Un recorrido en coche por los viejos pueblos abandonados que nacieron durante la Fiebre del Oro en la Costa Oeste de los Estados Unidos.
TEXTO Y FOTOS: PEDRO GRIFOL
A mediados del siglo XIX, cuando se descubrió oro cerca de la ciudad californiana de Sacramento, muchos colonos soñadores migraron hacia la Costa Oeste de Estados Unidos con la esperanza de hacerse ricos, y empezaron a asentarse a orillas de los ríos auríferos y las prospecciones mineras de oro y plata. Algunos pueblos se convirtieron en prósperas ciudades y otros, a causa del deterioro económico del entorno fueron quedando abandonados. Ahora son los llamados ghost towns, es decir, pueblos fantasma. Generalmente el término ghost town se utiliza para describir un lugar donde los residentes hicieron las maletas, se fueron… y pertenecen a la nebulosa de los tiempos. El cine, con sus clásicos westerns, se encargó de poner imagen y sonido a aquellos enclaves donde la bonanza financiera prosperaba: crujientes pasarelas de madera, saloons donde el whisky corría a raudales, hoteles de dudosa reputación, y calles embarradas donde un sheriff justiciero se encaraba de meter en vereda a los arrogantes forasteros de gatillo fácil.
Con el paso del tiempo, asumimos hoy en día unos clichés preestablecidos sobre aquellos ‘pueblos fantasma’ que, por otra parte, no distan mucho de su realidad.
Los pocos que quedan -o lo que queda de ellos- ofrecen a los visitantes una nostálgica mirada del Viejo Oeste en un entorno que va desde lo auténtico a lo kitsch, que nos recuerda que el otrora esplendor podrá haber desaparecido, pero no ha quedado en el olvido.
Algunos mantienen un aspecto casi intacto; y otros, sin embargo, lo integran unos pocos edificios derruidos en medio de la nada. También con el afán de preservarlos históricamente, algunos han sido adquiridos por particulares y convertidos en parques temáticos donde se escenifican escenas de tiroteos callejeros para los turistas; de la misma manera que también existen otros pueblos que son el hogar de nostálgicos enamorados del Far West, y que junto a moribundos hippies, pueblan las casas que los vivos de otro tiempo optaron por abandonar hace ya muchas décadas.
La casa de un ‘cowboy’
Al norte de la ciudad de Los Ángeles, a poca distancia en coche, la mística del Viejo Oeste pervive en un pueblo llamado Santa Clarita, donde un actor, guionista, y productor de la época del cine mudo, William S. Hart (1864 -1946), fascinado por el mito del Viejo Oeste no solo compró el revólver de Billy the Kid y fue amigo del legendario sheriff Wyatt Earp, sino que fue adquiriendo edificios que estaban todavía en pie en algunos pueblos abandonados del condado de Los Ángeles, y los implantó (restaurados) en su rancho de California. Sus películas destacaban por sus atuendos y utilería auténticos, así que debemos creer que los históricos edificios que vemos en su parque temático son los originales (incluida la emblemática Saugus Train Station, con su locomotora de vapor). La casa-museo del rancho conserva el mobiliario original, equipamientos ecuestres, y artilugios usados en sus películas. Por su contribución a la industria del cine, William S. Hart fue merecedor de una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, y otra en el Western Stars, la calle principal Newhall (también en Santa Clarita) donde están inmortalizados en unas placas de bronce sobre el terrazo muchos de aquellos actores secundarios de las películas de cowboys.
En las montañas de Santa Mónica -Agoura Hills- existía un western town perfectamente conservado. Durante más de 100 años fue un verdadero pueblo del Far West. Se le conocía como Paramount Ranch porque allí se rodaron películas como El Virginiano (1929, con Gary Cooper); Gerónimo (1939); o La Venganza de Wyatt Earp (2012). Pero todo el pueblo histórico que había servido como plató de películas se convirtió en cenizas en los incendios forestales de California del año pasado. Lo único que no fue pasto de las llamas fue la iglesia que estaba al otro lado del río (que, por otra parte, es la iglesia que aparece en la primera temporada de Westworld, una de las mejores series de ciencia ficción de los últimos años).
Otro enclave histórico es Mentryville, un pueblo dedicado a de prospección petrolífera situado en las montañas de Santa Susana. Las cuatro casas que quedan allí son las originales y datan de la década de 1870. Fue abandonado porque la cantidad de petróleo se redujo con el tiempo, y durante la década de 1930, los habitantes del asentamiento petrolífero se fueron y muchos derribaron sus casas. En 1962, Mentryville se había convertido en una ciudad fantasma, con solo una familia que cuidaba de los restos de las torres de petróleo y del cementerio.
