Descubrir los secretos de la milenaria cultura que rigió estas tierras en los escenarios reales en los que Atahualpa, el último Inca, sucumbió ante los ejércitos de Pizarro.
Texto y fotos: JOSÉ MARÍA DE PABLO
El sello de la República del Perú es uno de los imprescindibles en el pasaporte de todo viajero vocacional. Descubrir los secretos de la milenaria cultura que rigió estas tierras en los escenarios reales en los que Atahualpa, el último Inca, sucumbió ante los ejércitos de Pizarro, es una de las experiencias más increíbles que un ser humano puede vivir.
Aunque Lima es la actual capital, puerta de entrada y centro económico de Perú, la verdadera capital del Inca fue y sigue siendo la ciudad de Cuzco -o Cusco, como le dicen los peruanos-.
Situada a 3.399 metros de altitud, el soroche o mal de altura hace acto de presencia nada más aterrizar en Cusco. Entre los muchos remedios tradicionales que se manejan esté masticar hojas de coca, que también se puede tomar en infusión. Como los efectos no son ni inmediatos ni muy eficaces, hay gente que prefiere tirar de medicinas compradas en la farmacia, o directamente, bajando el ritmo y caminando despacio, lo que no deja de ser el método más barato y eficaz de todos.
Las calles de la antigua capital peruana son un perfecto ejemplo de fusión cultural, un lugar donde las ancestrales técnicas constructivas precolombinas se van intercalando con las de los conquistadores españoles para crear un conjunto monumental que forma parte de la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad desde 1983.
El damero proyectado por los urbanistas españoles en el siglo XVI tiene como punto neurálgico la Plaza de Armas, escenario de las principales celebraciones como el Inti Raymi o Fiesta del Sol, celebrada desde tiempos del Inca cada el 24 de junio, fecha del solsticio de invierno en el hemisferio sur. Ese día, las comunidades indígenas de la Sierra peruana siguen bajando a la ciudad vestidos con las mejores galas de sus antepasados para participar en un vistoso desfile bajo la atenta mirada de los dos principales templos cristianos levantados por los colonizadores, la Catedral y la iglesia de la Compañía de Jesús, en el mismo lugar donde estuvieron los palacios de los incas Wiracocha y Huayna Cápac.
La cristianización del Perú pudo llevarse a cabo con más eficacia gracias al trabajo de órdenes como la de los Jesuitas, quienes inculcaban a los indígenas los principios de la fe a través de la promoción de artes como la escultura y la pintura de la llamada Escuela Cuzqueña. En las obras de esta escuela se mezclaba el manierismo de moda en Europa con los modos del arte inca, siendo un estilo que aún sigue vivo en los talleres de los artesanos que siguen creado piezas únicas para iglesias y para los particulares que quieran comprarlas. Uno de estos talleres es el de Miguel Ángel León Sierra (calle Córdoba del Tucumán 372, Tel. +51 084236271, Cuesta del Almirante).
De los abundantes palacios de estilo colonial que hay en Cusco, muchos convertidos en hoteles de lujo, destaca el Palacio del Almirante, sede del Museo del Inca, una visita imprescindible para preparar la visita a nuestro siguiente destino, el Valle Sagrado y las ruinas de Machu Picchu.
El Valle Sagrado
Regado por el río Vilcanota, el conocido como Valle Sagrado es una especie de oasis cultivable en los áridos Andes peruanos, el más fértil del universo Inca. De aquí, gracias a sus dos cosechas anuales, salía el mejor grano de maíz y buena parte de las 1.500 variedades de patata, un tubérculo que desde conquistó los estómagos de todo el mundo, una vez los españoles descubrieron lo ricas que eran y llevaron matas para plantarlas en Europa.
Todos los pueblos del valle tienen su encanto, aunque solo sea por su animado mercado, como es el caso de Písac, especialmente interesante el domingo, cuando los puestos de artesanía para turistas dejan espacio a los productores locales y es posible ver acuerdos cerrados mediante el trueque de bienes.
El trazado colonial de los pueblos y la presencia de monumentos, tanto de periodo hispánico como inca forman también parte del menú que ofrecen estos pequeños municipios de campesinos. En Urubamba, que da nombre al curso bajo del río hasta su desembocadura en el amazónico Marañón, se pueden visitar los restos de un palacio inca, la iglesia barroca y el, especialmente pintoresco, mercado central cubierto, en el que destaca la enorme variedad y colorido de productos autóctonos.
