Además, están las posibles franquicias a aplicar en cada caso, las cuales hacen que en la práctica, dos seguros casi idénticos en el papel, puedan resultar muy diferentes. Para tomar la decisión de qué contrato elegir, conviene tener en cuenta el ciclo de vida del vehículo, que podemos dividir en tres etapas.
- Primera etapa.
Incluye los vehículos de uno a cuatro años, es decir, a los nuevos y seminuevos. En esta fase la recomendación es un seguro con cobertura de daños propios, un todo riesgo, de manera que se tendría cubierto el peor de los casos posibles: la pérdida del automóvil en un siniestro. - Segunda etapa.
Corresponde al vehículo usado, de cuatro a seis años, cuyo estado de funcionamiento dependerá del uso y de los kilómetros recorridos. No obstante, es el periodo en que ya aparecen algunos ‘achaques’ y se empieza a pasar la ITV. En este punto es razonable plantearse el cambio de modalidad del seguro, optando por una cobertura menor para ahorrar algo. También se puede optar por mantener un seguro a todo riesgo pero con una franquicia mayor. - Tercera etapa.
Vehículo de seis a diez años. En esta fase los costes de mantenimiento del vehículo también se disparan y el valor residual del coche se deprecia bastante; por esta razón, la mejor opción es un seguro a terceros, ya que en caso de accidente el vehículo tiene una alta probabilidad de ser considerado siniestro total y lo máximo que le cubrirá la aseguradora es un importe semejante al del valor residual (más o menos, el que tendría su vehículo en el mercado de segunda mano y en el estado que estuviera el coche justo antes del accidente).
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