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La industria de la automoción ha recurrido a multitud de fuentes de energía como la gasolina, el diésel, el gas licuado de petróleo (GLP), el gas natural comprimido (GNC), la electricidad, el hidrógeno… para conseguir que los vehículos se desplacen.

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Estos son los combustibles fósiles y energías alternativas más comunes que se utilizan, pero ¿qué ocurre con el agua?: ¿por qué este líquido no se utiliza directamente como fuente de energía? Lo cierto es que aunque es un elemento muy abundante, no se puede considerar como un combustible por sí mismo.

El agua no se considera una fuente de energía química, como ocurre, por ejemplo, con la gasolina que contiene energía que se libera a través de una reacción química. El agua no es un combustible, aunque si se descompone a través de la electrólisis su fórmula (H2O) en sus elementos básicos, el hidrógeno y el oxígeno, sí que se puede aprovechar el primero, con los coches de pila de combustible, que funcionan gracias a éste.

En España se inventó un coche con motor de agua, pero no tuvo éxito

Arturo Estévez Varela, perito industrial extremeño, presentó en España a inicios de los años 70 un vehículo con un motor de cuatro tiempos que utilizaba agua para desplazarse; de forma un tanto anecdótica primero tomaba un trago de agua de un botijo y el resto lo echaba a un depósito de un ciclomotor.

Fuente:Youtube @lamaneta

Como ya hemos contado, el agua no es una fuente de energía por sí misma, así que utilizó un elemento que la hacía reaccionar para obtener energía. Nunca explicó su secreto: en un principio se creía que utilizó ferrosilicio, aunque los expertos del Ministerio de Industria de la época de Franco concluyeron que se utilizó el boro, un elemento químico que en contacto con el agua reacciona para separar el hidrógeno del oxígeno.

El invento, que fue donado por su creador a España, funcionaba y así lo demostró Varela circulando con su vehículo de dos ruedas por las carreteras españolas. En las publicaciones de la época destacaban que “el motor de agua gasta 4 litros cada 900 kilómetros”. Sin embargo, ¿por qué no tuvo éxito?

El principal problema fue el coste de producción. El boro es muy caro, superior al del petróleo y otras fuentes de energía:

Para producir 1 kilogramo de hidrógeno se necesitan unos 9 litros de agua y unos 3,5 kg de boro (el precio de cada kg de boro, si es de alta pureza, puede costar hasta unos 200 euros). Teniendo en cuenta que el consumo de un coche de hidrógeno es de cerca de 1 kg cada 100 km, un viaje de dicho recorrido ronda los 700 euros, un precio completamente desorbitado en la actualidad.

Por tanto, aunque la utilización del agua y el boro puede parecer una buena idea para obtener hidrógeno, lo cierto es que es más una utopía que una realidad, ya que aunque es una energía que no contamina, los costes de producción, en comparación con la electricidad o los combustibles fósiles, hacen que la industria de la automoción no se plantee utilizar un motor de agua en sus vehículos, como mucho se han realizado ciertas pruebas con algunos prototipos.

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