NOVIEMBRE DICIEMBRE 2024

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viajes excepcionales

La celebración del Timkat, la Epifanía copta, atrae cada año a miles de curiosos viajeros a esta ciudad africana. Un destino para viajeros venidos de los cinco continentes.

TEXTO Y FOTOS: PEDRO GRIFOL

Mientras el resto del mundo espera la llegada del 2025, Etiopía ‘vive’ en el 2018, un desfase de siete años respecto al calendario gregoriano, que es el que dirige gran parte del planeta. La explicación está en que este país sigue la pauta del calendario de la Iglesia Ortodoxa, que se rige por el calendario juliano, situando el comienzo de su transcurrir existencial 7 años y 253 días más tarde que en la Era Cristiana.

La razón de esta singularidad tiene raíces en la propia historia de Etiopía, ya que es el único país africano que nunca ha sido colonizado, aunque Italia lo intentara en dos ocasiones. La primera fue en 1895, durante el período en el que las potencias europeas se estaban dividiendo el continente africano. Sin embargo, los etíopes, liderados por el emperador Menelik II, derrotaron a las fuerzas italianas en la Batalla de Adwa el 1 de marzo de 1896, e Italia se vio obligada a firmar un tratado que reconocía la independencia del país. Cuarenta años después, el líder fascista italiano Benito Mussolini, violó el tratado y ocupó Etiopía durante cinco años, de 1936 a 1941; pero a pesar de este segundo intento de colonización, Etiopía logró resistir y mantener su independencia. Fue ocupada ¡pero no colonizada!… lo cual ha permitido conservar la mayoría de sus costumbres ancestrales.

Nada, a simple vista, justifica que la ciudad de Lalibela, situada 650 km. al norte de la capital del país, Addis Abeba, fuera un destino para viajeros venidos de los cinco continentes. Sin embargo, este lugar de piedra y fe, de incienso y rezos, de templos trogloditas… celebra uno de los ritos más fascinantes de la humanidad: El traslado (de Jerusalén a Etiopía) del Arca de la Alianza, la caja en la que están depositadas las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos grabados por la mano de Dios… ¡Lo nunca visto! (más adelante se explica el por qué).

Cruz de filigrana.
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La ciudad sagrada
La Etiopía de hoy se siente como ‘el pueblo elegido’ ya que, según la tradición, Dios quiso que allí estuviera la “verdadera” Arca de la Alianza, que desde los más remotos tiempos está depositada en la iglesia de Santa María de Sión (siglo XVI d.C.) en un pueblo etíope llamado Axum. La peculiar reliquia permanece allí custodiada, significando el lugar de mayor importancia y más venerado de toda la Etiopía cristiana. En la actualidad, la iglesia se puede visitar. Hay que pagar una entrada para escuchar la fantástica explicación que imparte el monje de turno… para luego no ver nada en su interior, pues solamente el clérigo guardián que custodia el santuario tiene el privilegio de ver el fabuloso tesoro. Ni que decir tiene que, en el transcurso de los siglos, cientos de historiadores y arqueólogos de todo el mundo han visto frustrados sus deseos de realizar el ‘test de autenticidad’ a este objeto mítico. La leyenda continúa.

Para los etíopes cristianos coptos es cosa cierta, tanto que no les parece que pueda ponerse en discusión, que sus gobernantes descienden de Salomón y la Reina de Saba.

Saltamos al siglo XII (d.C.) y nos encontramos con un rey de nombre Lalibela. Él fue quien tomó la decisión de construir los santuarios en la ciudad de Roha. La antigua cuidad pasó a llamarse Lalibela a partir del siglo XIII, en la época que se construyeron las 11 iglesias excavadas en la roca en honor a su impulsor y creador. Las iglesias fueron bautizadas con los sugerentes nombres de: Casa del Salvador, Casa de María, Casa de las Santas Vírgenes, El Santo Sepulcro, Casa de San Gabriel, Casa del Líbano, Casa de San Mercurio, Casa de San Manuel, Santa Capilla de la Trinidad y Casa de San Jorge. En su construcción se invirtieron casi dos siglos y tuvo que ser realmente titánica… descartando, obviamente, la leyenda de la intervención en la que dicen que intervinieron ángeles obreros.

Seguimos con lo que cuenta el cuento: “Érase una vez, hace ya mucho tiempo, que en el corazón de la Reina de Saba nació un ardiente deseo de conocer personalmente al Rey Salomón; y la reina emprendió el viaje para visitarle desde Etiopía hasta, su país natal, hasta Israel, el feudo del célebre rey Salomón. Cuando la Reina de Saba llegó a Jerusalén fue recibida con espléndida hospitalidad, y se quedó a vivir por tiempo de siete meses, durante los cuales tuvo ocasión de comprobar la sabiduría de su admirado Rey Salomón, convirtiéndose finalmente a su religión, el judaísmo. Cuando la reina decidió regresar a su país, Salomón ideó un plan: ‘¿Quién sabe si de esta mujer tan hermosa… no me dará Dios descendencia?’. Pensado, dicho y hecho; y valiéndose de algún oscuro ardid, cumplió en ella sus deseos. De vuelta a Etiopía, la Reina de Saba (como era de esperar) dio a luz a un hijo, a quien puso el nombre de Menelik”. Fin de la primera parte.

