Tohoku o ‘el Norte’ oculta bajo sus frondosos bosques templos milenarios, jardines monumentales, gargantas y ciudades gobernadas por guerreros samuráis. Tante delicada belleza inspiró algunos de los haikus más conocidos de Matsuo Bashō, el poeta japonés más famoso de todos los tiempos.
TEXTO Y FOTOS: JOSÉ MARÍA DE PABLO
Han pasado más de 400 años desde que Matsuo Bashō viajó junto a su discípulo recorriera el lejano norte de Japón. En aquella época Tohoku era un aislado y, por lo tanto, peligroso lugar. Sin embargo, nada detuvo a este ilustre que buscaba en sus viajes instantes únicos que describir en sus haikus, poemas «de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente».
En esta ruta por las prefecturas de Miyagi y Fukushima vamos a homenajear al poeta, pero también a los guerreros samuráis que gobernaron sus destinos políticos hasta que el progreso y las interferencias extranjeras acabaron con ese Japón de leyenda, esa isla doblemente aislada.
Para empezar el viaje nos desplazamos hasta Sendai, capital de la prefectura de Miyagi. Esta ciudad ostenta el honor de haber sido sede de la corte de Date Masamune, gobernante al que Sendai debe el sobrenombre de la «Ciudad de los Árboles». Masamune, además de amante de la jardinería, fue un hombre único en la historia de Tohoku, ya que frente al hermetismo de otros gobernadores, él promovió misiones diplomáticas dirigidas a entablar relaciones con naciones occidentales.
La bahía de Matsushima, principal atractivo de Miyagi se encuentra a solo 30 km de Sendai. Para conocer este enclave natural considerado uno de los tres paisajes más bellos del país, lo mejor es subir a cualquiera de los barcos que parten desde la Marina de Shiogama sorteando parte de las 260 islas calcáreas que salpican esta tranquila esquina del Océano Pacífico, hasta llegar al pueblo marinero de Matsushima.
Cualquier estación del año es buena para venir aquí, ya que cada una de ellas ofrecen una fotografía totalmente diferente. El otoño y el invierno suman otro aliciente, que no es otro que la temporada de ostras, molusco que encuentra en este espacio natural aguas tranquilas donde criarse en bateas similares a las de las rías gallegas. El punto de encuentro de los aficionados a este manjar son los kakigoya, restaurantes donde se comen directamente de un brasero, con la única compañía de una sencilla guarnición de sopa de mijo y arroz.
Conduciendo en dirección al norte, de camino al Miyagi Sant Juan Bautista Museum, se puede observar la gran barrera que se está levantando contra posibles tsunamis, que transcurre en paralelo a la carretera. Japón es el territorio más afectado por los terremotos de la tierra, ya que se encuentra en el punto exacto donde se juntan cuatro placas tectónicas. Se calcula que el 10% de los terremotos del planeta tienen lugar en este país o en sus costas. El último gran seísmo tuvo su epicentro en alta mar, frente a las costas de Miyagi y Fukushima, provocando un devastador tsunami que afectó a la planta nuclear situada a 100 km al sur de Sendai.
El museo Sant Juan Bautista recuerda la misión diplomática ordenada por el señor de Sendai, Date Masamune, quien fletó un galeón rumbo al virreinato de Nueva España, actual México, para entablar relaciones comerciales con el reino español y el Papado a cambio de permitir la entrada en Japón de misioneros.
La expedición fue capitaneada por Hasekura Tsunenaga, un hombre enigmático que cruzó el Pacífico y más tarde el Atlántico para conseguir un acuerdo definitivo en Roma y Madrid. Fue en la corte madrileña donde Hasekura se bautizó en presencia del rey Felipe III. No se sabe si fue por convencimiento o como un gesto de buena voluntad antes el escaso interés que su propuesta tuvo a oídos del monarca. La misión diplomática duró nueve años e incluyó paradas en Toledo, Córdoba y pueblos de Sevilla como Coria del Río, donde se cree se instalaron algunos de los miembros de la expedición japonesa, iniciándose así una saga hispano-japonesa que adoptó el apellido Japón, nombre que aún hoy se puede encontrar en municipios a orillas del Guadalquivir.
Vacas en Iwate y monasterios en Yamagata
La siguiente etapa de esta ruta continúa en la garganta de Geibikei, un corredor fluvial protegido por dos paredes de mármol que alcanzan en algunos puntos los 50 metros. El lugar es todo un poema visual que se recorre en gabarras conducidas por barqueros uniformados a la antigua usanza que usan una gran pértiga para moverse por la superficie del agua.
Las tranquilas aguas de Geibikei son el hogar de las preciadas carpas, un pez que mediante diversas mutaciones presenta los colores más diversos. Las más raras pueden llegar a valer 156.000 €, es el caso de la kohaku blanca con motas rojas, una rareza que se presentó en sociedad con motivo de la Expo de Tokio de 1914.
Iwate, como se llama esta prefectura, es conocida también por sus vacas Maesawa, una variante de las vacas wagyu, famosas por la calidad de su carne con grasa infiltrada resultado de una dieta rica en piensos de trigo, soja y arroz.
