Recorrer el tu propia vehículo la inmensa región del Cabo tienen todos los ingredientes de los grandes viajes de antaño. La ruta por tierra entre Port Elizabeth y Ciudad del Cabo incluye parques nacionales con fauna salvaje y dramáticos parajes costeros que se alternan con los escenarios de belleza bucólica de la Garden Route.
TEXTO Y FOTOS: JOSÉ MARÍA DE PABLO
El aperitivo de este viaje se sirve en las calles de PE, como sus habitantes conocen familiarmente a Port Elizabeth, una bonita y tranquila ciudad portuaria bautizada en honor a la esposa del gobernador británico. Muchos años antes, esta costa fue punto de avituallamiento de los buques portugueses que encontraban en la bahía de Algoa el lugar perfecto para recargar sus bodegas con agua dulce y otros víveres para continuar su ruta comercial hacia oriente.
La enorme bahía, actualmente rebautizada como Mandela Bay, es el hogar de enormes cetáceos como la ballenas franca austral, los delfines de nariz de botella y el escurridizo y peligroso tiburón blanco. Para conocer el ambiente animal de la bahía hay que contratar algunas de las excursiones que parten de la ciudad con destino a las islas de St. Croix y Brenton, dos islotes en los que anidan miles de pingüinos africanos, emblemática especie endémicas de las costas del África austral que se encuentra en verdadero peligro de extinción.
Estas dos islas contra las que el Índico se muestra implacable forman parte de la sección marina del Addo Elephant National Park, uno de los parques nacionales de Sudáfrica más extensos. La sección terrestre del parque debe ser la siguiente visita. Creado en 1931 para evitar la extinción del Elefante en la zona, Addo es hoy el hogar de más de 600 elefantes que conviven libremente en el mismo territorio con otros grandes del reino animal africano como rinocerontes, leones, búfalos y leopardos, por solo citar algunas de las 40 especies diferentes que se puede llegar a avistar en una jornada incluyendo mamíferos, aves, reptiles e insectos de grandes dimensiones.
El safari en Addo puede hacerse con la compañía de un ranger a bordo de un vehículo 4×4 adaptado para el avistamiento de fauna o bien en el propio vehículo, ya que los senderos de gravilla están bien preparados y solo se cierra el paso a coches particulares cuando la lluvia severa los hace impracticables.
Garden Route
La red de parques ha unificado bajo la denominación Garden Route una serie de escenarios idílicos que se suceden al poco tiempo de abandonar Port Elizabeth siguiendo la línea de costa hacia el sur.
Tras dejar atrás Jeffrey’s Bay, punto donde se las corrientes del Índico y el Atlántico crean olas gigantes – de ahí que éste sea uno de los escenarios de los campeonatos de surf más importantes del mundo-, llegamos a Tsitsikamma National Park, punto de inicio oficial de la Ruta Jardín.
Tsitsikamma, que significa en lengua Khoisan, pueblo original de la zona, «lugar de abundante agua», es una franja costera de 80 km cubierta por bosques originales de los que durante décadas se extrajo la madera con la que se levantó la sudáfrica colonial. Dentro del parque hay diversos senderos señalizados, la mayoría aptos para familias con niños, que eligen los merenderos de la entrada para acabar el día en la naturaleza con un feliz almuerzo con vistas al mar. La excursión más demandada es la que nos conduce hasta el puente colgante sobre el río Storm, aunque las experiencias en kayak también tienen mucho tirón.
Si las emociones vividas en Tsitsikamma no han sido lo suficientemente fuertes, a solo unos km de distancia vamos a topar con Bloukrans Bridge, un puente de más de 400 m de longitud que salva el desfiladero de 216 metros de profundidad creado por las aguas del río Bloukrans. Cruzarlo impresiona, pero tirarse de él con la seguridad que da estar amarrado a una cuerda de goma será una experiencia inolvidable.
El siguiente parque que integra la Garden Route es la laguna de Knysna, un estuario de aguas salobres donde se ha desarrollado el hábitat ideal para el Hippocampus capensis, una especie endémica de caballito de mar. Dos paredes de roca conocidas como The Heads crean un pasillo muy fotogénico por el que las aguas saladas del índico entran al estuario.
Knysna es una población refugio de jubilados británicos donde todo, las casas de lujo y el paisaje, parece en orden de revista. Las mejores vistas de la laguna-estuario y de la agreste costa se obtienen desde los miradores habilitados en lo alto de una de las “Heads”.
Otras vistas no menos espectaculares son las que ofrecen los miradores habilitados en carretera Nº 2 que nos conduce a George sobre Wilderness dejan a cualquiera sin aliento. Wilderness es una población vacacional construida entre la montaña y una interminable playa de arena, en una llanura donde confluyen diversos ríos formando lagos.
