La suspensión delantera y trasera de una moto sirven para absorber las irregularidades del terreno y que nuestro vehículo no se despegue del asfalto en ninguna circunstancia. Juan Manuel Llorente, formador técnico del RACE, nos explica cada una de estas partes para tener unas nociones básicas de cuál es su función y qué tipos hay.
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La horquilla: un conjunto de suspensión de muelle e hidráulico
La gran mayoría de las motos llevan en su suspensión delantera una horquilla, también conocida como barras de suspensión. Son dos tubos ubicados en el eje delantero de la moto que se acoplan con el eje de la rueda delantera.
Dentro de las barras de la horquilla hay unos muelles que sirven, al igual que la suspensión de los coches, para mantener nuestro vehículo de dos ruedas a una distancia del suelo. Junto con estos muelles, dentro de la horquilla también tenemos una suspensión hidráulica que contiene aceite, el líquido que se encarga de la amortiguación en la suspensión delantera.
Uno de los problemas que más suelen aparecer con este sistema de suspensión es el derrame de ese aceite hidráulico a través de unos retenes, que son los que en teoría deben controlar que éste no salga de las barras. Con el paso del tiempo y la suciedad, estos elementos se van deteriorando y van dejando escapar el aceite a través de los labios de los propios retenes. Esto se aprecia a simple vista porque en las barras se quedan unas marcas horizontales.
Si esto ocurre, hay que reparar los retenes o, si no, la amortiguación irá perdiendo su función, que es controlar la expansión de los muelles cuando se comprimen y descomprimen. El coste de este arreglo puede variar entre 150 y 300 euros (el precio se divide entre los 30 euros que cuesta un retén, más el valor del cambio del aceite hidráulico y la mano de obra).
Sabremos que la amortiguación está mal cuando la moto empieza a flanear, es decir, cuando la moto rebota ante un suelo irregular y empieza a dar saltos sin control.
Suspensión y amortiguación trasera de la moto: un muelle y un amortiguador integrados, lo que más verás en la calle
La suspensión trasera de las motos, por normal general, son de tipo McPherson (muy parecida a la de los coches), compuesta por un muelle exterior helicoidal y un amortiguador con un sistema hidráulico, que se apoya sobre el basculante, que a su vez va enganchado a la rueda trasera.
Dentro de todos estos elementos hay mucha variedad, según sean las motos de calle o de competición. Por ejemplo, si hablamos de muelles, las motos más clásicas llevan dos muelles en paralelo, mientras que las motos más actuales sólo llevan uno central. Si nos centramos en los amortiguadores, las motos de calle suelen llevar aceite hidráulico (el mismo del que hablamos en la suspensión delantera); sin embargo, las motos más potentes llevan, en lugar de aceite, gas.
No confundas la precarga con el hidráulico
La correcta calibración de la suspensión de una moto va a afectar al comportamiento del vehículo. Si tenemos una suspensión deficiente, no nos va a permitir hacer bien un giro o cualquier otra maniobra, y eso nos va a restar seguridad hasta el punto de no poder controlar la moto. Por ejemplo, si no tenemos bien reglada la suspensión, en una frenada de emergencia podemos sufrir las consecuencias de llevar un eje delantero que se hunda demasiado.
En una moto podemos modificar la dureza del muelle tocando los tensores, lo que comúnmente se conoce como la precarga. Con ella, se puede regular la compresión del muelle para que la moto se eleve un poco más. Se suele tocar cuando, por ejemplo, llevamos un pasajero en la moto. Lo ideal es que una vez que se haya bajado, volvamos a tocar la precarga para que se adapte a nuestro peso. En la actualidad, hay algunas motos que ya hacen este cambio electrónicamente. Si no, lo más normal es utilizar una herramienta con forma de gancho que modifica la altura del muelle.
La precarga en la horquilla de una moto puede ser de dos formas: se puede configurar a través de una tuerca o unas arandelas, o si no, algunas motos, sobre todo las de campo, llevan a la altura de la tija de dirección una toma de aire para meter más presión en la amortiguación. El problema es que cuanta más precarga demos al muelle, más rebote va a tener, por lo que el hidráulico tiene que contrarrestar esta fuerza.
Es importante que haya un equilibrio en la configuración de la suspensión para que, si frenamos fuerte, las barras no hagan tope y bajen hasta el final (puede descontrolarse el vehículo), pero que tampoco esté tan dura como para que rebote mucho. Los muelles tienen que ser capaces de soportar el peso de la moto y de sus ocupantes, pero sin hundirse hasta el final y luego recuperarse de una forma suave (de esto se encarga el amortiguador).
Una forma efectiva de analizar hasta dónde bajan las barras de suspensión es colocar dos bridas, una en cada barra de suspensión en el eje delantero, y ver hasta dónde han descendido. Así sabremos cómo trabajan, si la suspensión está cerca de su límite y si han perdido efectividad con respecto a cuando la moto salió de fábrica.
El hidráulico es el que consigue que la moto tenga un comportamiento suave y equilibrado, sin rebotes. Por eso, si ponemos el muelle más duro, el amortiguador tiene que ser capaz de aguantar esa compresión. En la suspensión trasera, el amortiguador, si es de gas, se puede modificar fácilmente. Si es de aceite, la única forma de cambiarlo es sustituyéndolo por otro más denso que retenga la mayor precarga de la moto y así evite el rebote.
Tal como recuerda Llorente, hay quienes se pueden gastar poco o mucho dinero en la moto. En este sentido, cambiar un amortiguador trasero de una moto, dependiendo de la calidad que se quiera poner, ronda desde los 100 hasta los 1.000 euros.
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