Segunda parte: Menelik, primer descendiente de la dinastía salomónica de Etiopía, a la edad de veintidós años volvió a la ciudad de Jerusalén y, tras no pocos avatares, consiguió -es decir: robó- el Arca de la Alianza con las Tablas de la Ley, y la transportó a Etiopía volando (literalmente), ya que, según cuentan las crónicas, le ayudaron una cuadrilla de ángeles.

Tercera parte y conclusión: El tiempo sigue su transcurso y siglos después, el ya mencionado rey Lalibela introdujo en la población etíope los hitos más representativos del Antiguo y Nuevo Testamento, como el bautismo de Jesús en el río Jordán, la crucifixión del monte Calvario y (rizando el rizo) la sorprendente ubicación de la tumba de Adán, con objeto de crear una nueva Jerusalén en Etiopía (con todas las leyes), y la parafernalia de acontecimientos y símbolos de la cristiandad.

En los tiempos actuales, las iglesias de Lalibela son importantes por tres principales razones: porque están excavadas hacia abajo en gigantescos bloques de piedra con una factura única en el mundo; porque están talladas con gran refinamiento; y porque están situadas muy cerca la una de la otra, pudiendo estar comunicadas entre sí por estrechos pasadizos.

Cualquiera que las haya contemplado in situ, las habrá catalogado entre las maravillas del mundo, como así lo reconoció la UNESCO declarándolas Patrimonio de la Humanidad.

Danza de clérigos con sistros en Lalibela.
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El Timkat
La fiesta del Timkat acontece durante tres días de enero, que en 2025 serán los 18,19 y 20. Durante el primer día se celebra una especie de bautismo colectivo de fieles que evoca el practicado en el Jordán por Juan el Bautista; seguidamente se pasean en procesión varias réplicas de las Tablas de la Ley que son llevadas desde las aldeas vecinas hasta una gran explanada preparada para el acontecimiento. Allí son veladas durante toda la noche por miembros del clero y por miles de fieles que pasan la noche sumergidos entre rezos, bailes y cánticos.
En el amanecer del segundo día empieza el desfile de la jerarquía eclesiástica haciendo gala de lujosos atuendos. Los sacerdotes van vestidos con ricas túnicas de terciopelo de colores chillones y van tocados con unas sofisticadas coronas que brillan al sol. Los clérigos se protegen con unos peculiares parasoles bordados con cintas de oro y plata. Todo un lujo.

Durante la procesión se efectúan varias paradas formando estudiadas coreografías compositivas donde se entonan cantos litúrgicos. Los oficiantes se balancean de un lado a otro al compás del ritmo impartido por el sonido de los sanasel -sistro construido en forma de arco y atravesado por varillas y chapas metálicas que hacen sonar agitándolo con la mano- y los contundentes golpes que producen unos grandes tambores -llamados kabaro-, que con su estruendo dan el contrapunto rítmico desde el centro de las formaciones circulares.

El momento de mayor éxtasis se produce el tercer día, cuando la procesión entra a través de los pasadizos y corredores que conducen a la Iglesia de San Jorge, porque si este gran templo es impresionante contemplarlo desnudo de gentío, en ese momento cuando sus altas paredes se llenan de gente multicolor y los fieles se agolpan en sus peligrosas aristas desafiando la profundidad de sus 20 metros de altura, se producen los momentos más emocionantes.

Al finalizar la Fiesta del Timkat, las réplicas del más preciado de los objetos sagrados, el Arca de la Alianza, regresan a las iglesias de donde vinieron, y volverán a ser custodiadas por la permanente presencia de un monje que vivirá y dormirá en el templo hasta la celebración de la fiesta el próximo año. Por este año la fiesta ha terminado, y el silencio volverá a retumbar en el interior de las ancestrales iglesias de piedra.

Al margen de esta gran celebración, en Lalibela todo seguirá igual -para que nada cambie (como diría el poeta)-. Hordas de andrajosos lugareños campan por doquier entre mendigos disputándose las sobras de las basuras que tiran los pocos que tiran algo; e hileras de mujeres, acarreando pesadas vasijas de barro, se encaminan a buscar agua de las fuentes… Las escenas nos remiten a representaciones pintorescas del siglo I (o antes).

Al final de todo este panorama, puede que una ‘limusina’ recoja a una pareja de novios de una chabola de adobe y hojalata para conducirla hasta el vestíbulo de algún hotel para turistas, donde se unirán en matrimonio por los siglos de los siglos. Amén.

Todo un mundo de contraste y equilibrio. Un ‘equilibrio perfecto’ en el que nada puede cambiar para la próxima celebración del Timkat… porque en la vieja tierra de la Reina de Saba, el mito será eterno.

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