George, considerada capital de la Garden Route, es un lugar hedonista al que se acude a jugar al golf en los mismos campos en los que se han entrenado los más grandes jugadores sudafricanos. Merece la pena pasar noche aquí antes de dirigirse hacia el interior camino de Swellendam, pueblo histórico muy bien conservado, conocido por sus edificaciones de estilo holandés.
Más antigüedad que este pueblo tiene el nombre del cabo de Agulhas, el punto más meridional del continente africano, bautizado así por el navegante portugués Bartolomé Dias, líder de la primera expedición europea que dobló el cabo de Buena Esperanza a final del siglo XV.
Bien seguro es que Dias se topó por la zona con alguna de las ballenas que de junio a octubre acuden a esta zona a pasar el invierno austral. Para verlas saltando, el mejor punto de observación se encuentra en Hermanus, una agradable población situada sobre un acantilado donde se apostan decenas de aficionados a los cetáceos armados con prismáticos de largo alcance.
Ciudad del Cabo
Casi 900 km después del inicio de este viaje por carretera llegamos a nuestra meta, Ciudad del Cabo, una de las urbes más fotografiadas del mundo, abrazada a Table Mountain y al Cabo de Buena Esperanza, dos emblemas del país que forman un único parque nacional. Un teleférico permite subir hasta lo alto de Table Mountain y disfrutar de las vistas sobre este confín del mundo, célebre por su inestabilidad meteorológica que le hace ser conocido desde la antigüedad como Cabo de las Tormentas.
Si las condiciones no lo permiten, hay alternativa: subir en coche hasta Signal Hill, desde donde se observa el puerto y el centro de la ciudad y si se está con ganas, ascender caminando al Lion’s Head.
Una vez ya nos hemos hecho con la textura de la geografía de la ciudad, es tiempo de bajar a explorarla, empezando por el Waterfront, la parte más animada y turística que ha transformado un espacio puramente industrial en un área comercial y puerto deportivo. Zeitz Mocaa, Museum of Contemporary Art Africa, es una de las razones de peso para pasar más tiempo en Waterfront. La transformación de un silo de grano en museo panafricano y hotel de moda bien merecen una visita.
Antes o después es obligada la visita a Robben Island, la isla-prisión en la que Nelson Mandela permaneció encerrado 18 años de los 27 a los que el régimen del Apartheid le condenó por defender las libertades de la población negra. Las instalaciones son Patrimonio de la Humanidad y se han convertido en un espacio dedicado a la memoria y a la reflexión para que nunca más vuelva el Apartheid. Los ferries a la isla salen del Waterfront.
Otros dos barrios que no hay que perderse son Bo-Kaap y Woodstock. El primero fue creado para dar alojamiento a esclavos traídos del sudeste asiático. Sus humildes casitas pintadas de colores vivos en pleno centro se han convertido en objeto de deseo por parte de jóvenes profesionales que están dando una nueva vida al barrio.
En cuanto a Woodstock hay que decir que se trata de otra zona industrial en la que se ha instalado la gente más creativa. Woodstock Exchange y Old Biscuit Mill son dos espacios donde diseñadores y chefs locales exponen y venden el fruto de su trabajo.
Camino del fascinante Cabo de Buena Esperanza, un páramo de rocas azotado por todos los vientos a solo unos km del centro, hay que pasar por las playas de Clifton y Camps Bay, dos de las zonas residenciales más exclusivas de Ciudad del Cabo. Bajo la atenta mirada de los 12 Apóstoles, la cara más fotografiada de Table Mountain, tomamos Chapman’s peak, la serpenteante carretera que nos lleva hasta Simon’s Town, base de la marina militar sudafricana y de una colonia de pingüinos africanos. La primera pareja llegó en 1982 y hoy se estima que habrá unas 2.200 parejas criando sus polluelos en este remoto lugar.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR:
Iberia vuela tres veces a la semana a Johannesburgo desde los principales aeropuertos españoles vía Madrid. Desde Johannesburgo hay buenas conexiones tanto con Port Elizabeth como con Ciudad del Cabo. I/V desde 664 €. Más información y reservas en www.iberia.com
DÓNDE DORMIR:
The Beach Hotel. Port Elizabeth. 58 habitaciones, tres restaurantes y un bar con vistas al atardecer en la playa de Humewood.
George. Resort de lujo con tres campos de golf, spa o diversas piscinas. La mansión original de la finca, The Manor, han creado un hotel boutique aún más exclusivo con 18 suites.
The Westin Cape Town Hotel. Rascacielos en el Waterfront. Habitaciones enormes con buenas vistas.
DÓNDE COMER
Algoa Bay Yatch Club. Para picar mariscos y pescados después de hacer la salida para ver cetáceos a la bahía de Algoa.
Powell House Restaurant, Swellendam. Casa familiar con mucha historia detrás en donde hoy se sirven platos como bobotie (avestruz gratinada), filetes de antílope springbok y kudu.
Ciudad del Cabo. Gastronomía panafricana servida en un menú de 14 tapas amenizada con espectáculo de música y bailes tribales.
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