations: www.intasdestinations.ph
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