Semejante buena vida llevan los monjes de los cercanos templos budistas de Hiraizumi, un idílico complejo religioso construido en medio de un bosque en el que destaca el templo Chuson-ji, del siglo XI; y el Templo de Oro, construido con una simetría perfecta.
El tour por esta comarca debe finalizar al atardecer en el templo de Motsuji, en realidad un jardín zen donde pasear junto a los cedros y arces japoneses.
Este mismo tipo de especies arbóreas son las que nos vamos a encontrar en las carreteras que nos conducen hacia las Tres Montañas de Dewa, en la vecina prefectura de Yamagata. Dewa Sanzan, como se conocen en japonés es uno de esos lugares que nos regalan la visión de ese Japón místico y milenario.
La creación de este santuario se remonta a más de 1.500 años, cuando el hijo del emperador se dejó guiar por un cuervo de tres patas hasta el lugar donde encontrara la iluminación. La cima más accesible de las tres montañas de Dewa es la del Monte Haguro. Una escalera de 2.446 escalones asciende por hasta el santuario Sanjin Gosaiden, donde tienen lugar las ceremonias a las que cualquiera puede unirse. Los yamabushi, monjes que han renunciado a todas las comodidades de la vida, velan por el lugar y sus gentes, protegiendo el entorno de malos espíritus.
Monje por unos días
Para dar más autenticidad a la visita al Monte Haguro, la empresa Yamabushido ha creado un programa en el que brinda a los viajeros la posibilidad de vivir durante unos días como un Yamabushi, monjes que profesan una fe que aúna creencias de budismo y sintoísmo, las dos principales religiones de Japón.
Dependiendo del programa elegido, el visitante logra abrir su corazón y recibe todo de la naturaleza y el modo de vida que le rodea las 24 horas del día. El alojamiento está ubicado en un antiguo templo, donde también se sirve la comida local llamada Shojin-Ryori, gastronomía vegetariana budista exclusiva del monte Haguro, donde se recolectan todos los ingredientes presentados de manera minimalista en diferentes boles cuyo contenido, incluso su color, cambia con las estaciones del año.
Antes de llegar a lo alto de esta montaña hay que admirar la esbelta pagoda de cinco pisos, joya de la arquitectura medieval japonesa que ha sobrevivido a los siglos gracias a su ingenioso sistema amortiguador a prueba de terremotos.
Siguiendo la ruta del poeta Bashō hay que acercarse hasta el templo Hojuzan Risshaku, en los alrededores de Yamagata, la ciudad que da nombre a la prefectura. Para subir a este templo hay que armarse de valor y fuerzas para ascender por una escalera junto a la que están las tumbas de las 27 generaciones de monjes que han custodiado el lugar sagrado a lo largo de los tiempos. Invisible a nuestra mirada, este ascenso oculta otro cementerio, tal vez imaginario. Se trata del camposanto de cigalas del que Bashō habla en uno de sus haikus más exitosos.
Parecido éxito tienen los sakes Toko, destilados desde 1597 por la familia Kojima en la ciudad de Yanezawa. La antigua bodega de los Kojima ha sido adaptada como museo dedicado a esta bebida resultante de la fermentación alcohólica del arroz. El museo es una casa tradicional japonesa construida con madera y sin un sólo clavo que conserva en perfecto estado de revista los viejos barriles donde antaño se envejecía el sake.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR:
Iberia vuela cinco veces a la semana entre Madrid y Tokio desde 599 € I/V, ofreciendo conexiones con los aeropuertos de Bilbao, Málaga, Sevilla, Valencia y Barcelona. Más información y reservas www.iberia.com.
CÓMO MOVERSE:
La mejor manera de moverse por Japón es adquirir el Japan Pass en España. El pase de una semana vale 231 € y permite usar todos los trenes bala, trenes regionales y urbanos. www.jrailpass.com
DÓNDE DORMIR:
Hotel Metropolitan Sendai East. Hotel totalmente nuevo justo al lado de la estación de tren de Sendai. Las habitaciones son amplias y el desayuno muy bueno.
Albergue de peregrinos Daishōbō. Encajado entre cedros centenarios en el Monte Haguro, uno de las tres montañas de Dewa, esta residencia de monjes Yamabushi es el lugar ideal para encontrarse a uno mismo participando en el día a día de la comunidad espiritual en programas de 3 o 5 días.
DÓNDE COMER:
Matsushima Fish Market. Mercado de pescado de Matsushima es el mejor sitio para probar las ostras a la brasa. Precios populares.
Ogata. Especialidad en carne de wagyu criada en el mismo pueblo, Maesawa.
Dewaya. Haruki Sato encuentra en los bosques de las Tres Montañas de Dewa los ingredientes silvestres para dar a su cocina yamabushi un toque único, ideal para degustar con su fantástico sake hecho con agua de las montañas.
MÁS INFORMACIÓN:
Oficina de Turismo de Japón en España: www.turismo-japon.es
Si quieres viajar a Japón o hacer otros viajes excepcionales, pulsa AQUÍ