La vida en un ‘saloon’
A Pioneertown se llega por un camino que gira y trepa por colinas rocosas a través del desierto de Mojave. En 1946, Pioneertown fue rediseñado para convertirse en set temático del cine western. El lugar pasó de pueblo fantasma a pueblo viviente porque las viejas casas de madera pasaron a estar habitadas por gente que se fue aislando del mundanal ruido y puso negocios a puerta de calle (artesanía, cuadros, ropa vintage…). Y aunque el pueblo sirvió también como decorado de películas, nunca fue un decorado en sí. De entre los edificios históricos destaca el Pappy & Harriet’s Palace, un auténtico saloon que aun ofrece las clásicas costillas-barbacoa y hamburguesas, y que cuenta con una clientela tan variopinta como rockeros que nunca mueren, amantes de la música country o jubilados que viajan en Harley-Davidson. Entre sus clientes habituales están Eric Burdon y Robert Plant, que no solo se dejan caer al atardecer a tomar un trago, sino que también cantan o actúan en un pequeño escenario cuando se les tercia… como así lo hiciera en octubre de 2016 el exbeatle Paul McCartney. Memorable.
Situado a mitad de camino en la carretera que va desde Los Ángeles a Las Vegas, una polvorienta pista de 5 kilómetros lleva y finaliza en Calico. El lugar tuvo un breve pero brillante apogeo como una ciudad minera en la década de 1880 y 1890, con más de 500 minas. Se instaló una oficina de correos, una imprenta y un periódico. Se convirtió en una ciudad con 1.200 habitantes, y tuvo tres hoteles, cinco colmados, una carnicería, tres restaurantes y hasta una oficina de la Wells Fargo con servicio de telégrafo. Tenía médicos, abogados, sheriff con sus respectivos ayudantes… y tampoco podían faltar los saloons con sus respectivos burdeles. Pero cuando los yacimientos de minerales se agotaron, la ciudad perdió a sus residentes. Para el cambio de siglo, Calico era ya un pueblo fantasma, hasta que en 1907 fue completamente abandonado.
En la década de 1950 un inversor compró el pueblo fantasma y restauró muchos de los edificios al estilo original. Hoy en día, a pesar de que está concebido como una atracción turística, Calico mantiene su encanto.
Todos estos pueblos pertenecen a la -más o menos- memoria histórica de California, pero aquellos que quieran una experiencia más auténtica de pueblo fantasma (léase: no hay tiendas, ni saloons que sirven pizzas) deberían de conocer Bodie, sito en el condado de Mono.
En 2005, Bodie y Calico fueron nombradas las ciudades fantasmas más emblemáticas de California: Calico como el estado oficial de la ciudad fantasma de la Fiebre de la Plata y Bodie como el estado oficial de la ciudad fantasma de la Fiebre del Oro.
Bodie se fundó en 1859, tuvo su apogeo a principios de la década de 1880 y fue abandonada en 1940. Cuentan las crónicas que podría considerarse como el prototipo de ciudad del Salvaje Oeste. Tenía un barrio rojo, un barrio chino, un burdel en cada esquina y tiroteos a mansalva. Ahora supone un hito histórico que logra su propia desintegración natural en un estado de decadencia -aparentemente- detenida. Permanece inalterado y teóricamente intacto (se les pide a los visitantes que se abstengan llevarse cualquier ‘recuerdo’). Un lugar inquietante.
Podríamos decir que durante mucho tiempo, los ghost towns fueron pueblos que estuvieron en algún lugar… pero también en ninguna parte.
GUÍA PRÁCTICA
DÓNDE DORMIR:
Santa Clarita está prácticamente en la ciudad de Los Ángeles, así que se puede dormir en cualquier lugar de Hollywood Boulevard (por ejemplo).
Pioneertown tiene su propio motel. Exótico y auténtico. Recomendable.
Calico tiene horario de visitas y no hay hotel. Así que lo mejor será que cuando caiga la noche, busquemos alojamiento en Barstow, que está a 20 minutos por la famosa Ruta 66. Tiene hoteles desde luxury hasta básicos (a 40 dólares la noche).
Bodie es el ghost town más alejado de todo, pero el camino está lleno de Motel6 (motel6.com), la cadena de moteles de carretera más famosa de Estados Unidos ¡y la más operativa!
CONSEJOS:
Todos los ghost towns citados están en California, así que podemos alquilar el coche en el mismo aeropuerto de la ciudad de Los Ángeles.
Conviene llevar agua y algo para picar en el camino, a veces no es fácil encontrar donde comer. Si queremos sentirmos como un verdadero cowboy, podemos proveernos de algunos sobres de beef jerky, que es carne deshidratada cortada en tiras y condimentada con especias… que se come a mordiscos. Y recuerde que es Estados Unidos no se puede llevar cerca del conductor ¡ni una lata de cerveza abierta!
En Santa Clarita merece la pena hacer la parada para comer en el Saugus Café, el restaurante más antiguo -1886- del condado de Los Ángeles. Allí se han sentado, a comer una hamburguesa, leyendas como Gary Cooper y John Wayne. Nostalgia pura.
MÁS INFORMACIÓN:
William S. Hart Heritage Juntion: www.hartmuseum.org
Newhall Walk of Western Stars: www.oldtownnewhall.com
Mentryville: www.scvhistoty.com/mentryville
Pioneertown: www.visitcalifornia.com/attraction/pioneertown
Calico: www.visitcalicoghosttown.com
Bodie: www.monocounty.org
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