Del delicioso maíz de jora o de las fresas se produce la chicha del Valle Sagrado, una cerveza hecha con estos frutos fermentados que solo se consume en chicherías, lugares donde además se produce. La chichería cumple una función social en el valle, ya que es ahí donde la gente va a socializar y beber alcohol más barato, al no estar sometida su comercialización a los controles e impuestos estatales.
Ollantaytambo, último pueblo del valle con acceso por carretera, es una verdadera joya que ha logrado conservar el urbanismo y edificaciones precolombinas. De su estación de tren parten los convoyes que llevan a los viajeros hasta Aguascalientes, puerta de entrada a Machu Picchu.
Machu Picchu
Oculta a los ojos de propios y extraños durante siglos, la ciudad de Machu Picchu es el punto álgido de todo viaje a Perú. A pesar de que muchas de las piedras que hoy vemos han sido recolocadas para facilitar la visita, no deja de ser el lugar ideal para profundizar en la cultura y organización social inca. Alrededor de Huayna Picchu, la emblemática montaña situada en medio del conjunto arqueológico, se sitúan los tres sectores – agrícola, religioso y urbano- en los que se dividían las ciudades incas.
Desde su descubrimiento para el mundo en 1911 por el explorador americano Hiram Bingham, no se ha parado de sacar nuevas conclusiones sobre el misterio de la ciudad perdida de Machu Picchu. Durante la conquista del Perú, los españoles, cegados por el oro y la plata, dejaron olvidar los conocimientos de la civilización inca, incluida su lengua y alfabeto, pero también sus enormes conocimientos de agricultura. La teoría más extendida para justificar la ausencia de noticias de Machu Picchu durante el dominio español, se basa en que la ciudad fue abandonada antes de que los éstos pudieran alcanzar la profundidad de la selva en la que se encuentra. Tras la ejecución del inca Atahualpa, al negarse a ser bautizado, Pizarro tomó Cuzco. Las siguientes poblaciones en su camino fueron destruidas y abandonadas por sus pobladores para evitar más humillaciones.
La visita al complejo arqueológico debe empezar a primera hora para evitar altas temperaturas y, además, disfrutar de las ruinas sin la presencia de grupos grandes. El amanecer se presenta cubierto, pero en un par de horas las nubes se esfuman y dejan ver las siluetas de las inconfundibles montañas que rodean las ruinas.
Los Caminos del Inca
La red de caminos incas recorrían de un extremo a otro el Imperio inca, uniendo las principales ciudades. Aunque nunca se dejaron de usar, los caminos han sido recientemente puestos en valor y protegidos.
El camino del inca más famoso es el que une un apeadero de tren a las afueras de Ollantaytambo y Machu Picchu. Esta aventura es un trekking de cuatro días, recorriendo unos 20-30 km por jornada. Antaño, al final de la jornada, los caminantes encontraban agua y un tambo, un refugio en los que pasar la noche y donde se podía encontrar algo de comida.
Los viajeros en forma suelen contratar el trekking que recorre el Camino del Inca en cuatro jornadas que acaban con el premio gordo de ver las ruinas desde la Puerta del Sol.
Para los que no pueden permitirse el lujo de pagar los, al menos 600 dólares que vale la aventura, pueden caminar desde Machu Picchu hasta Inti Punku, también conocida como la Puerta del Sol, o hasta el Puente del Inca, un estrecho paso de piedras superpuestas colgadas de un precipicio.
GUÍA DE VIAJE
CÓMO LLEGAR:
La compañía española Plus Ultra Líneas Aéreas vuela a Lima desde Madrid tres veces a la semana desde 505 euros I/V. Más información y reservas en plusultra.com
DÓNDE DORMIR:
La cadena de hoteles Inkaterra cuenta con una red de pequeños hoteles boutique con excursiones y comidas en todos los lugares visitados en este itinerario por el sur de Perú.
La Casona. El mejor hotel de Cuzco solo tiene 11 habitaciones entorno al patio renacentista de un palacio virreinal catalogado como Monumento Nacional. Doble desde 375 euros.
Hacienda Urubamba. 40 exclusivas villas con vistas sobre el Valle Sagrado, especialmente sobrecogedoras, al amanecer. Suite desde 400 euros.
Machu Picchu Pueblo. Camuflado en el bosque húmedo de Aguascalientes, este hotel es un jardín botánico con habitaciones de estilo colonial con todas las comodidades.
El MaPi. Establecimiento boutique a buen precio en el centro urbano de Aguascalientes. Doble desde 200 euros.
MÁS INFORMACIÓN:
En lpágina web Oficina de Turismo de Perú www.peru.travel